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Risa y soledad

Abr 26, 2019 | 0 Comentarios

Supongo que el haber publicado una novela –El jardinero– en Jekyll & Jill me debería incapacitar de por vida para referirme a los libros de su catálogo. Y así lo haría si me dejaran indiferente o no me suscitaran deseos de escribir de ellos. Pero no es ese es el caso. Porque por ejemplo, 5 -el reciente texto publicado de Sergio Chejfec- es un interesante puerto artístico lleno de sutilezas, concavidades y brumas narrativas que ahonda en esa búsqueda de la experiencia literaria a las que nos tiene acostumbrados el escritor argentino. De hecho, es una balanza lingüística donde se retoma una experiencia bien conocida por sus habituales lectores -su estancia en la residencia de escritores y traductores de Saint-Nazaire donde dio luz a Cinco– que da como resultado un segundo texto llamado Nota que es una indagación sobre los gérmenes y raíces de la creación que deja en suspenso -como suele habituar en él- cualquier conclusión clara sobre los mismos.

Se percibe ciertamente que Chejfec medita cada párrafo aunque al mismo tiempo parece que está improvisando. Chejfec no es un tenor. No le gusta ocupar el lugar principal. No es Charlie Parker ni John Coltrane ni tampoco Thelonious Monk. Más bien parece un músico secundario que disfruta estando en segundo plano. Pero lo maravilloso de sus textos es que las palabras que emergen de ellos poco a poco van ocupando el escenario inundándolo de magia hasta influir decisivamente en la acción principal. Y todo eso a pesar de que ocultan tantos caminos, interpretaciones y significados como los que abren. Chejfec narra en 5 como un fantasma. Como si no supiera bien qué está haciendo ni por qué pero hubiera un mandato que le obligara a hacerlo. Por eso, su texto se impone incluso a su propia voluntad. Y termina convirtiéndose en otra estupenda radiografía de «las afueras» del hecho literario. Un teorema creativo que se destruye y rehace constantemente.

En realidad, lo mejor de 5 es que no sólo explica mejor a Cinco sino al propio Chejfec sin por ello desvelar las claves de su misterioso estilo. Un estilo inimitable y que en otras manos quedaría abocado al ridículo pero que aquí se despliega con tal efectividad que logra hasta divertir sin dejar de hacer reflexionar sobre las cualidades de la escritura. La voz de Chejfec es casi muda y sorda. Se encuentra oculta pero no deja de hablar. Y ahora da otra vuelta de tuerca de más. Nos cuenta cómo compuso uno de sus libros para dejarnos en la misma opacidad de siempre. En ese agujero lleno de palabras que es su literatura. Una oda a ese vacío que hay en la escritura. Una muestra en definitiva de que las palabras no llenan huecos sino que los descubren.

Por otra parte, desconozco si a Andrea Valdés le gusta el cine de Jean Luc Godard y hasta qué punto conoce su filmografía. Pero dado que el diseño de la edición de Distraídos venceremos, me remite a los 60 y en concreto, a los ensayos sociológicos y antropológicos procedentes de Francia, no he podido evitar leer su texto como si fuera realizado por una fan del cineasta suizo o una vieja estudiante de la Sorbona que por azar hubiera sido trasplantada a nuestro tiempo. Más que nada porque Distraídos es un libro vivo y rabioso. Un periódico de sociología, una reflexión, una biografía y  una confesión secreta sobre filias y fobias. En esencia, sí, uno de esos artefactos que, como Al final de la escapada, Pierrot el loco o Alphaville, obligan a plantearse la esencia de su naturaleza artística a medida que la van explicando en cada una de sus páginas.

De hecho, Distraídos es una obra que, sobre todo, crea inquietudes. Tanto es así que no he podido evitar adquirir varias de las autobiografías que cita o dirigirme ansiosamente a internet para saber más de las vidas de muchos de los escritores de los que se habla en sus páginas: Maura Lopes Cançado, Héctor Libertella, Jorge Barón Biza, María moreno, Gloria Anzaldúa, etc. Todos en gran medida heteredoxos. Excéntricos, dispersos y rebeldes. Inclasificables, batalladores y pasivos y en gran medida abocados a algún tipo de experiencia límite. A una ruptura emocional y psicológica que los convirtió en artistas a pesar de sí mismos al hacer de su vida una novela cuya fuerza dramática era superior a cualquier narración artística y poner la locura en el centro de su obra junto a la sinrazón, el desquicie y las neurosis agudas. La risa y la soledad.

El texto de Valdes me recuerda a una fruta. Tal vez a una piña. Combina dulzura y acidez y se encuentra lleno de jugo. Es casi un documental. Un reseña. Un momento de vida. Un instante. Porque lo mejor que se puede decir de él es que además de los escritores que da a conocer, tiene visos de novela o de poema. Es una ametralladora poética que convence más por su sensibilidad que por su erudición y huele a Bossa Nova y a exotismo latino por todos sus poros. Pero también a canción francesa de autor. A banda sonora de película de la nouvelle vague. Aunque, en esencia, tan sólo describe el vacío y la respiración que hay en una serie de textos biográficos cuya confusión genérica ha ayudado a mantenerlos vivos en el tiempo.

Distraídos no es una tesis. No tiene nada que enseñar ni mostrar. Absolutamente nada que ratificar. Más bien, es una confesión. Una llaga. Una huella. Un homenaje. Un trozo de carne puesta a remojar. Una toalla húmeda arrojada en medio de la cultura del espectáculo que añade vértigo y diversión al ensayo contemporáneo.

En realidad, no sabría decir en qué momento cambiaron los ensayos durante el siglo XX. Cuál fue el momento justo en que se disgregaron en cientos de partículas dando cuenta de la absoluta falta de certezas contemporánea y la crisis de la disertación científica tradicional. Pero sí que el de Andrea serviría como ejemplificación del salto que ha dado este género en un siglo. Tal vez desde que mayo del 68 obligó a destruir la Academia para construir visiones alternativas y libérrimas dentro de los que se enraiza perfectamente Distraidos: un mordisco a la tradición literaria ortodoxa. Un incisivo arañazo de uñas a la literatura que pone en primer plano la «escritura». El instante en que se forja. La herida a partir de la que surge. Una escritura parecida al Bop que, en vez de seguir al pie de la letra las prédicas analíticas, las golpea. Pues, en cierto modo, se encuentra más cerca de la novela que de la reflexión pura y dura. Demostrando que todo está por decir y conocer y que seguimos sin saber demasiado sobre los escritores y sus libros por más que algunos decidieran dar a conocer ciertos acontecimientos de su vida. Shalam

القافِلة تسير والكِلاب تنْبح

Hasta las ruinas han perecido

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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