Acabo de realizar la primera revisión de varias que vendrán de Martillo antes de su publicación y creo que es un buen momento para hablar de la música que me ha acompañado escribiéndolo. En este caso, un gran número de temas sueltos entre los que destacan varios que habré escuchado al menos cien veces mientras urdía el texto. Hoy haré referencia a algunos de ellos y mañana a los restantes.
Ahí van:
Alphaville: «Big in Japan».
¿Hay algo que añadir sobre esta melodía inmortal? Basta escucharla para imaginar ciudades perdidas en medio de desiertos, repletas de arlequines y payasos que maúllan y bailan como camellos. La llama nunca se apaga. Es imposible para quienes se dejan alumbrar por los ritmos de la lírica eterna y una voz que no importa que sea hortera o tiña de dulzura la épica, porque algunos nunca vamos a olvidar. ¿Qué importa lo cursi que seamos si al fin y al cabo de lo que se trata es de amar y no pasar una noche más en soledad? ¡Basta ya de tanta rigidez! Escribe como si tocaras un teclado o un órgano. Como si besaras a una persona que acabaras de conocer mientras la lluvia cae.
Scotch: «Mirage».
Música sin complejos. Para ligones de discoteca y adolescentes destinada a hacer bailar a panteras, peces y mujeres hasta altas horas de la madrugada. Cada vez que escucho este tema, pienso en muchachos viajando y trabajando en la costa del mediterráneo en sus veranos. Y confirmo que la vida sólo se vive una vez. Y hay permiso y posibilidades en ella para todo. Incluso para soñar que somos un efrit azul que puede conceder todo tipo de deseos, o un monstruo que emerge desde el fondo del espejo con un martillo en sus manos dispuesto a fragmentar y recomponer el mundo una y mil veces.
Kavinsky and nightfoxx: «Nightcall»
No importa cuántas veces se escuche y cuán popular sea, basta con sumergirse en «Nightcall» para sentir que todo es posible en esta vida. La canción es un pelotazo hacia el infinito. Lo más parecido a volar en una nave espacial. Un recordatorio de que existen personas y momentos y libros y películas especiales y sólo por eso ya merece la pena vivir. Al fin y al cabo, la tristeza es únicamente la condición necesaria para que brote la alegría y las sonrisas sean, sí, sinceras y reales y acaso también verdaderas.
David Bowie: «Time will crawl».
«1984».
«Big brother».
«Absolute Beginners».
Cuatro temas del camaleón, ¿cómo si no?. Dos que nos hablan del alienamiento y el aislamiento. Ideales para escribir con el pulso de la época, sintiendo los latidos del corazón de tantos ciudadanos doblegados bajo la mano firme y sin piedad del Gran Hermano. Y otros dos, concebidos para dejar volar la imaginación. Pura fantasía que consigue hacernos abstraernos de la realidad. Mirarla a través de un prisma de colores pensando que podemos cambiarla, como siempre que se escucha la voz de Bowie. Un crustáceo que me obliga a retorcer las palabras al escribir, intentando que de la página en blanco emerjan formas impensables hasta ese momento.
Grace Jones: «Slave to the Rhythm».
El ritmo de una década condensado en una canción. Música para hacer moverse a las jirafas y las panteras, escuchar en la selva o recorriendo ciudades modernas. Un tema que no envejece nunca. Se mantiene joven como los ojos de los tigres y los rugidos de los leones. Está llena de sonidos ideales para hacer el amor en las calles. Cuando escucho esta canción, pienso inmediatamente en decenas de esclavos peleándose para salvar sus vidas mientras un monarca los contempla desde la azotea de un castillo. Y también pienso en sexo. Orgasmos que duran un poco más de lo normal. Mujeres y hombres apareándose sobre una colina.
Metallica: «The call of ktulu».
Estamos perdidos en medio de una selva. Cabalgando a lomos de un caballo blanco en dirección a un reino donde nos esperan ciento y un mujeres que cuelgan de los árboles. Y tenemos una sola misión: fecundar a una de ellas. Penetrarla hasta el fondo o ser decapitados.
Estas son las palabras aproximadas que pronuncia el protagonista de Martillo cuando hace referencia a esta canción de Metallica que homenajea con entereza a la obra de H.P. Lovecraft durante la narración. También se imagina lo siguiente al escucharla: que corre perseguido por cientos de salvajes en una tierra extraña y debe comer la carne de un náufrago para sobrevivir. O que un dinosaurio se ha levantado de su tumba, está caminando y haciendo retumbar el mundo. Y los pueblos mayas han resucitado y desde las selvas de Chiapas y Guatemala avanzan desde México hacia Norteamérica con el odio clavado en su rostro. Obviamente, nosotros podemos imaginarnos también que una puerta se ha abierto y que tenemos visita: ese monstruo repleto de escamas llamado Chulthu que viene a reclamar lo que es suyo. El planeta tierra y el alma de sus habitantes. Shalam
الصبْر مِفْتاح الفرج
Quien está enamorado de las perlas, se tira al mar
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