He escuchado muchas veces durante los últimos años Tilt. Supongo que en más de una treintena de ocasiones me he sumergido en esta experiencia. Y todavía hoy no encuentro palabras para definirla. No es que existan detalles en esta obra de arte que olvide durante el tiempo que transcurre entre una audición y otra o de los que no me hubiera apercibido en su momento. No, no se trata de esto. Si fuera así, probablemente no volvería a la obra una y otra vez como quien bebe la sangre de Cristo esperando renacer. Se trata más bien de que a veces, siento que lo estoy escuchando por primera vez. Que no supiera nada hasta entonces de este disco. En más de una ocasión, me he girado sobre mí mismo y me he preguntado: ¿se encuentra realmente esta canción en Tilt o pertenece a The Drift o a Pola X? Y sí, no encuentro respuesta. Hoy de hecho ha sido la primera vez que he contemplado detenidamente la portada y me he vuelto a reencontrar con esa sensación de desorientación maravillosa a la que me conduce este músico. Realmente, no he podido encontrar palabras para definirla. Verla ha sido como recibir un bofetón en plena cara. Un encuentro con un misterio sacro. E, inmediatamente, Scott Walker ha comenzado a ejercer como sacerdote de ese rito en que se está convirtiendo parir Ruido del arte. Pues conforme su voz tenue y leve sobrevolaba mi habitación, no he podido evitar escribir desaforadamente historias protagonizadas por caballeros luchando en torno a un castillo donde no vive nadie. Shalam
الصبْر مِفْتاح الفرج
La lluvia sólo es un problema, si no te quieres mojar
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