Hoy he pasado casi una hora viendo una actuación televisiva de Alaska y Dinarama, interpretando su clásico «Ni tú ni nadie» y he de reconocer que desde que he escuchado el riff de guitarra con el que comenzaba la canción, me he sentido embrujado. Esa melodía mira de costado a la modernidad y a un pasado mítico y parece haber sido compuesta por personajes que llevaban a cabo rituales a la luna mientras consumían cocaína. E inmediatamente, me he acordado del punk neoyorquino, la música disco setentera, la Bruja Avería, decenas de noches de drogas y alcohol, Aha y su «Take on me», el divorcio libre o de Thriller. Y desde luego, la explosión de sensaciones no se ha detenido al escuchar esos teclados salidos de una sintonía de dibujos animados que tenían un ojo puesto en Giorgio Moroder y otro en las sintonías televisivas, o al volver a ver a un Carlos Berlanga más inspirado y atractivo que nunca superando sus miedos y timidez frente al micrófono. Por supuesto, ha sido impresionante confrontarme con una joven Olvido Gara. Que estaba realmente desatada y controlaba el escenario como si fuera el patio de su casa. Y he disfrutado también mucho con el look kitsch de la banda inspirado en Pesadilla en Elm Street, las novelas de Stephen king, los zombies de George A. Romero y seriales como Los Monsters y Los Addams. Aunque llegados a un punto, simplemente me he dejado llevar por las imágenes que se agolpaban sin descanso en mi mente: la feria de Arco abriendo sus puertas a sus primeros visitantes. Cómics de superhéroes y discos de Kiss superponiéndose a textos de Marcial La Fuente y Camilo José Cela. Almodovar dando vueltas por allí. Mariscal realizando dibujos sin cesar. Star Wars Vs Galactica. Brujería. Droga y más droga. Sexo libre. Hijos ilegítimos. David Bowie. El glam. La liberación sexual, etc.
En fin, debo reconocer que podría continuar hilando recuerdos de una canción que resume perfectamente la era en que dios era un gramo de heroína, Madrid el cielo y los españoles sus profetas. Me basta con pincharla unos segundos para que mi mente vuele libre y retome la felicidad que sentí al escucharla en mi infancia y que aún hoy no se ha extinguido. Y confío que jamás se vaya. Aunque sucede que, dada la apocalíptica situación social que muchos españoles se encuentran viviendo actualmente, el despliegue de decibelios de Alaska y Dinarama me obliga a preguntarme por lo que hasta ahora no veíamos (o no queríamos ver) de los años de la Movida. Es decir, me hace interrogarme dónde se encontraban los hijos de Franco cuando Alaska elevaba sus brazos y comenzaba a recitar esta pegadiza melodía. Y lo que veo no me gusta en absoluto.
Todos los herederos del franquismo se encuentran detrás de los focos. Dejando que el PSOE de Felipe González embauque a la población. Ofrezca una imagen de apertura y libertad del país que en realidad, no es más que una puerta de entrada hecha a medida del capitalismo. Me los imagino a muchos de ellos intentando convencer a los militares de que no saquen los fusiles y se contengan porque el dinero que va a llegar a España les va a compensar cierto tipo de afrentas como que los homosexuales se besen públicamente o los jóvenes drogadictos aparezcan cantando canciones incomprensibles en televisión. Y también los visualizo escupiendo al suelo, insultando a Olvido y Carlos mientras desarrollan su actuación en televisión, pero tranquilos porque no van a ser juzgados por sus crímenes y torturas. Y además, probablemente gracias en gran medida a esas fiestas donde la droga campa a sus anchas, muchos ciudadanos se olvidarán de ellos. De hecho, ya sea por el dinero que reciben a mangas anchas o porque estarán más preocupados en girar por allí y allá y no autodestruirse que en vengarse, los músicos se encontrarán ajenos a muchos de los problemas políticos del país. Y desde luego, en muy pocos casos, se dedicarán a intentar hacer justicia con quienes tuvieron secuestrada España durante décadas.
Supongo que se comprende lo que deseo decir. Adoro la música pop española de los 80. Y creo que el talento de muchos de sus músicos es absolutamente indiscutible. Pero entiendo que la Movida fue un acontecimiento que interesaba al poder y por ello fue permitido. Porque como ya he dicho antes, mientras miles de jóvenes españoles movían sus cabezas locamente frente a los nuevos héroes del pop, los descendientes de Franco iban posicionándose tranquilamente en la nueva sociedad. Pasando desapercibidos y presentándose como gente democrática. Algo que por supuesto nunca fueron. Tal y como están mostrando ahora en que, acabados los años de bonanza capitalista (del crecimiento a base de deuda), han vuelto a apoderarse del país no exactamente con un golpe de estado. Pero casi. De hecho, lo que deben estar soportando miles de familias de España por una atropellada mayoría absoluta no tiene nombre. Tanto que estoy convencido de que durante estas navidades, habrá más de uno que haya pedido a los reyes magos que le hagan el favor de hacerle desaparecer de este mundo para siempre y jamás. Shalam
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Si aconsejas al ignorante, te tomará por su enemigo
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