A veces pienso que los españoles nos hemos convertido en los nuevos argentinos -«cómpralo por lo que realmente sabe y vale y véndelo por lo que dice que sabe y vale y te harás millonario»- puesto que de todo opinamos con talante de expertos. Nuestro ego se ha agrandado durante las últimas décadas a niveles estratosféricos y lo que más nos duele es reconocer que no sabemos qué ocurre ante determinados hechos o estar equivocados. No hay quien no tenga una teoría por ejemplo sobre el coronavirus. Cuando se supo del primer contagio en nuestro país, las redes se llenaron de opiniones (que no eran generalmente las de médicos) que le restaban todo tipo de importancia. De personas que apuntaban a una conspiración masona o norteamericana en el origen del malicioso germen. Y a medida que se agotaban las mascarillas en las farmacias, se escuchaban todo tipo de sentencias lapidarias sobre el miedo de la gente común y se veían innumerables memes, comparaciones y chanzas. A día de hoy, hay quienes sugieren que es la excusa perfecta que los economistas han encontrado para responsabilizar a un agente externo de la futura recesión. Y no faltan por supuesto quienes consideran que todo es mentira, que el coronavirus no existe y se jactan de la credulidad del resto de sus congéneres.
El caso es sentirse por encima de la situación y si es posible, también de los demás. El lema parece el siguiente: «Yo soy el que está en lo cierto y vosotros no. Yo soy el que sabe lo que está ocurriendo a diferencia de los científicos que buscan desesperadamente una vacuna, los doctores o los mismos enfermos y no digamos ya de los periodistas que informan de la situación». Prueba de que probablemente el virus ya se encontraba en nosotros y cuando se halle un remedio para sus males, seguirá estándolo. Ya que, al fin y al cabo, la realidad se ha transformado desde hace tiempo en un filme de David Cronenberg. Lo que significa que la diversión se ha convertido en enfermedad y la enfermedad en diversión; la opinión en verdad y la verdad en opinión; el espectáculo en muerte y la muerte en espectáculo; y finalmente, la sociedad, el pueblo, la plaza pública ha sido totalmente destruida como si hubiera sido arrasada por la más voraz e intensa pandemia. Shalam
الشاب يعرف القواعد ، لكن القديم استثناءات
El joven conoce las reglas, pero el viejo las excepciones
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