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El mendigo

Nov 21, 2024 | 2 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería dedicado en esta ocasión al último álbum de Swans. Una orgía sonora: The Beggar.

Si alguien lo desea, puede leerlo escuchando un tema de honónimo título al del disco: «The beggar».

El mendigo

El último disco de Swans, The beggar, es una barbaridad. Un aullido, una alucinación, un violento mantra. No hay banda que me haya sorprendido más que la de Michael Gira durante la última década. Desde que publicaron The Seer cada disco es una experiencia inagotable. Un viaje a través de la niebla. Después de To be kind The glowing man creía que Gira no podría ir a más. Que la fórmula estaba agotada. Pero me equivoqué. Leaving Meaning era un puñetero río desbordado. Un violento arroyo. Y The Beggar, lo acabo de sugerir, es otra bestialidad. Un sutil cuchillazo.

En realidad, lo de Gira no es una fórmula, es un estilo de vida, es una búsqueda, es una cacería. Es una radiografía del daño espiritual. La catarsis de un hombre recorriendo los infiernos industriales. Así que más que canciones, lo que graba son exploraciones, meditaciones, visiones a lo Rimbaud, descripciones del dolor, paseos por calles sucias que nunca acaban. Gira se deja llevar sin una ruta previa. Logrando que cada disco sea un misterio. Una sombra.

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Lo de Michael Gira era un frenesí en los 80. Ruputura, vanguardia, locura. En los 90, era un dardo nihilista. Un vuelo libre en medio del cataclismo consumista. Michael Gira era un enfermo y un pájaro. Un hombre obsesivo, neurótico, lastrado por sus fantasmas y un hombre suelto, un vagabundo dispuesto a cualquier cosa por narrar, describir, plasmar su alma en sus canciones. Pero, a partir de la segunda década del siglo XXI, Gira se convirtió directamente en un profeta. Un médium. Sus discos son puro trance. Una ácida conversación con los espíritus del nihilismo, con el vientre de la tierra.

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The Beggar es otro paso adelante en ese ritual en el que Gira ha convertido el rock. Uno de esos escasos discos que nacen para ser escuchados junto al fuego. Uno de esos escasos discos que son fuego y también yesca, madera. Llama, incendio. Una letanía. Sacrificio.

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Tengo la sensación de que podría estar escuchando The Beggar durante semanas, meses, y no me cansaría. Eso es lo que le pido exactamente a la música: que se convierta en un estilo de vida, en un viaje. Eso es lo que le pido a un disco: que me llene tanto, que me lleve tan lejos que, directamente, no se me ocurra quitarlo, buscar otros, mirar las novedades. Que ese disco sea como mis pulmones. Se convierta en parte de mí.

En el último mes debo haber escuchado The Beggar en más de treinta ocasiones y siempre es una experiencia. Tan sólo la nueva y soberbia mezcla de Tim (el disco de The Replacements) ha podido competir por unos cuantos días con esta oración que, de un modo u otro, refleja lo que siempre tuvo que ser el rock. Riesgo, locura. Una experiencia, un tránsito.

Basta escuchar esa barbaridad de 43 minutos titulada «The Beggar (Lover) Three»  para comprender lo que digo.  Ese tema va más allá del rock. Es una liturgia. Una celebración mística. Un rito pagano.

Gira logra convertir el rock en un elemento sacro. Un instrumento para honrar a los dioses y destruir al mismo tiempo la banalidad, la frivolidad. Gira va más allá. Se toma su tiempo.

«The Beggar (Lover)» es, por momentos, una improvisación. Una invitación a perderse en un bosque oscuro. Un rezo desesperado al pasado, a los ancestros. Una ruidosa tortura. Aliento industrial, bíblico que describe a la perfección el horror, el horror de las autopistas, de la fábricas. Los agujeros negros contemporáneos. Los vacíos, el olvido, las familias desectructuradas.

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Entiendo que muchos piensen que estoy exagerando. Pero es que, de verdad, lo de Gira es memorable. Y es necesario recalcarlo. Más teniendo en cuenta que el tipo ha estado a punto de quedarse arruinado por seguir esta senda. Que lo mismo podía estar en una gasolinera o en restaurante, por allí, perdido. Cortando carne, no sé, trabajando para una empresa de muebles. Pero ahí sigue, como un guerrero, en trance, siempre en trance espiritual.

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Gira ha logrado dotar de sentido al post punk y al post rock. A la vanguardia. Es por así decir, un músico capaz de sacar a los estilos de su cajón y revivirlos. Sus discos me recuerdan a esos monasterios desperdigados por Europa durante la Alta Edad Media. Esos escasos templos donde las vidas de los guerreros, los campesinos que tenían la suerte de acceder, cobraban sentido. ¡Dios les hablaba, Dios les escuchaba! Shalam

لا شيء في هذا العالم أصعب من قول الحقيقة، ولا شيء أسهل من التملق.

Nada en este mundo es más difícil que decir la verdad, nada más fácil que la adulación

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen…mesa de 4 patas y una naranja encima….atan una cuerda a una pata y arrastran la mesa por las escaleras hasta llegar abajo…
    2imagen….letania pelando al pato (cisne) a la naranja……
    3imagen…..patada a las olorosas mondas….(alimento en las postguerras)….
    4imagen….oscuridad conceptual, las ruedas de los coches no le pillan el concepto….jajajjjj….el arte lo espera….
    PD…la novia del contento…https://www.youtube.com/watch?v=PQP9QjNjeR4…..captain beefheart & his magic band-i`m glad…

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Le da la espalda a la publicidad y se une al sonido que emerge de los altavoces. 2) Aullidos. Lobos saliendo de noche viendo a los cazadores a lo lejos. Huimos o atacamos. 3) Patada a los infiernos. Mi música se introduce allí donde no llega ni Orfeo 4) Vivo entre muertos. Soy un lobo muerto. PD: Un Captain casual y entrenido. De vuelta todo, camina hacia el standart como un caracol. A su paso.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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