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Rey bufón

Jul 9, 2019 | 0 Comentarios

Tyrion Lannister es la socarronería personificada. Un personaje que justifica por sí mismo la existencia de Juego de tronos. Pues tan sólo por verlo gesticular merece pagar una y otra vez la entrada a un espectáculo. Su grandeza radica en que combina con maestría dos arquetipos clásicos como son el bufón y el político. En que es un pícaro y un señor. Un pillo con carisma y un regio estandarte de su estirpe. Su sangre y educación corresponden a las de un noble pero su espíritu se encuentra probablemente más cómodo entre la plebe. En medio de un prostíbulo y una taberna alzando los brazos para solicitar más vino. Lo cierto es que su lengua es tan viperina y su mente tan aguda que sería capaz de detener una furibunda pelea entre taimados borrachos incluso con varias copas de más y con peligro real de desmayarse en cualquier momento. Y es a la vez tan burlón que sería capaz de convertir un trascendente y dramático consejo real en un comedia bufa. Una oda a los poderes terrenales de la existencia.

Tyrion es tal vez el personaje que mejor personifica y encarna la Edad Media en Juego de Tronos. No tanto, eso sí, la adusta, severa y cruel (que en parte también) como la carnavalesca. La rabelesiana. La grotesca y jocosa. Esa llena de máscaras, fiestas orgiásticas, pantomimas y exageraciones que son tanto una loa a la breve existencia como un corte de mangas a la muerte. Algo en lo que es sin dudas un especialista.  Pues en esencia es un hedonista de sexo fácil incapaz de decir no a una compañía femenina que en principio parece tener como principal objetivo acostarse cada noche habiendo follado hasta reventar. Es un gran masturbador y fornicador. Por más que su grandeza no radica obviamente en su desbocado frenesí sexual sino en la majestuosidad que impone a cada uno de sus gestos y en concreto a sus bajas pasiones. Las cuales son en gran medida provocadas por ser un enano.

Ciertamente, el gran interés que provoca el personaje procede de sus limitaciones físicas. La lucha que ha entablado consigo mismo y con el mundo por sobrevivir en medio de un ambiente enrarecido y cruel donde sólo es querido y respetado por el oro que porta consigo por pertenecer a una familia adinerada: los Lannister. Lo que le conduce simbólicamente a arrojarlo como montañas de mierda por todos los lados y a sonreír orgulloso y disciplente en medio de los acontecimientos más trágicos. O al menos tener siempre un truco en la recámara, una carta guardada para afrontar cada una de las situaciones comprometidas en las que se encuentra. De  hecho, estudia bien las debilidades de sus contrincantes, sabe cómo sobornarlos y posee un verbo fácil, hiriente, agudo y letal que convierte cada una de sus apariciones en un acontecimiento. Cada uno de sus diálogos en un interludio teatral de inmensa magnitud que contribuye a transformar Juego de Tronos en un aquelarre teatral propio del Siglo de Oro. En un barco fúnebre y festivo que surca profundos mares simbólicos.

Debido a su físico y a que su nacimiento provocó la muerte de su madre, el gran enfrentamiento de Tyrion no es en cualquier caso con el mundo sino con su padre. Un patriarca rígido y estricto que lo considera un monstruo y apenas puede tolerarlo. Un Saturno de manual que no lo puede matar como en el fondo desearía y se dedica a humillarlo. A contrariarlo con saña y crueldad y a fustigarlo con su indiferencia logrando a base de desplantes y sonrisas sarcásticas que su hijo se fortifique y se convierta en un bufón sagaz. Tal vez el verdadero gobernante en la sombra de King’s Landing y los siete reinos. Un enano cuya sombra es mucho más alargada que la de los gigantes y dragones que aparecen en la serie cuyo carisma palidece ante cualquiera de las sentencias y dichos de Tyrion. Ante una sola de sus frases o monólogos. Algo tan evidente que ha provocado que, como si se tratara de Maquiavelo, incluso se haya publicado un libro recopilando algunas de sus célebres máximas. Muchas de esas agudas sentencias parecidas a puñales sangrientos y vasos de vino rociados de veneno con las que imprime respeto y distancia a sus interlocutores y demuestra poseer una clarividencia superior para los asuntos políticos y de alcoba. Ser tan eficiente para manejar voluntades como para beber vino hasta reventar.

Con el paso de las temporadas, Tyrion pierde un poco de encanto y gana adustez. Sensatez. Aunque ciertamente, no le va el papel de gobernante serio ni de mediador y habrá que ver cuál es el desarrollo que da George R. R. Martin al personaje en los libros para poder vislumbrar con más precisión su evolución. Porque ciertamente resulta mucho más creíble en su faceta de desenfadado locuelo a la vez que rapaz y agudo intrigante que en la de centrado consejero. Ya que al fin y al cabo, nace redimido. Es un enano cuya inteligencia convierte su tara en una formidable arma de combate que además justifica sus ansias de diversión. Es la constatación de que la política es un juego de alianzas entre lo ridículo y lo sombrío cuyo único argumento es la risa. Shalam

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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