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El Karma de vivir en el sur

Jun 2, 2023 | 2 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería sobre un par de libros publicados por Jekyll & Jill a finales del año pasado (Dos sherpas y El mundo abajo). El cual recomiendo leer escuchando un tema de Charly García: «La máquina de ser feliz». No por nada en particular sino porque la vieja y deliciosa voz cascada del músico argentino me parece que continúa siendo la entrada perfecta para penetrar en los círculos concéntricos del arte realizado al sur del sur.

El karma de vivir en el sur

Hace unos meses leí Dos Sherpas y El mundo abajo. Un par de libros que, por distintos motivos, me hicieron reflexionar sobre las diferencias de nacer en uno u otro lugar para escribir como lo hacemos.

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Bajo mi punto de vista, Dos Sherpas es una gran metáfora sobre el arte y la escritura. Posiblemente, su autor (Sebastían Martínez) no piense eso. Me da la impresión de que es uno de esos escritores intuitivos que se va dejando llevar hacia donde lo va conduciendo el libro que escribe. Que es alguien que no planifica sino que escarba en una ruta y, si se siente cómodo, la explora. Pero tal vez sí sea alguien que planifica con cuidado sus textos. No tengo, repito, esa sensación. De hecho, me lo imagino más como un buscador. Un ensoñador bohemio que si se siente bien es capaz de pasar meses encerrado en su cueva y es difícil que se comprometa a realizar algo que no le gusta.

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El mundo abajo, como el mismo título ya deja entrever, es una excursión por los infiernos. Es un libro con apariencia más clásica que, en cierto sentido, actualiza la sempiterna relación de la escritura hispanoamerica con la violencia, con esa torrencial naturaleza que provoca que en aquellas tierras lo normal sea lo imprevible. El mundo abajo es un libro sutil. Me da la impresión de que Jara pule y planifica bastante sus textos con el objetivo de que la locura, el caos y la enfermedad sobresalgan como el musgo en la tierra o la escarcha en el suelo. Como algo ineludible o una segunda piel adherida eternamente al cuerpo humano.

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La trama de Dos Sherpas es sencilla. En pocas líneas tenemos prácticamente dispuestos su planteamiento, nudo y desenlace. Lo sugerido en la contraportada no engaña: «Dos sherpas están asomados al abismo. Contemplan el cuerpo de un turista inglés que se ha despeñado desde el monte más alto del Himalaya. Hablan entre ellos: el sol ilumina la nieve sobre la ladera sur del Everest; sopla el viento. Y eso es -podría decirse- todo lo que ocurre en esta novela de Sebastián Martínez Daniell». Aunque obviamente, hay mucho más. Porque Dos Sherpas es uno de esos libros que se desarrollan a través de disgresiones. Por medio de curvas y desvíos narrativos de los que van surgiendo pasajes parecidos a picos de colinas, nubes oscilantes y libres pensamientos que lo mismo se hilvanan que quedan sueltos. Flotando en medio de ninguna parte como los dos míticos sherpas que protagonizan la novela.

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Entre lo escrito por Horacio Quiroga en su momento y El mundo de abajo ha pasado un siglo que parece un milenio. Quiroga escribía sobre el fin de los sueños de la modernidad. Quiroga encarna el horror del que hablaba Conrad en sus novelas. Quiroga era consecuencia del exilio. Un Caín herido y furibundo que utilizaba su escritura como un rifle y sus cuentos como excusa para no suicidarse. En Quiroga, los cocodrilos, gallos, selvas frondosas y serpientes eran más monstruosos y peligrosos que los aviones, tanques y bombas.

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La figura de los dos sherpas, (el Sherpa viejo y el Sherpa joven) da para mucho. En cierto sentido, puede ser visualizada como la simbólica relación entre un maestro y un discípulo. Aunque será por deformación profesional que a mí me gusta interpretarla como la que existe entre un editor y un escritor. Los distintos vacíos que ambos sienten en medio de un descomunal mundo donde antes o después el silencio será el único juez; o más bien cómo experimenten esa quietud que dice todo sobre su trabajo. Ese silencio que, en el caso del libro de Sebastián, tiene algo de implacable rayo kafkiano y algo también de sabiduría zen.

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Patricio Jara escribe desde una América en la que si bien la tecnología aún no ha llegado al grado de desarrollo y paroxismo que en otros lugares del mundo, sí se ha desarrollado mucho más que desde los tiempos de Quiroga. Patricio Jara escribe sobre un mundo en el que se finge un confort y un control. Un mundo en el que pareciera que se hubiera doblegado para siempre a la naturaleza infernal y poderosa de los cuentos de Quiroga. Patricio Jara no habla de hipocresías ni refiere críticas a burgueses. Sus cuentos son más sutiles. Utilizan un lenguaje neutro y, en cierto sentido, atonal. Un discurso que podría proceder de una capital española o europea hasta que, de repente, (a la manera de Carver), van apareciendo las sorpresas, el animalismo, la violencia ancestral. Aparece entre las sombras un mundo lleno de vicios, enfermedades y recuerdos traumáticos que interfiere en la nebulosa cotidiana y convierte a los aviones, automóviles o equipos submarinistas en artefactos vacíos, sin sentido. Fantasmas sin alma.

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Dos sherpas es obviamente una reflexión en el vacío. Una experiencia. Dos sherpas es un libro que serviría perfectamente para realizar un diagnóstico sobre la naturaleza y misión de los artistas. Aunque, en realidad, los dos sherpas podríamos ser cualquiera de nosotros. Todos estamos colgados en el abismo. Todos hemos sido diagnosticados de muerte. Falta que se cumpla la sentencia.

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Patricio Jara es chileno como Roberto Bolaño. Quien, tal vez por sus años vividos en México, no tenía reparos en mostrar la molicie. La basura. Bolaño era un exibicionista del mal. Se recreaba mostrando la putrefacción. Desvelaba sin tapujos todo lo que el poder intentaba ocultar: cadaveres, asesinatos, violaciones, cuerpos descuartizados, poetas desquiciados y corruptos. Jara es mucho más contenido. Le basta con insinuar, con cavar un poco en la tierra para que vayamos descubriendo manos, dedos y armas. Por eso sus textos hablan en cierto sentido de la falta de libertad interior aludiendo a la amplia naturaleza con una serie de grandiosos textos que ejercen de interludios en su libro y, en cierto sentido, parodian (o al menos recuerdan de pasada) a esos aparecidos en Reader Digest donde lo salvaje se convierte en exótico y el mundo plural se homogeniza.

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Hay algo que capta perfectamente Jara en sus cuentos. La enorme voluntad de ordenar toda la existencia que existe en Hispanoamérica precisamente por la omnipresente naturaleza y el sufrido desorden. Lo que acaba provocando desgana en algunos casos pero en otros también un ocultamiento de la cruda realidad que siempre acaba apareciendo.

En El mundo abajo, el protagonista no es el drama sino lo que acontece después de los traumas. Lo que sobresale en todos los relatos es la naturalidad con la que los personajes se relacionan con la perversión y el dolor. Lo asimilado que tienen que nunca serán felices hasta el punto de convertir esa naturalidad con la que hablan y se comportan en una simulación total. Una máscara del fracaso colectivo.

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Dos sherpas es una maravillosa locura narrativa. Una de esas bestialidades situadas en ninguna parte que asombran por su belleza. Basta imaginarse a los dos sherpas flotando en el vacío para alucinar. Viajar mentalmente. Pero, al mismo tiempo, es una muy sucinta y penetrante exploración sobre el colonialismo donde, a mi entender, no se profundiza tanto en sus consecuencias políticas y históricas como en su aspecto fantasmagórico. Cómo una cultura es capaz aparentemente de transformar el pensamiento y manera de comportarse de otra sin poder arraigarse del todo. Oscilando, como todo ser humano y los dos sherpas, en medio del vacío.

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Probablemente me equivoque pero tanto El mundo de abajo como Dos Sherpas me parecen dos libros que, en el fondo, hablan de la soledad total. De hecho, por más que ambos se ocupen de paisajes más o menos exóticos, ese «superficial» panorama en absoluto contribuye a aligerar la carga de soledad y culpa que hay en la mayoría de sus personajes. De hecho, en ambos libros la enormidad del paisaje exterior parece rodear acusadoramente a los personajes que, en vez de sentirse liberados, se sienten o bien oprimidos o bien desvalidos por el mismo. Algo que, en cierto sentido, es característica (como muy bien dejó señalado Héctor Murena en su momento) de los nacidos en el sur del sur. Por eso hay algo muy drone en ambos textos. Una barrera de puntiagudo lenguaje parecido a los muros musicales ambientales que va creando una inquietante y rala atmósfera que es tal vez la verdadera protagonista de este par de excursiones por ese lacerante vacío que tantas veces nuestras palabras intentan inútilmente llenar. Shalam

النزوات أصبحت قوانين

Los caprichos se han convertido en leyes

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen…a nivel del mar y en medio el himalaya…….me hace recordar la imagen de varias plantas carnivoras y en medio una rosa…..
    2imagen…..tu reflejo en la bola de cristal…..al lado bailan el tango tan ricamente…….
    3imagen….las plantas carnivoras devoran la obra de patricio jara editadas por jekill&jill…….
    4imagen…. viaje a remo (el retiro)…..la muerte de un barquero….
    5imagen….no se si soy un averiguador o me han descubierto….
    PD….https://www.youtube.com/watch?v=5QDIT1p4c4A……….. ….transition….hot rats….zappa….siempre variable e impredecible..

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    • Alejandro Hermosilla

      1) La típica escena en la que el perro ha agarrado con su boca dos libros e intenta disimular. 2) Si mi madre viera esta foto me diría que le pasara una bayeta al mueble y limpiara el polvo. 3) Esta fotografía me recuerda el título de una novela publicada por Jekill a la que dediqué avería: «La coronación de las plantas». 4) Caronte o bien un personaje aquel en el que John Lurie salía de pesca con artistas. 5) Foto hecha en medio de una gira de hardcore. Al principio. Todavía con fuerzas. Lavando la ropa. Conquistaremos América con el rock. PD: Una maravilla eso. Empieza como música de comercial y poco a poco va progresando hacia el infinito conquistando lugares mentales pocas veces entrevistos. Delicioso.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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