Hace años que no voy a ningún concierto. Durante mi juventud no me perdía ninguno. Iba a todos los que podía. Algunos de los momentos más memorables de mi vida los pasé asistiendo a performances de bandas cuyas canciones se introducían en mis huesos y lograban que mi percepción de la vida y el mundo cambiara durante unos cuantos minutos.
Años después, no obstante, algo se quebró en mí. Recuerdo encontrarme en medio de un Primavera Sound y experimentar un agobio inmenso. Sentirme, por ejemplo, encarcelado y no libre. Formar parte de un rebaño de seres humanos empujados a consumir conciertos como si fueran Coca colas y Fantas. Recuerdo contemplar a Nick Cave, Pixies y John Lydon desde tan lejos y, en medio de tanta gente, que no pude evitar soñar con estar en mi casa leyendo un libro tranquilamente o contemplando una vieja película ochentera. Tal vez Regreso al futuro o Los inmortales.
Cito de memoria así que probablemente no seré preciso pero, en un momento dado, tuve dudas (puesto que los horarios coincidían) de si ir a contemplar a Yo la Tengo, a un miembro de Luna o a Joe Crepúsculo y me sentí tan mal de tener que perderme a uno u otro (y además asistir a conciertos castrados por el horario) que mandé todo a tomar por culo y decidí irme a casa. Antes me detuve en un banco donde me recosté atento a mi respiración mientras miraba el cielo abierto y decidí que los festivales y los conciertos se habían acabado para mí. Ya no disfrutaba con ellos. De hecho, me hacían experimentar ansiedad. Malestar. Me sentía perdido en medio de miles y miles de personas vestidas de manera llamativa y que no cesaban de sonreír pero que, en el fondo, me parecían zombis modernos. Jóvenes sin sangre compitiendo para ver quién era más especial.
Obviamente, este tipo de promesas se encuentran hechas para romperlas, pero lo cierto es que me he mantenido fiel a la mía durante prácticamente una década. De hecho, sólo la rompí en una ocasión. Concretamente, para asistir a un concierto que ofrecieron Swans en Murcia que, tal vez por el mal sonido de la sala, no me llenó como esperaba. Me dejó cierto vacío en el alma. En cualquier caso, si hoy aludo a estas circunstancias en avería es porque la próxima semana volveré a quebrar aquel juramento. Concretamente, asistiré en Barcelona a un concierto de Opeth. Probablemente mi banda favorita. La que más he escuchado durante los útimos seis o siete años.
Como es lógico, teniendo en cuenta que para mí ir a un concierto supone el mismo esfuerzo que para otros completar el Camino de Santiago, me he tomado muy en serio este acontecimiento y, desde hace semanas, estoy repasando una y otra vez la discografía de la banda sueca. Una discografía llena de recovecos, hitos, aullidos, momentos inolvidables y giros de timón de una regularidad y consistencia que asusta.
Obviamente, me he concentrado sobre todo en su último álbum: el excelso In cauda venenum. Una de esas obras (no bromeo) que hay que escuchar al menos una decena de ocasiones para comenzar a extraer todo su jugo. Una serie de de canciones parecidas a puñales sangrientos y telas de araña que, unidas, contribuyen a crear una atmósfera borrascosa y misteriosa.
In cauda venenum es una fiesta onírica. Una pesadilla en una catedral. Una envolvente y lujuriosa manta negra extendida en medio de un olvidado castillo. Es pura intensidad. Un viaje a través de nocturnas habitaciones llenas de muñecas descompuestas en las que se escuchan levemente ecos de algunos de los discos esenciales del prog rock. In cauda venenum es la mezcla perfecta entre los Scorpions de los 70 y Merciful Fate. Es vapor rabioso. Un vaso de agua caliente bebido en medio del más cálido verano. Es un abrigo del que emergen sangrientas agujas, niebla y unos sonidos que nos retrotraen a esa época no tan lejana en la que el rock era más que música. Era ocultismo, religión, liturgia y subversión profana. Un viaje por la vertiente oculta del país de las maravillas. ¡Veremos qué tal suena en directo! Shalam
من الأفضل أن تكون مكروهًا لما أنت عليه من أن تكون محبوبًا على ما لست عليه.
Es mejor ser odiado por lo que eres, que ser amado por lo que no eres
andresrosiquemoreno
el noviembre 17, 2022 a las 12:35 pm
1ºimagen….soplo de aire…la portada de «welcome to the canteen» ..traffic. 1971……
2ºimagen…..este lleva un misil «tomahawk»……
3ºimagen….grupo de «chinorros» en su salsa……
4ºimagen…..mansion chata de «psicosis»…todo chato….sonrisa….
PD….https://www.youtube.com/watch?v=NlA1Zl5C7UU…more peas. the jb´s….1973….(vaya retahila…)…jajajjj….y todo esto lo llevo en mi bolsillo…..
Alejandro Hermosilla
el noviembre 18, 2022 a las 3:31 pm
1) Vaya. No conocía esa portada de Traffic. Yo pensaba en un claro homenaje de Opeth a Scorpions….jajaj..2) Zombi medieval. 3) zombi moderno. 4) veo esta portada como un homenaje a una de King Diamond. Concretamente, a la de «Then». PD: esto suena genial………y lo llevamos en cualquier parte de nuestra ropa.jjajaj
Siempre me ha intrigado la voz de Elvis Costello porque si por un lado es sensible y dulce, por otro un tanto repelente. Parece la de un adolescente...
1ºimagen….soplo de aire…la portada de «welcome to the canteen» ..traffic. 1971……
2ºimagen…..este lleva un misil «tomahawk»……
3ºimagen….grupo de «chinorros» en su salsa……
4ºimagen…..mansion chata de «psicosis»…todo chato….sonrisa….
PD….https://www.youtube.com/watch?v=NlA1Zl5C7UU…more peas. the jb´s….1973….(vaya retahila…)…jajajjj….y todo esto lo llevo en mi bolsillo…..
1) Vaya. No conocía esa portada de Traffic. Yo pensaba en un claro homenaje de Opeth a Scorpions….jajaj..2) Zombi medieval. 3) zombi moderno. 4) veo esta portada como un homenaje a una de King Diamond. Concretamente, a la de «Then». PD: esto suena genial………y lo llevamos en cualquier parte de nuestra ropa.jjajaj