Basta contemplar unos pocos minutos de su primer filme, Accatone, para tomar conciencia de la clarividencia de Pier Paolo Pasolini. Alguien que fue capaz de centrar su mirada en un personaje grotesco, chulesco y peligroso (un proxeneta) dotándolo a la vez de rasgos que lo hacen querible. En el fondo, Pasolini visualizó al personaje (Accatone) interpretado con una desbordante naturalidad por un ácrata Franco Citti, como un mártir. Algo impensable en su momento y que todavía sigue sorprendiendo a día de hoy.
En realidad, Pasolini deja claro en una de las primeras escenas de Accatone su visión sobre el maleante. Me refiero a la bellísima estampa en la que lo contemplamos en paños menores, como un Cristo, junto a un ángel que porta una cruz, instantes antes de saltar al río para ganar una estúpida apuesta entre amiguetes. Un poco después lo veremos comportarse con brutalidad y egoísmo. Pero la perspectiva de Pasolini ha quedado clara desde ese momento. Accatone no es tan sólo un chulo y un criminal, como podría pensar el común de los mortales, sino una víctima. Alguien sin futuro. Un hombre común vejado por una sociedad (esa burquesía ocupada en negocios, encargada de la reconstrucción y la modernización de Roma) que vislumbramos a lo lejos y nunca aparecerá en primer plano.
La grandeza de la visión de Pasolini queda magnificada, como tantas veces se ha dicho, por la presencia de la música de Joan Sebastian Bach. Unos cuantos cineastas franceses e italianos centraron sus películas en algunos de los niños y hombres desvalidados, desorientados y enfermos que recorrían los extrarradios de las grandes ciudades tras la Segunda Guerra Mundial pero nadie fue capaz de darles atributos de santidad. Se les comprendía socialmente pero no religiosamente.
Con Accatone, Pasolini comenzó secretamente un recorrido cinematográfico que lo condujo de los violentos estertores de Roma, de un personaje insconciente parecido a Caín, al Cristo claro y transparente de su Evangelio según San Mateo. Una trayectoria más lógica de lo que parece porque muy posiblemente Cristo reclutaría a sus discípulos de los más humildes y asociales barrios de las ciudades. Vislumbraría más bondad y pureza en los maleantes que en muchos de los templos religiosos donde se honra su efigie.
El primer Pasolini es un Pasolini seco y directo cuyo intelecto se niega a abrazar la fe cristiana pero al que su sensibilidad y su corazón le conducirán a realizar uno de los mayores homenajes religiosos jamás realizados. El primer Pasolini se encuentra enamorado de los hombres vulgares. Ama los arrabales de la ciudad. Sobre todo, porque allí encuentra una verdad, una cruda realidad, que la burguesía esconde.
Pasolini se enamora de los jóvenes sin oficio ni beneficio porque no se encuentran moldeados por la sociedad oficial. Poseen una belleza natural que recuerda a la de algunos de los violentos ángeles renacentistas. Pero lo mejor de todo es que ninguno es consciente de ello.
Es en esa ingenuidad donde Pasolini vislumbra la santidad. Algo que no había hecho nadie hasta entonces al menos en el cine. Y probablemente nadie ha vuelto a hacer. Basta, por ejemplo, observar las diferencias de las incursiones de Pasolini en los barrios bajos y las realizadas por el cine español (el llamado cine quinqui).
En este último diríase que los muchachos fuera de lo ley son visualizados en cierto modo como nuevos bandoleros. Perdedores que si conmueven es porque no tienen salida y que si son admirados es por su carácter picaresco o por su huida hacia ninguna parte. De hecho, si los quinquis tienen algo poético es más por su alocado e inconsciente recorrido hacia el fracaso que por su constitución ontológica. Su derrota, de hecho, es en cierto modo, convertida en espectáculo y modelo ejemplificante para el resto de la sociedad.
Sin embargo, Pasolini logra que toda la sociedad se desangre con el llanto y la muerte de cada uno de sus personajes. Cuando un ladrón de Pasolini muere, muere la humanidad. Tal vez muera algo malo pero también muere algo puro. Al fin y al cabo, los maleantes de Pasolini se relacionan con el dinero para sobrevivir. Así que su violencia, sus risas, sus amores y sus luchas son verdaderas. No están contaminadas de esa hipocresía que convierte las relaciones humanas en secos pantanos comerciales donde únicamente brilla y resplandece el poder. La clase dominante. Shalam
البرجوازية ليست طبقة اجتماعية، بل هي مرض معد
La burguesía no es una clase social, es una enfermedad contagiosa
andresrosiquemoreno
el febrero 6, 2024 a las 7:29 pm
1imagen….que hago yo con este catolicismo!…….superhombre….
2imagen….este es un cantaor flamenco con expresion de preguntar…..
3imagen….el director sigue viviendo…..(van andando)….
4imagen….la fabrica de hormigon es un monstruo….
PD1….https://www.youtube.com/watch?v=DX00gsw-0_I… (majuje poderoso y claro)…lenguaje de las flores…enrique morente….
PD2…pienso ver «accattone»….1961….
Alejandro Hermosilla
el febrero 7, 2024 a las 7:07 am
1) Un ángel de Mantegna. 2) El precursor de Al Pacino. 3) Yo no soy como Fellini que habla de los burgueses. Yo soy Pasolini y hablo de maleantes y expatriados. 4) Chungos, chunguitos, Torete Bravo. PD: enorme Morente. Accatone es violenta y libre.
1imagen….que hago yo con este catolicismo!…….superhombre….
2imagen….este es un cantaor flamenco con expresion de preguntar…..
3imagen….el director sigue viviendo…..(van andando)….
4imagen….la fabrica de hormigon es un monstruo….
PD1….https://www.youtube.com/watch?v=DX00gsw-0_I… (majuje poderoso y claro)…lenguaje de las flores…enrique morente….
PD2…pienso ver «accattone»….1961….
1) Un ángel de Mantegna. 2) El precursor de Al Pacino. 3) Yo no soy como Fellini que habla de los burgueses. Yo soy Pasolini y hablo de maleantes y expatriados. 4) Chungos, chunguitos, Torete Bravo. PD: enorme Morente. Accatone es violenta y libre.