Supongo que centenares de personas lo habrán dicho antes que yo, pero hasta hoy no había pensado que probablemente, (entre otros motivos), el fake nace de la progresiva pérdida de misterio en el mundo contemporáneo. Antes, en otras décadas, en otros siglos, la noticia de una muerte se retrasaba en llegar horas, días o a veces hasta semanas. Incluso ciertos acontecimientos trascendentes que transformaron el mundo tardaron años en ser conocidos totalmente. Sin embargo, hoy en día, con el auge de internet y antes el de los periódicos, el transporte y la tecnología en general estamos acostumbrados a saberlo todo casi inmediatamente. Pocos secretos quedan sin revelar. La vida íntima se ha convertido en espectáculo, nuestros pensamientos surgen al exterior en cascada, en forma de diálogo o post de facebook o twitter, y nuestras palabras se han transformado en ruido. Guitarra distorsionada y muchas veces desafinada. El mismo escritor se ha convertido en un mono de feria. Se encuentra prácticamente obligado a realizar una entrevista tras otra y a revelar a sus semejantes hasta el último detalle de su obra para no ser ignorado u olvidado rápidamente en medio del huracán de novedades literarias cotidianas.

De esta manera, partes esenciales de los libros, de las películas o de la vida en general que nunca terminaban de quedar claras o de revelarse totalmente han quedado evidenciadas a veces con un grado de exposición abusivo, casi pornográfico. Triste y por momentos, denigrante realidad que ha provocado que a muchos artistas tan sólo les haya quedado como recurso defensivo el fake. La mentira. La posibilidad de falsear la realidad o la misma ficción. El derecho (perverso, sí, pero derecho al fin y al cabo) de fabular sobre sus propias invenciones en una especie de mise en abyme posmoderna que, en cierto modo, (como las performances) revela más impotencia que otra cosa. Es el reverso juguetón y cínico de la antigua mirada al abismo preconizada por muchos de los románticos. Es, en definitiva, una caricia, (como mucho, un pellizco) al monstruo del mercado. Una desesperada manera a través de la que los artistas subrayan su necesidad de mantener su parcela de trabajo intacta sin tener por ello que suicidarse rompiendo definitivamente con el mundo mass-mediático. Shalam

يتم إعطاء القليل من الإيمان لأولئك الذين لديهم القليل من الإيمان

Poca fe se concede a los que tienen poca fe