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Nightlife

Mar 19, 2018 | 0 Comentarios

Posiblemente Nightlife no sea el mejor album de Pet Shop Boys pero sí el más divertido. Nightlife es un disco hecho a la contra. Un disco que se ríe de las expectativas. Cuando apareció, Neil Tennant y Chris Lowe eran respetados mundialmente. Tras años y años de trabajo arduo, Pet Shop Boys habían encontrado el abrazo del público refinado y culto que consumía pop y habían dejado hace mucho de ser considerados una broma. Un grupo para adolescentes. Todas las miradas estaban puestas en ellos y reaccionaron como acostumbraban a hacerlo. Con sentido del humor. Haciendo lo que les daba absolutamente la gana.

Cuando algunas mentes iluminadas esperaban el Queen is dead de la era techno, ellos respondieron con un disco lleno, sí, de sofisticación pero también de pachanga. Haciendo guiños al futurismo trasnochado, acordándose de Boney M y Chic y ampliando, aún más si cabe, los límites del kitsch. Este cambio de rumbo nos dejó a muchos descolocados y costó bastante empatizar con el disco. Pero, con el paso de los años, Nightlife sólo ha hecho crecer. Porque es un Lp fresco y sin prejuicios. Cuando es divertido, lo es hasta el extremo y cuando es melancólico, también lo es. Tal vez su mayor defecto es su irregularidad. Por ejemplo, Behaviour era totalmente otoñal. Un disco reflexivo sin altibajos. Instropective, un incontenible mazazo de house. Y Very, un disco de pop sideral imparable. Pero Nightlife ni es totalmente bailable ni totalmente reflexivo. Se encuentra situado en tierra de nadie.

Neil y Chris se habían tintado el pelo de rojo y parecían japoneses de esos que se tiraban horas y horas jugando a la Nintendo. Y no se sabía bien si, en realidad, el disco era una jocosa e inteligente broma que pretendía llevar a cabo una reflexión irónica sobre la música de baile contemporánea o era un profundo homenaje a las discotecas. Algo que, ciertamente, ya no tiene importancia, teniendo en cuenta que probablemente era, ante todo, un corte de mangas de Neil y Chris a quienes intentaban marcarles el camino. Razón por la que no se cortaron a la hora de colaborar ni con Kilye Minogue ni con Craig Amstrong o David Morales. Creando finalmente una batidora avasalladora de sonidos ambivalentes y festivos que, con el tiempo, he acabado adorando.

Nightlife es el disco trash de Pet Shop Boys. Su disco basura. Un disco en el que jugaron en parte a ser Sigue Sigue Sputnik y en parte, a ser los Smiths del techno.  Nightlife es por eso, hedonismo y tristeza. Una obra nocturna para entrar saltando a las discotecas y para llorar recordando ciertos momentos sentimentales. Una locura que reflejaba, al fin y al cabo, perfectamente, la esquizofrenia de fin de siglo  y, en cierto sentido, ya apuntaba muchos de los callejones sin salida por los que se estaba derrumbando la música pop.

Tuve la oportunidad de asistir a la presentación de este disco en Valencia, y debo decir que el concierto fue otra locura. Neil Tennant apareció con falda, secundado por marineros negros cuyos bailes lo mismo recordaban a Querelle de Fassbinder que a Village People. Chris, en su discreto segundo plano, deformaba los clásicos de la banda con un sintetizador que los llevaba a otra dimensión. Haciéndolos más contemporáneos y hedonistas. Clásicos de club fabricados especialmente para un Occidente consumista hasta la extenuación. Y el público -rotas completamente sus expectativas- no sabía si bailar o quedarse quieto, reír o llorar. Un hecho que sólo hace agrandar el recuerdo de un disco con el que Pet Shop Boys ametrallaron a sus seguidores, dándoles la misma ración de pop de calidad que acostumbraban pero, eso sí, con un envoltorio muy distinto al usual. Algo tan perverso como intencionado porque Nightlife es, sin dudas, un disco confuso que refleja a borbotones y por ello mismo perfectamente, la marea travestida moderna. Es una obra, en resumidas cuentas, frívola y maliciosa. Shalam

إنَّ الْهَدَيَا عَلَى قَدْرِ مُهْدِيهَا

La alegría es la mejor enfermera

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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