Dejo a continuación un nuevo avería dedicado en esta ocasión a la reedición de un disco brutal, libre de The Replacements: Tim. El cual recomiendo leer escuchando uno de sus temas: «Little mascara».

Tim

Estoy alucinando desde hace unos días con la nueva mezcla de Tim  realizada por Ed Stasium. Se publicó hace un año pero, por una razón u otra, no la había escuchado con detenimiento y la verdad es que es una delicia. Un puñetazo frontal.

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A estas alturas, cualquier seguidor de The Replacements ha de conocer la historia. La mezcla del cuarto álbum de estos trogloditas fue llevada a cabo por Tommy, (el batería original de Los Ramones), pero ninguno de los componentes de la banda salió muy satisfecho.

El álbum era sensacional pero su sonido se encontraba un tanto opacado, enlatado. La banda se escuchaba un poco encajonada, como si alguien los hubiera grabado tocando en una sala contigua. Suenan bien pero les falta fuerza. Y como Westerberg y compañía bastante tenían con mantenerse en pie, no caerse por un barranco, tampoco hicieron mucha presión. Al fin y al cabo, lo de The Replacements fue siempre un suicidio en vivo y en directo. Eso sí, un hermoso, un bello suicidio. Tan bello que me cuesta citar cinco o seis bandas que me emocionen más que ellos.

No soy de lágrima fácil. Tampoco difícil. Pero hay cuatro o cinco canciones de ellos que me llevan a otra dimensión. Casi que me hacen llorar. En el caso concreto de Tim, «Bastards of young» y, sobre todo, «Swinging party». Escucho esta última canción y pienso al momento en adolescentes, en Corazón salvaje, en muchachos aun inocentes que creían en el rock. Creían tener en el rock un arma salvaje contra la opresión.

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No descubro nada. La red está plagada de elogios hacia esta reedición. La mezcla de Stasium devuelve a Tim su sabor original. El que nunca pudimos degustar. ¡Qué puta maravilla! La voz de Westerberg suena cruda, hiriente. Retumba y suena real. Y la banda, en general, suena como una locomotara antigua. Basta, muy bien engrasada, llenando de crujidos y sudor las canciones.

Tim sabe a bourbon, a locura, a borracheras sin descanso. A todo lo que tenía que haber sido siempre el rock and roll. Pero, al mismo tiempo, es un álbum contenido, lleno de matices y sensibilidad. Es la mezcla perfecta entre el punk, el rock de los 70 y el lirismo del pop de los 60.  ¡Y resulta genial escucharlo como siempre tuvo que sonar!

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Tal vez sea Tim el mejor álbum de la banda. Nunca había pensado eso. Hasta ahora mi favorito era Let it be. Un disco sucio, alocado, lleno de talento, de vida. Una bomba que fusionaba los discos de New York Dolls con los de los Stones y al mismo tiempo, poseía un toque lírico y trasnochado. Un puñetero perro viejo, un vagabundo.

Tras escuchar la mezcla de Stasium,  tal vez ahora elegiría Tim. Una obra que lo tiene todo. Conserva efluvios del espíritu punk, suicida de los dos primeros discos de la banda. Es también un vaso sucio, ropa destrozada. Pero, a su vez, posee un toque lírico muy acusado que recuerda tanto a The Byrds como a Gram Parsons, R.E.M y al nuevo rock americano. Y, por supuesto, sobre todo, a Alex Chilton y sus Big Star.

Tim es un aullido. Pero un aullido modulado que no se convierte en el habitual estornudo, corte de mangas que los miembros de la banda solían dar a la industria cuando todos los ojos estaban puestos en ellos. El álbum posee además una vertiente poética, literaria. Sabe a beat generation, a libro de kerouac, a borracherra de Gingsberg. Westerberg era un gran lector de Tenesse Williams y Flannery O’Connor y algo de su literatura está presente en el espíritu de Tim. También hay por cierto algún que otro versículo bíblico que confiere un toque más rotundo a una obra que era un enorme tonel de cerveza. Un desembarco pirata que no evoca tan sólo guerras y sangre. También cierta madurez.

Tim es un atardecer. Varios tipos dándose cuenta, airados, que no van a poder ser adolescentes toda su vida. Que lamentablemente tienen que crecer, pero aún así gritan, aullan. Eso sí, el álbum tenía una portada terrible que no ayudó nada a las ventas. Tampoco su título lo hizo. La típica cafrada del grupo.

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En la historia del rock, The Replacements no ocupan un lugar central. Se puede entender perfectamente la historia del rock sin su discografía. Pero al menos para mí, el rock no sería el mismo sin The Replacements. De hecho, si una banda le insufló vida, le hizo un boca a boca en los 80, esos fueron ellos. Tal vez también, de otro modo, Hanoi Rocks.

Cuando la MTV convertía la laca y la imagen en una ley, The Replacements iban a su aire, despeinados, mal vestidos. Nadie sabía cómo venderlos. Qué hacer con ellos. Eran buenos, muy buenos, pero jodidamente irrespetuosos. Tenían un toque glam pero seco y barriobajero. Bebían demasiado. Estaban hambrientos. Eran los putos desheredados de la era Reagan. Huckleberry Finn pateando una guitarra, un cubo de basura.

En la era de Madonna, ya nadie se acordaba del punk. Ni los mismos punks se creían los cuentos del nihilismo. Todo el mundo moría por aparecer en el Live Aid. Darle la mano a Bob Geldof. Ser cabeza de cartel de festivales. Poner música a un anuncio de un refresco. Los cantantes se volvían locos con las hombreras. Y, sin embargo, estos tipos aparecían desastrados en las portadas, tenían serios problemas con el alcohol, eran irrespetuosos. No querían hacer vídeos. Se sentían incómodos saliendo en televisión. Convirtieron, de hecho, sus incursiones en la tele en incendios.

Su aparición en el Saturday night live es mítica. Fue una batalla, una guerra, un puto desastre que les cerró todas las puertas pero, sin embargo, puso de relieve la importancia del rock. Su capacidad de provocar estupor, contestar contra quien fuera o sobre lo que sea. Salieron con los instrumentos desacoplados, sonando a un volumen infernal y luego destrozaron sus habitaciones. Nadie sabía qué coño querían estos tipos. Pero cuando estaban inspirados eran la mejor banda de rock del mundo. Revivían el blues y los temas de los Stones. Convocaban el espíritu de John Lee Hooker, del Misisipi. Eran un tornado sólo comparable a Tom Waits.

Los fan los amaban y también los odiaban.  Nunca se sabía qué iba a pasar con ellos. Sus conciertos eran casi un local de ensayo. Lo mismo hacían recitales plagados de versiones mal entonadas que transformaban una noche anodina en un cohete épico. Siempre que tuvieron una oportunidad de triunfar a lo grande la desperdiciaron.  Vivían en el caos. Eran el caos. Los problemas con el alcohol de Bob Stinson les obligaron a echarlo en medio de giras y procesos creativos que eran un infierno, una cacería, pero en las que también aparecía la magia. Esa crudeza y esa locura que convirtieron la existencia de The Replacements en una oda al rock. Un suicidio, como dije antes. Un bello sucidio.

Tim, esta edición de Tim,  la enérgica, cruda, potente mezcla de Ted Stasium nos permite rememorar, incursionar en los años vibrantes, álgidos de esta locomotora. Shalam

فالرجل الذي يعترف بجهله صراحةً خير من الذي يتظاهر بالنفاق.

Es mejor el hombre que confiesa francamente su ignorancia que quien finge con hipocresía