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Psicodelia entre monos: Neil Young

Dic 11, 2013 | 0 Comentarios

La luz en la tormenta, la fe durante el apocalipsis, o el brazo que se aferra a la vida durante la catástrofe. Estas son tan sólo algunas de las imágenes, metáforas, con las que me atrevería a describir la música de Neil Young (sobre todo, cuando se hace acompañar de Crazy Horses). Un músico que logra exprimir cualquier melodía que interpreta. Consigue hacerlas renacer y que emerjan como truenos fugaces en los oídos sus oyentes, y compone canciones parecidas a tornados y flores embriagadoras. Así ocurre al menos con su estruendoso, monumental último disco Psychedelic Pill, que he de reconocer que ha vuelto a hacerme rememorar sensaciones que ya creía olvidadas de mis años adolescentes. Me ha hecho bailar por la calle o, sí, lo juro, tener alucinaciones sin necesidad de tomar drogas, como si fuera una sabrosa pastilla capaz de cambiar mi estado emocional. Psychedelic Pill es una obra que da sentido a la vida. Está compuesta por canciones capaces de sanar e insuflar vida a los muertos. Es un huracán. Una lluviosa montaña llena de salvajes gritando al cielo. Y su adictivo primer single, Driftin’ back, es un intenso carrusel de guitarrazos reverberando en el espacio durante casi media hora. Un orgasmo en medio de una tempestad.

Habría que utilizar innumerables tópicos para hablar con justicia de esta obra de arte. Gastados adjetivos que tal vez me reserve para el día que me decida a escribir de dos de las más estremecedoras joyas musicales que jamás he escuchado –HarvestHarvest moon– sin las cuales no sé si la música pero, desde luego, mi vida habría sido diferente. Por lo que hoy únicamente señalaré que es por discos como Psychedelic Pill que uno está aquí vivo y no se tira de un barranco o aprieta el gatillo de una vez. Que es por esos muros espesos de sonido que luchan por encontrarse mientras la voz de Neil Young aparece y desaparece como si se tratara de un fantasma, que uno siente que todo, absolutamente todo en la vida tiene sentido. Porque escuchar Psychedelic Pill es algo parecido a cabalgar a lomos de un caballo por una pradera sin temor al frío o al viento. El disco se encuentra lleno de guitarras que relinchan. Parecen berridos de focas y abren fosos en la tierra y grietas llenas de luz. Está compuesto por canciones que son ráfagas de furia. Gritos de dioses airados que nos recuerdan que la vida no es lineal sino circular. Ese caótico magma descrito por William Faulkner en sus novelas. Un maremoto de ruido lleno de palabras violentas y estruendosas tormentas.

Psychedelic Pill, sí, es eso y mucho más. Un disco tan hermoso que todavía me pregunto hoy si es real. Como también lo hago al escuchar Ragged Glory, Mirror ball, Rust Never Sleep, On the beach o Zuma (entre tantos otros). Psychedelic Pill es un canto primitivo y eterno. Una celebración de la vida. Un disco hecho para retozar en el campo y tatarear en medio de la batalla. Es rock primitivo que acaba con toda resistencia, anima a saltar y puede hacernos gruñir como monos. Es una de esas obras que nos empujan a reencontrar nuestra primera naturaleza. Nuestra esencia más pura. Esa que tantos y tantos dicen que es ya imposible de hallar a pesar de que Neil Young la muestra una y otra vez. La divulga en canciones que se asemejan a torbellinos y gruñidos de animales. Canciones que parecen ofrendas a los bosques que si afinamos bien el oído, puede que hasta nos permitan escuchar varios mensajes divinos. Shalam

وعاد بِخُفّيْ حُنيْن

 Nadie come mejor que el que se procura comida con sus propias manos

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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