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Muerte entre las flores

Sep 24, 2021 | 2 Comentarios

Muerte entre las flores es uno de los más claros ejemplos de cine posmoderno de género que se me ocurren. Siendo adolescente, aluciné con ella. Pero varios días atrás la vi y me dejó un poco frío. Me sigue pareciendo una gran obra pero vislumbré ciertos manierismos en ella que, en su momento, por mi juventud no percibí y tienen mucho que ver, repito, con el posmodernismo. Esto significa que, aunque la película se puede disfrutar en sí misma, no terminan de comprenderse sus últimos alcances sino somos conscientes de las referencias a las que aluden muchas de las escenas El más claro ejemplo (entre muchos otros) es el comienzo. Un homenaje juguetón a El padrino que rompe las expectativas del espectador porque se desarrolla de modo contrario a la espectacular obertura del filme de Coppola. Un indicio al fin y al cabo de que lo que vamos a ver es una película muy diferente a las clásicas de gangsters precisamente porque, mas que apoyarse en ellas, las cita. Las utiliza como referencias y guiños al espectador cómplice. Lo que hace de Muerte una película que se puede disfrutar más incluso en una clase universitaria que en una sala. Un signo de los tiempos actuales. Del cine que se hace tras varias décadas de historia de este arte a sus espaldas que no puede (ni desea) obviar.

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Muerte es una de esas películas que pueden desesperar o proporcionar algunos de los mejores minutos de la semana en la vida de alguien. En eso me recuerda a la deliciosa El turista accidental. Si eres capaz de empatizar con el personaje interpretado por Gabriel Byrne (alguien que posee, en cierto sentido, otro referente célebre como el mercenario interpretado por Toshirō Mifune en Yoyimbo) puedes estar seguro de que vas a disfrutar mucho. Si no, te costará más. Porque, a pesar de lo cuidados que están varios detalles como la vestimenta y la fotografía y la dimensión espectacular de alguna que otra escena, Muerte es una película intimista. Es un filme de recovecos sinuosos. De silencios que han de interpretarse. De miradas cuya intención ha de adivinarse y de gestos que han de observarse una y otra vez.

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En realidad, Muerte entre las flores es más una obra que explora el engaño que la mafia. Los Cohen utilizan el género negro tanto como soporte al que homenajear como refugio en el que guarecerse pero el filme, repito, es posmoderno. Y por eso no es tanto un retrato de una época (que, en cierto sentido, también) sino una obra que se interroga por quién es quién. Explora el engaño y el artificio. Y se pregunta si existe aún algo de verdad en nuestro mundo de un modo diferente a las dos novelas de Dashiell Hammet en las que se inspira. Porque en Hammet, la interrogación era metafísica. La novela negra ejercía de duelo entre dios y el diablo. De oscura trampa para proseguir explorando la lucha entre el bien y el mal. Y también era un reflejo del sinsentido trágico del mundo. Pero en Muerte, esta interrogación es una muestra de ansiedad. Una prueba del cinismo de los tiempos contemporáneos. De una sociedad que ha perdido definitivamente los vínculos con la tradición en la que ya no importa quién es el bueno o el malo. Quién muere o vive. Porque se encuentra cimentada en la mentira. El fingimiento eterno. Y bien y mal se confunden inevitablemente.

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Obviamente, Muerte entre las flores se parece más a las películas de los años 40 de gangsters que a El padrino. De hecho, a veces incluso recuerda a el cine mudo. Puedo imaginar perfectamente algunas de sus escenas rodadas en blanco y negro acompañadas de rótulos y la música de un piano. Posiblemente porque aunque los Cohen describen bien la frialdad contemporánea, el ritmo del filme no es contemporáneo. Es mucho más un Charleston o un Ragtime que rock and roll. Recuerda, como también lo hizo posteriormente Boardwalk Empire, al más pausado y lento que identificamos con el de los años 20 y 30 del pasado siglo. Aunque obviamente, Muerte también marca su propio camino.

Generalmente, en casi todas las películas de este género, el protagonista es el capo. La acción se centra en un magnate o una familia del crimen y no en uno de sus subalternos. Pero aquí el principal carácter es un hombre sin apenas poder. Un secundario. Un inteligente lugarteniente. Algo que la separa de la tradición que con tanto ahínco vital e intelectual cita. Y, en cierto sentido, marca y sella el territorio Cohen. Un cine en el que el protagonista (como dejan claro Barton FinkEl gran Lebowski o El hombre que nunca estuvo allí entre otras) es el hombre común. El hombre medio norteamericano. El hombre perdido entre la multitud sometido a decenas de presiones para sobrevivir. El hombre mediocre pero real. Ese que no distinguimos entre los millones que forman un país pero que forma parte de sus venas tanto como el más rico empresario o el más célebre deportista. Shalam

الخوف له فائدته لكن الجبن  ليس كذلك

El miedo tiene su utilidad pero la cobardía no

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen:…sustituyo al pistolero por un arbol de su misma altura y al arrodillado por una manzana tambien de su misma altura……nadie lo hubiera dicho!…..
    2ºimagen:….sujetar en su mano derch un billete, de los grandes……
    3ºimagen:….eso no se toca|….ni pensarlo|…..
    4ºimagen:….si el farol de la izq estuviera encendido, hubiera sido un olvido o parte de una broma?……..
    PD:….https://www.youtube.com/watch?v=rXn_O8yECCQ…esta cancion, este autor revive al muerto de entre las flores, jajajjj…(atencion al instrumento y utilizacion de las «palmas»)…….

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Gigante y enano de cuento infantil. 2) Me uno a la partida de poker. sí. 3) ¡Padre! ¿Por qué no me confiesa? ¿Qué hice mal? 4) Tres villanos saliendo de un estudio de televisión. Sicarios que desean estar a la altura del Joker. PD: Buen tema. Me fijo en las palmas sobre todo. En los patines. La pregunta es si hay algún muerto en Muerte entre las flores. Pues todo parece mentira. ¡Es un decir!

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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