Leyendo el intenso texto Sobre el arte contemporáneo de César Aira, encuentro estas dos lúcidas reflexiones que siento la necesidad de colocar en Avería.
Ahí las dejo:
«Después de todo, tenemos motivo para que nos parezca un tanto mezquina la existencia concreta de obras de arte, con su prestigio para semicultos, anzuelo de turistas o millonarios, su inmovilidad desdeñosa, su arrogancia de objetos caros. Esa repetida pregunta, «¿Qué salvaría usted de un incendio en el Louvre», o en El Prado o en el Moma, ¿no está revelando, por repetida y clásica, el gusto que nos daría ver a esas venerables instituciones envueltas en llamas, y sacarnos de encima por fin ese cotillón de fruslerías?»
«Quizás la literatura tiene una dificultad inherente para ser «contemporánea». A diferencia del Arte, que, ya sea por la cuestión del «aura» o por alguna otra, tiene una presencia tan acentuada que crea su presente, la literatura tiene una materia hecha más bien de ausencia; y respecto del tiempo, crea su pasado, crea sus precursores, quizás porque siempre está hablando de mundos desaparecidos, y todo el mérito que buscan los escritores es ése: el de ser el único emergente visible de un gran naufragio, el de la belleza del mundo». Shalam
Como todos los grandes creadores, Odilon Redon no era un hombre sencillo. Era bastante complejo. Nunca mató al niño y no cesó de emitir carcajadas a...
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