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Gangrena

Oct 24, 2015 | 0 Comentarios

Leo un texto en el blog del viejo topo (http://blogdelviejotopo.blogspot.mx/2015/10/la-izquierda-bajo-sospecha-fracaso-y.html) donde, entre otras lúcidas afirmaciones sobre los vaivenes, mutaciones y desarrollos de «la Izquierda» durante el siglo XX, se indica lo siguiente: «hoy es más fácil localizar «la Izquierda» en el cine, poesía, plástica, retórica… que en un programa económico que sea diferente de la generalidad de los programas económicos burgueses. Después del decenio de 1960, «la Izquierda» se tornó predominantemente una categoría estética, una propuesta para una estética».

 

La afirmación no sólo me parece cierta sino que entiendo que resumiría en gran parte el cine de Jean Luc Gordard. O al menos, muchas de sus intenciones y propósitos, como es el caso de su militancia maoista, teniendo en cuenta la deriva de la «izquierda centralista» o la socialdemocracia.

Probablemente, una buena manera de acercarse a la obra del cineasta francés y analizar su desarrollo sería precisamente en esta clave: visualizarla como un extenso fresco que no sólo advierte sino testimonia del proceso por medio del que «la Izquierda» fue mutando en balbuceo, signo desenfocado y desestructurado sin un contenido real dentro de la sociedad de consumo. Cómo se transformó en una categoría estética en absoluto peligrosa para el sistema. La manera en la que las distintas «izquierdas» han terminado por convertirse en un conglomerado parecido a los diversos lienzos creados dentro de un movimiento artístico o a las diferentes sensibilidades cultivadas en el interior de ese mismo movimiento. Algo que viene a subrayar que su lugar en el centro del tablero político global es una decisión no tan distinta en primera instancia de las que el consumidor medio suele tomar en el supermercado. Las plurales izquierdas, sí, son ahora yogures de desiguales sabores y colores con un contenido en azúcar diferente, (como probablemente también lo son esos artistas cuyos nombres se citan en voz alta y casi automáticamente en tantos films de Godard). Y su fuerza, por tanto, no radica tanto en sus ideas sino en los medios económicos que disponen para publicitarse. El logo que resume el contenido de la ingesta culinaria (política o artística).

Obvio. La «Izquierda» no es eso. Lo sabe Godard y lo intuimos todos. Pero se ha visto replegada allí. De ahí que su discurso se encuentre en gran medida descompuesto y el silencio sea la manera más eficaz a través de la que muchos de sus militantes y creyentes se expresan ahora. Tal vez esta, sí, sea la temática del último Godard: cómo al ciudadano medio, al obrero y al estudiante o militante de izquierdas le han robado el lenguaje (y por tanto, la realidad, la misma idea de «izquierda») pero aún puede subvertir y recomponer el mundo a través del silencio. Pero no un silencio estéril ni conformista sino uno que anuncia una rebelión. Que reafirma la sabiduría de los escépticos y nos permite no caer en el abismo del cinismo. Un silencio que entiende la abstención como el único método para disentir con fuerza. Lograr eso que parece utópico actualmente: la caída del del estado de partidos. Un acontecimiento que, antes o después, debería ocurrir puesto que, como sabemos por la historia, el destino final de todos los imperios (el consumista también) es caer. Shalam

الصبْر مِفْتاح الفرج

Una palabra amable es mejor que un gran pastel

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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