AVERÍA DE POLLOS: Inicio E Deportes E Una peli de Tarantino

Una peli de Tarantino

Jul 27, 2024 | 2 Comentarios

Ha pasado ya un poco de tiempo pero lo cierto es que no me resisto a realizar un breve comentario sobre el último Wimbledon. Un torneo que ha dejado dos grandes protagonistas: Carlos Alcaraz y Novak Djokovic.

Tras su lesión de rodilla, pocos apostaban por su recuperación, pero el serbio volvió a hacerlo. Su obstinación, su capacidad de jugar al tenis realizando los movimientos justos y tirando de colocación sumado a un cuadro sencillo (casi de ensueño) obraron el milagro. Djokovic llegó a la final y una vez allí, todo podía pasar.

Djokovic parecía estar en disposición de igualar los ocho títulos de Federer. Todo parecía conjugarse a su favor. Como le gusta a él, (soy consciente de que esta afirmación habría que matizarla) el público estaba en su contra. De hecho, había aprovechado sus abucheos para improvisar un divertido concierto de música clásica tras su partido con Rune. Al mismo tiempo, tenía entre ceja y ceja la derrota que le inflingió Alcaraz el año anterior. El serbio olía sangre. A mí al menos me daba miedo. A Rune, por ejemplo, lo había anulado. Lo había despachado como si fuera un juvenil, casi un niño. Había tenido la suerte de gozar varios días más para recuperarse gracias a la lesión de Álex de Miñaur. Y había apabullado a un impotente Musetti en las semifinales. Su aura de ganador, de superhéroe de Shylamayan, parecía agrandarse más y más y al menos a mí me confundió. En la final daba favorito a Alcaraz pero por poco. Después de tantas batallas y, vistos los acontecimientos, más que respeto, le tenía miedo al serbio.

Djokovic es el jugador más lógico que existe en la cancha. Todo lo hace cerebralmente. Tiene más medido su cuerpo que un robot. Su cuerpo recibe diariamente las cantidades justas de calorias y de líquidos. Sus golpes son académicos (y también, todo hay que decirlo, viscerales). Su colocación en la cancha perfecta. Más que un tenista, Djokovic parece a veces un matemático a un ajedrecista. Pero al mismo tiempo es el jugador más ilógico que existe. Se crece con el público en contra. No hay torneo en el que no pierda los papeles en algún momento o reaccione con ira (o ironía) contra sí mismo o el público. Djokovic es cerebral pero es profundamente pasional. Su tenis fue en determinados momentos de su vida absolutamente incontrolable. Un látigo. Una ametralladora. Es eso precisamente lo que me hizo también dudar. La lógica decía que Djokovic no podría aguantar un cara a cara contra Alcaraz. Que su cuerpo no se había recuperado totalmente. Que le faltaba una marcha. Pero posee una personalidad tan ilógica e inclasificable que no se podía dar nada por hecho. Su afilada sombra se cernía por la hierba como la del águila que atisba a su presa y no la suelta.

Sin embargo, sorprendemente, al final se impuso la lógica y Alcaraz le pasó por encima. La lógica nos decía que eso es lo que debía pasar. Que Djokovic no debía estar ahí. Pero, a estas altura, yo al menos no las tenía todas conmigo. Vista la (casi inexistente) final, quedó claro que al serbio le faltaban una o dos marchas para jugarle de tú a tú a Alcaraz. Teniendo en cuenta sus gestos de impotencia, quedó también claro que si había solventado con incontestable autoridad sus partidos con Rune y Musetti había sido más por demérito de ambos tenistas que por su extraordinario desempeño.

Por otro lado, lo de Alcaraz fue un sube y baja de esos a los que ya nos va acostumbrando. Alcaraz no está todavía maduro pero tampoco es exactamente inmaduro. A nadie le quedan dudas de que es un crack. Sus estadísticas admiten pocas comparaciones. A su edad, Federer todavía estaba luchando por convertirse en un ganador de Grand Slam, Djokovic era una irregular máquina que no se sabía si tiraría camino a la gloria o se quedaría en medio de ninguna parte y Nadal levantaba todo tipo de dudas en pistas duras y (a pesar de sus finales conta Federer) en hierba. Lo que impresiona de Alcaraz es que su tenis parece ajustarse perfectamente a todas las superficies (aunque creo que la hierba es en la que mejor se desenvuelve) y que va sobrado de desparpajo y confianza. Así que no le tiembla la mano en los momentos decisivos y si es así, lo disimula bien. De hecho, cuanto más se complica el partido, más relajado parece.

A esa facultad le debe en gran medida haber superado unos cuantos retos complicados en este Wimbledon. La técnica, los golpes ya sabemos que los tiene. Lo que le faltaba (algo que demostró en París) es aprender a dominar esa cabeza. Ser capaz de ganar cuando las dejadas no salen como acostumbran. No irse de la cancha porque no sea su mejor día. Aguantar en medio de los tornados esperando el momento. Con Tiafoe, por ejemplo, estuvo contra las cuerdas. Ese partido tuvo tintes dramáticos. El norteamericano estaba jugando de cine. Su tenis era por momentos vacilón y espectacular. Hay algo en Tiafoe tarantinesco que se sobredimensiona cuando tiene a Alcaraz delante. Si alguien me hubiera dicho que los que estaban ahí devolviendo bolas eran Samuel L. Jackson y John Travolta me lo hubiera creído. Alcaraz jugó como un pistolero. En la cuerda floja. Medvedev, por otra parte, lo exigió al máximo. Casi que lo llevó al límite. Lo forzó a superarse. Le sacó su zona de confort y le planteó un estratégico partido que no tuvo nada que ver con el disputado por ambos el año pasado.  También Tommy Paul lo desafió y miró de tú a tú durante dos sets. Y Ugo Humbert fue directamente una roca. Un rival duro, difícil al que venció por pequeños detalles. Más por imponderables que por juego. En realidad, si algo dejó claro Alcaraz es que si no se va de los partidos, si no se desconcentra, si se sostiene firme en medio de los temporales, puede ganar a cualquiera y perder contra muy pocos.

En la final, Djokovic ni le arañó. El partido terminó en el primer juego del primer set. Allí se vieron claras las diferencias entre ambos. La resistencia que podía ejercer el serbio no serviría más que para preparar su segura caída. Ambos lo supieron ese primer juego. Tengo la impresión de que si hubiera sido por Djokovic a su término hubiera dado la mano a Alcaraz y se hubiera retido a los vestuarios. Lo cierto es que el deseado encuentro fue prácticamente inexistente. De todas maneras, justo es decir que Alcaraz dejó detalles de superclase cuando se vio un poco exigido. No dio lugar, (a excepción del juego en el que perdió tres bolas de partido) a que el serbio se planteara en algún momento competir, hacer algo diferente a dejarse ir y esperar el momento fatal.

Wimbledon por cierto deja muchísimas decepciones. La primera de ella Rune. En el anterior avería dedicado a Roland Garros soñaba con un Rune compitiendo de tú a tú con Sinner y Alcaraz. Con un Rune que mezcle su carácter díscolo y su técnica para llevar el rock & roll a las pistas.  Bueno. De momento, no es más que un deseo. Y, visto lo visto, no sé si será un sueño. Su partido contra Djokovic no fue nefasto sino peor. Una de las más tristes performances que he visto jamás de un tenista llamado a ser una estrella. Sin estrategia, sin piernas, sin golpes, sin rumbo. Más le vale a Rune dejarse de veleidades y respetar las consignas de un buen entrenador porque el tiempo pasa más deprisa de lo que parece. Tiene muchos años por delante pero debe enderezar el rumbo ya.

A estos efectos, lo de Rublev no creo ya que merezca un solo comentario. Bastante tiene el ruso con no romperse la cabeza con un autogolpe como para echarle más fuego a sus acostumbradas decepciones en los Grand Slam. Algo imperdonable en lo que no deseo incidir no vaya a ser que me lea, se le vaya la olla otra vez más y se corte un dedo. En fin.

También fue muy decepcionante el paso de Fritz por Wimbledon. Dando lo mejor de sí mismo, esforzándose como el que sube la más escarpada montaña, para derrotar a un  Zverev que sigue sin dar la talla en los Grand Slam. Esta vez fue por una inoportuna lesión pero tengo la impresión de que podría haber sido cualquier otra cosa. Su legado en el tenis va camino de ser intrascendente, como el de otro de sus compinches, Tsisipas. Alguien del que, a estas alturas, se puede decir que casi que da más espectáculo fuera de las pistas que dentro. Un muchacho que, por momentos, parece un ex tenista o uno de esos crepusculares héroes pop por los que ha pasado el tiempo demasiado rápido. Tengo la impresión de que la eclosión de Sinner y Alcaraz lo han dejado fuera de juego y aunque su calidad no se discute y, antes o después, volverá a brillar, tiene más puesto el foco en su vida personal que en el tenis. Algo, por otra parte, repetable. Nadie dice que no.

Otro tema son Sinner y Mevdevev. Sinner sí que ha demostrado que está en condiciones de reinar en el tenis y ha dado lo mejor de sí mismo en determinadas ocasiones. Así que su lesión no augura nada malo de no ser porque, a estas alturas, ha tenido muchas. Es demasiado recurrente verlo fuera de los torneos por un motivo u otro. Sin embargo, no hay demasiadas dudas con él. Su evolución está siendo lenta. Muy tranquila. Pero Sinner continúa creciendo. Y si mejora el físico, la resistencia y da un último paso, pronto será una costumbre verlo en finales. De no ser por sus problemas físicos, de hecho, hubiera sido el más temible enemigo de Alcaraz en Wimbledon.

Medvedev, por otra parte, volvió a dar una de cal cuando no se contaba apenas con él. El ruso es un tenista carismático y un tanto incomprendido. Es otro joker. Si supiera volear, sería la bomba. Superar ese déficit lo habría convertido posiblemente en un tenista más completo, superior, porque su cabeza es la de un genio y su juego de fondo el de un perpicaz frontón. Armas que no fueron suficientes para ganar a un Alcaraz al que, por momentos, hizo dudar de sí mismo. De toda la next gen, Medvedev es el único tenista que puede estar en paz consigo mismo. Siempre lo intenta. Siempre da el tipo. Otra cosa es que a veces le falten los imponderables necesarios para rematar la faena. Pero poco se le puede achacar a alguien que está claro que no goza del talento de esos supercracks capaces de inventarse un golpe imposible en medio de un incendio que logre darle la vuelta de repente al partido.

Por último, resultaría injusto no mencionar a Musetti. Sobre todo, por su combatividad. Porque supo y quiso estar en una superficie en principio ajena a su juego. Aunque, todo hay que decirlo, le temblaron las piernas y el brazo en las semifinales. Si a Djokovic se le notaron las costuras con Alcaraz, a Musseti se le vieron en su partido contra el serbio. A Djokovic le bastaron cinco peloteos, ganar cinco bolas decisivas (en las que Musetti puso todo su empeño), para robarle el alma al italiano. Tumbarle mentalmente y sugerirle que progresa adecuadamente pero aún tiene que comer muchos bocadillos, trabajar y entrenar para estar en disposición no ya de ganar sino de hacer pupa a los grandes favoritos en los momentos decisivos de los Grand Slam. Shalam

إذا لم تشارك في السباق، فلن تفوز ولن تخسر

Si no participas en la carrera, ni ganarás ni perderás

 

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen….poderio ingles…..
    2imagen….cocodrilo amigo de la diosa…..
    3imagen….el vionilista en el tejado (ya soy rico)……
    4imagen…..me acaban de quitar los patines…..
    5imagen….no te apesadumbres, estos no piensan devolverte africa..
    6imagen….pero que me estas contando….cortarle la cabeza…..
    PD….https://www.youtube.com/watch?v=9CDoJFmdFgA…minor swing….reinhardt&grappelli….cocodrillo amigo de la diosa…..

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Blanqueo de dinero por todas partes..jajaj 2) Dos hombres y un destino: victoria. 3) Soy el joker del tenis. Hago lo que quiero con el público. 4) Fotografía escogida para hacer una representación manierista, pop y un poco futurista de jugador de tenis 5) Tiafoe desencadenado. Futuro título de un documental sobre el tenista francés. 6) No has demostrado tener honor. PD: Muy Woody Allen. Banda sonora del documental que ya nunca rodará.

      Responder

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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