Si teníamos alguna duda, la estafa llevada a cabo por las élites en la última década en Europa, nos las ha terminado por aclarar todas. La educación es pornografía. El deporte es pornografía. El periodismo es pornografía. Las empresas farmacéuticas son pornografía. La literatura es pornografía. La música es pornografía. La televisión es pornografía. La alimentación es pornografía. La política es pornografía. Los nacionalismos son pornografía. El FMI es pornografía. La monarquía es pornografía. La República es pornografía. Internet es pornografía. La OTAN es pornografía. Los negocios son pornografía. La publicidad es pornografía. El gobierno es pornografía. El amor es pornografía. Las empresas son pornografía. Y, por supuesto, el arte es pornografía. Y no digamos ya, el mercado de compra y venta de obras de arte y las consabidas Bienales y Ferias. Algo que, en cierto modo, nos indica que los grandes artistas de hoy en día, o bien están lejos de esos centros exhibicionistas o bien deben convertirse en buena medida en pornógrafos, lúcidos fornicadores del intelecto, para conseguir incidir -si esto es posible- de algún modo en la realidad; o al menos, ofrecer una metáfora eficaz que sirva para representar el mundo y sociedad en donde nos encontramos.
Quiero aclarar que, en mi mundo, bandas como W.A.S.P., Deep Purple o The Residents, las novelas de ciencia ficción de serie B o Los 4 fantásticos de John byrne son mucho más importantes que los viscerales juegos artísticos de Santiago Sierra. Lo que no significa que su obra no tenga interés para mí. Muy al contrario, lo considero un artista valiente. Un iconoclasta ácrata y anárquico sin credo alguno capaz de reírse tanto del nihilismo y la religión como del toro y los toreros. Alguien que, al contrario que los políticos, no tiene complejos en mostrar sus contradicciones al desnudo. Aprovecharse de las reglas del sistema para edificar una obra que cuestiona y rompe los límites del arte contemporáneo, las peformances y demás manifestaciones crecidas al calor del desarrollo de las sociedades industriales y el apogeo de la obra de Marcel Duchamp, John Cage, Fluxus, el minimalismo y las vanguardias. No tanto en su caso con la intención de escandalizar sino más bien de mostrar hasta qué punto la perversión política y social termina por convertirnos en pervertidos a todos. Y en primer lugar, a él.
Puesto que Santiago Sierra no ha sido hasta ahora alguien importante -repito- dentro de mi mundo, no conocía una de sus más famosas y escandalosas (adjetivo casi redundante cuando se habla de él) indagaciones amorales: Penetrados (2008). Un vídeo de 45 minutos dividido en 8 actos donde es posible contemplar un gran número de variantes relacionadas con el sexo anal. Según parece, la obra nació de la necesidad de realizar una reflexión sobre los temores que la inmigración desataba en el imaginario occidental. Entre los que destacaba, la posibilidad de que los recién llegados pudieran terminar dando por culo a quienes habitaban la tierra de acogida desde tiempos inmemoriales (o no tan inmemoriales). Es decir; que realmente lo que Santiago Sierra trataría de revelar con su obra es que el miedo a la inmigración y al «otro» se encuentra relacionado con el pánico a la sodomización, dado que, en gran medida, la tierra que se defiende es sinónimo del cuerpo que poseemos así como del de nuestros cónyuges, hermanos y esposas o madres. Por tanto, la pausada contemplación de las imágenes debería funcionar como catártico acto de aceptación de ese temor. Y tal vez, podría contribuir a abrir un hueco en nuestra mente, corazones (y culo) a la deseada integración con los migrantes de otras razas (o no).
En esencia, esto es lo que Santiago Sierra o sus comisarios nos dicen. Y así es como, supuestamente, habría que interpretar la aséptica bacanal. Pero a estas alturas, si no soy tan ingenuo como para creerme una sola palabra de un político o un telediario, ¿cómo me voy a creer las afirmaciones de un artista tan consciente de la manipulación lingüística y visual que se ejerce diariamente sobre los ciudadanos en los mass-media y el arte? ¿Cómo puedo no dudar de alguien que cuestiona el lenguaje y lo pervierte hasta el límite, haciendo de este acto una de las claves de toda su obra?
En realidad, pienso y siento que todo lo que Santiago expresa (cuando lo hace) de sus propias creaciones, es parte importante de la obra y por ello, me da exactamente igual para mi disfrute o comprensión, lo que comenten los críticos de arte (manipuladores elitistas del lenguaje a los que Santiago ha pegado más de una ostia en alguna ocasión) como quienes se escandalicen ante sus proposiciones sin molestarse en comprender el lugar de donde brotan sus perversiones artísticas. El mismo que da lugar a la perversión política y mediático-social con la que convivimos habitualmente.
Comento esto porque si, por lo general, me suelo dejar llevar por mi propia intuición para disfrutar de las obras de arte, el caso de Penetrados no iba a ser diferente. Un texto audiovisual que me relaja y me provoca gran satisfacción contemplarlo no tanto por las palabras de Santiago Sierra sino por las conclusiones que yo mismo extraigo. ¿Cuáles son éstas? Las intentaré expresar con la mayor claridad. Para mí, Penetrados es una puesta en imágenes de lo que con absoluto desparpajo -y desde el 2007 en nuestra parcela de mundo de manera mucho más acusada- ha realizado el capitalismo global. Convertirnos a todos en consumidores. O lo que viene a ser lo mismo, esclavos del aparato empresarial. Sin importar si somos pasivos (dominados) o activos (dominadores) o nuestra raza o religión, pues, al final, debido a la misma naturaleza perversa del sistema, todos quedamos atrapados dentro de las reglas del juego impuestas. De hecho, básicamente lo que han realizado las élites es instalar el sadomasoquismo sexual y psicológico en los centros de gobernación, universidades y demás espacios donde exista una pequeña parcela de poder por ganar. Sentarse a disfrutar del banquete, mientras los ciudadanos competíamos unos con otros en espacios donde apenas hay ya vínculos de amor, o trabajábamos a cambio de una limosna de la misma manera que los participantes en Penetrados dieron y se dejaron dar por culo, ofrecieron su intimidad y en parte la perdieron, por 250 euros aproximadamente.
Hace unos años, sí, el capitalismo decidió que nos iba a dar por culo como siempre aunque más intensamente. Hace unos días, leí, por ejemplo, que el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, proponía (¿será verdad?) que los trabajadores despedidos por las empresas pagaran una indemnización a su hasta entonces contratante. Pero obviamente, él no se va a manchar las manos en la fábrica como tampoco lo hace Santiago Sierra (aquí sinónimo de empresario capitalista). Debemos hacerlo nosotros, ya sea sodomizando o siendo sodomizados, pasando a formar parte de esa sociedad del espectáculo basada en la pérdida de los derechos y deberes públicos y la de la privacidad individual y colectiva.
A mí, sí, Penetrados me relaja porque Santiago Sierra utiliza imágenes tan cínicas, perversas y despojadas de toda humanidad como el lenguaje hablado por los poderosos en la intimidad (el cual llega a nosotros lógicamente edulcorado y transformado por la publicidad mediática). Porque, aunque de una manera muy diferente a la elegida por Pier Paolo Passolini en Saló, viene a decirme con absoluta claridad que el poder puede hacer (y está haciendo), lo que desee con nosotros: registrar un tweet, introducirse en nuestros correos electrónicos, hacernos participar en ridículos concursos televisivos. Y que, en esencia, goza viendo cómo nos damos por culo unos con otros sin descanso por un trozo del pastel puesto que de esa incestuosa comunión se alimenta y come, como en este caso particular lo hace Santiago Sierra (y lo suelen hacer los políticos) al transformar el arte en pornografía, ya sea para denunciar esta situación o constatar que todo, absolutamente todo lo que nos rodea, se ha acabado convirtiendo en mercancia, fetiche u objeto de consumo. Entre otros objetos, claro, nuestro culo.
Creo que en un mundo donde tanto la educación, la alimentación o la sanidad son pornografía, lo mínimo que se puede pedir a los artistas es que muestren con absoluta claridad esta situación. Sin más ambigüedades. Y para ello, es necesario que sintamos que, en el fondo, el que nos está dando por culo es el autor. Y que nos la está metiendo tan adentro como suelen hacerlo los políticos cotidianamente, consiguiendo no sólo financiación ingente sino grandes beneficios y premios a un proyecto artístico que, en suma, es reflejo y símbolo del mundo en que vivimos. No se diferencia en nada de él porque es producto y símbolo de su cotidiana perversión. Arte decadente que, al fin y al cabo, no es más que producto de una sociedad decadente que, en su mayoría, -dado la manipulación existente- se siente orgullosa y obligada a persistir en sus miserias. Jugueteando gozosamente con una idea: ser destruida para poder sobrevivir. Shalam
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