Es difícil dejar la mente en silencio. Si tuviera que definir con unas pocas palabras el argumento de Ruido, serían estas las elegidas. Tampoco son necesarias muchas más. Ahí van:
El ruido siempre ha estado acompañándonos pero hasta hace un siglo no aprendimos a escucharlo. No nos decidimos a hacerlo. Tuvimos que matar millones de bestias y aprender a prever las tormentas, tempestades y terremotos para atrevernos a explorarlo.
Lamentablemente, hoy en día hay ingenieros de sonido pero no los hay del ruido. Lo que significa que, en esencia, continuamos siendo hipócritas. No queremos explorar la inmundicia que hemos creado cuando únicamente sumergiéndonos en ella, conseguiremos acaso aclarar el panorama. Lograr que vuelva a escucharse auténtica música precisamente porque el ruido será más y más visceral. Y se le permitirá al fin reinar y ser libre.
Es una obviedad pero conviene repetirla. Lo opuesto del ruido no es el silencio sino la música. Y la dificultad de hallar el punto medio entre ambos, una metáfora muy eficaz para mostrar la difícil convivencia de los extremos en nuestra sociedad. Nuestra imposibilidad para hacer convivir pacíficamente naturaleza y civilización. Algo que parece ahora más difícil que establecer un diálogo entre el mar y el fuego o la empresa y el obrero. Posiblemente por nuestro interés en dominar y domesticar el ruido como a los animales y el océano: la ballena Moby Dick. Shalam
كُنْ ذكورا إذا كُنْت كذوبا
La lengua resiste porque es blanda; los dientes se quiebran porque son duros
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