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Un cruzado moderno (1)

Mar 23, 2024 | 4 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería dedicado al filósofo Alexsandr Duguin. El cual, debido a su extensión, dividiré en dos partes. Hoy publico el primero y mañana haré lo propio con el segundo.

Ahí va.

Un cruzado moderno (1)

Alexsandr Duguin es uno de esos escasos filósofos y analistas políticos que adquieren cierta celebridad de tiempo en tiempo. Algo que en principio podría ser positivo para la difusión de sus ideas y el conocimiento de su obra pero que, dada la idiosincrasia de la sociedad del espectáculo, termina provocando precisamente lo contrario. Que se juzgue al filósofo en general más por la imagen que proyecta y las sensaciones que despierta que por las ideas que defiende.

Para bien o para mal, Duguin, forma parte del star system filosófico de hoy en día. Y tal vez también del político. Duguin ya no es un filósofo sino una marca. Un símbolo con el que los periodistas pueden jugar según les convenga. Algunos medios occidentales han tirado de malicia caricaturesca y se han atrevido a afirmar incluso que es el Rasputín de Vladimir Putin. Una consigna publicitaria muy útil para crear una aureola maquiavélica y demoníaca en torno a sus ideas, pero que cualquiera con un mínimo de sentido común sabe que está lejos de ser real. Probablemente Duguin se sintiera halagado por encontrarse a la sombra de Putin y ser consultado respecto a determinados movimientos geoestratégicos. Pero la realidad es que Putin no necesita a Duguin para nada. Lo que no es obstáculo para que, de algún modo, sus libros ayuden a comprender mejor la Rusia de Putin. Sean un complemento teórico válido para vislumbrar los valores que defiende y por qué lo hace.

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En parte, el que Duguin se haya convertido en una marca es responsabilidad suya. De hecho, es parte de su estrategia. Porque no es alguien que le baste con escribir libros y observar con tranquilidad y de lejos los acontecimiento. En gran medida, es un activista. Aclara bastante el que fundara en los 90 junto al carismático y heterodoxo Limónov el Partido Nacional Bolchevique y que sea hijo de un coronel ligado a la inteligencia militar rusa. Ambos datos explicarían, por ejemplo, el mesianismo de alguno de sus discursos, la radicalidad (y sagacidad) con la que defiende sus ideas y la facilidad con la que convence y arroya a sus interlocutores en cada una de sus entrevistas. Duguin no sólo expone sino que convence y vence. Se plantea cada una de sus intervenciones públicas como un acto a mitad de camino de una partida de ajedrez y un combate de trincheras. Conoce bien la importancia de la propaganda y sabe cómo utilizarla para que le juegue a favor. Algo meritorio teniendo en cuenta que los medios occidentales no lo van a pintar precisamente como un santo bendito. A muchos, de hecho, les falta únicamente dibujarlo con tridente y rabo para completar su «objetivo» retrato.

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Hay algo en Duguin que permite vincularlo con Tolstói. Aunque es tan inteligente que la imagen que proyecta se encuentra más cercana a la de Dostoyevsky. Su rostro posee una tristeza que permitiría emparentarlo con el escritor de Crimen y castigo pero, aunque Duguin podría perfectamente aparecer en Los demonios, no es en absoluto un nihilista. De hecho, es ultraortodoxo y, de nacer en otro siglo, hubiera probablemente combatido el terrorismo y a los nihilistas ateos. Su Rusia no es tanto la de Lenin sino la de los zares o, para ser más exactos, ni una ni otra. Su Rusia es la consecuencia de ambas. Porque Duguin es un ruso del siglo XXI. Su Rusia ideal sería una Rusia militarista y fuerte. Una potencia bien plantada en la tierra capaz de generar espiritualidad, cultura y nutrir de alimentos propios a sus ciudadanos.

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No creo que pueda comprenderse tampoco la radicalidad de Duguin sin mencionar la deriva de la Rusia de Gorbachov. En el imaginario occidental Gorbachov es prácticamente un santo. Un hombre bueno y sensato que, de no haber estado casado, podría incluso haber aspirado a convertirse en el nuevo Papa. Tanto es así que hasta la aparición de la serie de la HBO sobre el accidente nuclear de Chernóbil su figura había sido en muy pocas ocasiones cuestionada a nivel popular en Occidente. Gorbachov ha sido siempre un intocable. Nadie se pregunta por qué.

Tanto Putin como Duguin tienen, seguro, otra opinión sobre su mandato. La palabra ingenuo será probablemente la menos hiriente que utilicen al referirse a los pactos realizados por Gorbachov con los jerifaltes norteamericanos. Una humillación en toda regla. Pactos realizados de palabra, sin documentos ni firmas, que fueron los responsables de que, tras la caída del muro de Berlín, países como Hungría, Checoslovaquia o Polonia y algunas repúblicas soviéticas (Letonia, Lituania o Estonia) pasaran, cada cual a su ritmo, a integrarse en la OTAN o en la Comunidad Económica Europea. Algo que, desde luego, Putin nunca hubiera permitido o, de haberlo hecho, hubiera sido consiguiendo unas contraprestaciones muy positivas y asegurándose al menos que a la OTAN no se le ocurriera tocar a Ucrania. Ni poner un pie allí ni tantear a uno solo de sus presidentes.

Eso, repito, lo tienen muy claro Putin y Duguin. Que todo tiene un límite. Norteamérica se aprovechó del progresivo decaimiento de la Unión Soviética, la ingenuidad (o debilidad) de Gorbachov y del descontento de buena parte de la población de los países del Este para meter sus patas de lleno en un buen número de las naciones integrantes del Pacto de Varsovia. Pero la Rusia de Putin no es tan débil como la de Gorbachov. Su población se encuentra razonablemente satisfecha con su líder. Y, desde luego, antes que rendirse, morirían matando.

¡No más humillaciones! ¡No más territorios cedidos! ¡No más hincamientos de rodilla frente a la cultura McDonalds! A eso, en gran medida, alude la famosa fotografía de Duguin con un misil anticarro en Osetia del sur (Georgia). A la necesidad de que Rusia renazca, se consolide como una nación fuerte y no tenga tregua con sus enemigos como éstos no la han tenido con ella. Motivo por el que a Duguin no le tembló la voz al apoyar la anexión rusa de Crimea en 2014, ha insuflado repetidamente ánimos a los rusos de Donbass y Osetia del Sur y ha reclamado vigor y fuerza para asegurar el triunfo ruso en Ucrania. Un puñetazo poderoso con el que devolver las afrentas recibidas por los rusos tras el célebre Euromaidán y sus posteriores consecuencias que, a día de hoy, se encuentran a la vista de todos.

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Pero ¿Qué defiende Duguin? Simplificando, defiende los valores tradicionales: familia, religión, nación (y un Estado fuerte). Defiende el europeísmo geográfico y cultural de Rusia. También la necesidad de un mundo multipolar que contrarrestre en parte el consabido unipolarismo norteamericano que condujo a Fukayama a elaborar demasiado apresudaremente su consabida (y fallida) teoría sobre el fin de la historia.

En gran medida, Duguin también se opone al globalismo. No tanto, creo, al comercio global (aunque ante todo, siempre primará la producción patria) sino a las consecuencias del mismo. Básicamente porque, si no me equivoco, para Duguin el comercio global es el caballo de Troya del liberalismo. El caramelo, el dulce que ofrece a las poblaciones de medio mundo (muchas ya previamente masacradas por las guerras, producto de la falta de escrúpulos del capitalismo salvaje) para imponer sus ideas y su dominación. Motivo por el que ha declarado insistentemente que prohibiría cualquier fundación financiada por Soros en su país. Shalam

الاستبداد عادة أصبحت في نهاية المطاف ضرورة

La tiranía es una costumbre que termina convirtiéndose en una necesidad

4 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen….un neo-nazi con barbas duerme en las antesalas de las oficinas bancarias (el ultimo significante con las manos negras)…
    2imagen….banderas(hugo boss)……fascios en forma de cuadrantes descartianos hacia afuera…..revival en 2024…..
    3imagen….parece que le ha entrado un passing shot, sonrisa…..
    4imagen….aunque mi corchete parezca poca distancia, ¿que otro corchete tienen ustedes?……
    5imagen….pepinako para todo el que quiera andar……
    PD…https://www.youtube.com/watch?v=_JbLsYoL3ug….back in the urss….red square live 2008….no mas minas terrestres! (solo las zurdas de mierda)…..

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Melancólica pose en honor a los zares y a Dostoievsky. 2) ¡Trabajo, patria, liberación! Marxiximo integrado al Imperio. 3) Yo soy el que os guiará. Aquí tenéis la respuesta a la canción de Gabinete Caligari. 4) El Papa Woitila. 5) Prácticas de tiro. Preparando la nueva invasióno de Afganistán. PD: Putil jugando un ajedrez rockero con las fuerzas neoliberales. Paul convertido en muñeco rojo a la gloria del dinero. ¡Viva la canción pop, pop, pop!

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  2. Marcelo

    Alexander Duguin me ilustra los tiempos donde rusia recupera su poderío filosófico, espiritual para tener un equilibrio moral después de la caída esto dará un orden nuevo. Putin tiene mucha edad y este seguro que será un mandato totalizador, detrás de los pocos momentos que le queden deberán tener una fuerza filosófica que los deje en un lugar distante y privilegiado. Tu articulo me resulto brillante y muestra mucho valor para exponerlo sobre todo para estudiar el accionar de un Gorbachov que parece estar al servicio de un occidente que saco un provecho increíble y que no supo aprovechar porque este gigante que parecía dormido ha recuperado su corazón y empieza despertarse para dar crédito a su fama de campeón de pesos pesados en un mundo dominado por plataformas norteamericanas y comida rápida, el mundo tal ves merezca otra meta, otra forma menos occidental, la respuesta esta en oriente y eso se vislumbra a través de rusia.

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    • Alejandro Hermosilla

      Desde luego, un mundo unipolar no conviene más que a uno. En la historia siempre ha habido fuerzas contrapuestas luchando por hacerse con el poder. La propaganda no se inventó en el siglo XX. Es también una de las profesiones más antiguas del mundo. Va con la política. La idea, supongo, es ver qué está ocurriendo de la manera más objetiva. Siempre que sea posible, claro.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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