Pagan Tango es mi disco favorito de Chris & Cosey. Una obra bastante más accesible que el resto de las realizadas por el inquietante dúo pero que, por supuesto, mantiene su aire peligroso. Ese tono arisco y violento con el que Chris Carter y Cosey Fanni Tutti dotaron a todas sus intervenciones artísticas desde sus primeras aproximaciones al mundo del arte y la performance.
No hay ninguna grabación en la que haya participado el dúo que sea amable. En todas ellas, hay nocturnidad, acritud y asfixia. Aparecen mensajes subversivos más o menos explícitos y un sinfín de referencias oscuras en medio de sensuales sintetizadores y destructivas letras que convierten sus canciones en combativos manifiestos sexuales y políticos. Incluso las grabaciones más autistas de Throbbing gristle (el grupo que les catapultó a la inmortalidad artística) poseían ese toque áspero. El roce afilado de un puñal cortando el aire. Esa sensación de que cualquier cosa podría ocurrir en medio de dispersas montañas de ruido envolvente e improvisaciones sonoras que rememoraban orgías primitivas.
Throbbing gristle eran la incomodidad personificada. Un agujero negro en la música popular empeñado en clavar agujas en los oídos de sus oyentes. Nadie estaba seguro de lo que iba a encontrar al asistir a uno de sus conciertos o comprar uno de sus singles. Y no creo que ni los propios miembros del grupo supieran tampoco exactamente qué iba a ocurrir en el escenario.
Throbbing gristle hacían misas. Provocaban disturbios. Casi que violaban (metafóricamente) a sus fans y los provocaban constantemente. Haciendo de sus incursiones artísticas, rituales. Exploraciones de la identidad capaces de vislumbrar los límites del sonido. De hecho, convirtieron la música industrial en un enchufe eléctrico de alto voltaje que literalmente provocaba espasmos y desmayos. Una venganza directa contra el rock por haber claudicado en su intento de transformar la sociedad y hacer renacer Sodoma y Gomorra. La rebelión ancestral.
Pagan Tango es una obra que, como anunciaba uno de sus temas, era pura sinestesia. Una suave caricia que exploraba sensualmente las posibilidades de la música techno. Uno de esos discos hechos para escuchar con los ojos cerrados y si es posible, drogado. Aunque Chris & Cosey llevaban trabajando desde 1989 con sus canciones, Pagan Tango no apareció hasta 1991. Poco tiempo después del verano del amor, el Technique de New Order y la invasión del acid house y el éxtasis y poco tiempo antes de la eclosión del eurobeat en el mundo del pop. Influencias todas ellas que se dejan notar en el disco de una pareja que, por más que vivieran en un castillo y se mantuvieran ajenos a las modas, no eran ermitaños y parieron una criatura que sublima y resume la época. O al menos, la refleja. De hecho, basta escuchar «Sinesthesia» e «In ectasy» para sentir sobrevolando el espíritu de una era hedonista que, tras la caída del Muro de Berlín, anunciaba sin complejos el advenimiento del consumismo desenfrenado a escala global, la tiranía capitalista y la apoteosis de las libertades subjetivas.
No obstante, Pagan tango poseía las dosis de angustia habituales a las que nos tenían acostumbrados. Y en medio de pegadizos ritmos pop que podían partir cerebros y piernas por igual en una discoteca, aparecían letras que invocaban caídas existenciales, prisiones sexuales y rememoraban ruinas y derrumbes emocionales. Un magma de referencias visceral pero, en este caso, más contenido de costumbre que llamaba al trance e invocaba la crudeza con sensualidad y dulzura. Como si una dominatrix decidiera por un día, dejar de torturar con latigazos a sus sumisos y se contentara con mantenerlos atados, besando sus pies.
Pagan Tango es una obra sumamente interesante. Una combinación entre hedonismo y vanguardia realmente fastuosa. Pop refulgente y juvenil sobrevolando las fauces de la noche. Un disco que nos conduce a abismos y nos traslada a reinos en guerra llenos de serpientes, mundos paganos llenos de crueldad, pero se detiene frente a ellos y vuela a otros parajes, buscando nuevas dimensiones del placer. Es, en definitiva, una mezcla muy equilibrada entre los mundos de la noche y los del día que invoca orgasmos y dolor con la misma intensidad. La luna y el sol masturbándose frenéticamente sobre una isla griega. Shalam
Dejo a continuación un nuevo avería dedicado a Remué, el nocturno álbum que Dominique A grabó en 1999. El cual recomiendo leer escuchando el primero...
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