Uno de los aspectos positivos de Avería radica en que me permite rendir homenaje a mis artistas favoritos. Todos esos que hacen mis días mejores o sin los que tal vez no hubiera llegado a mi edad actual. Otro es que, a su vez, me facilita pasar página. Despedirme de ciertos libros y filmes que acabo de leer o contemplar tras realizar una breve síntesis que me sirva de recordatorio (y pequeño homenaje) de los mismos. Precisamente esto último es lo que voy a llevar a cabo con una serie de textos que he leído en las últimas semanas. No sé si es demasiado avaro por mi parte dedicar a cada uno de ellos unas pocas líneas (probablemente sí) pero lo cierto es que en la vida no hay tiempo para todo y hay que priorizar.
Yo escribo en avería por pasión. Porque quiero. Nadie me paga por esto. Y confío que siga siendo así. En realidad, cuando, de vez en cuando, alguien me regala un libro, me provoca más incomodidad que otra cosa. Suelo aceptarlo por educación pero no es algo de mi absoluto agrado. La verdad es que prefiero yo mismo comprar los libros que me puedan interesar y, a mi ritmo, (sin prisas, que yo sepa el arte no se rige por el rejoj) leerlos y hablar de ellos si siento cierta necesidad. De hecho, hay algunos que me han fascinado y no he hablado de ellos porque no sabía qué decir o aportar. Todo ya estaba dicho. Así que disfrutarlos era suficiente. En este caso, sin embargo, sí que creo conveniente dedicar unas breves reflexiones a textos que, además, por lo general, no tienen muchas reseñas. Probablemente porque es muy difícil que los lectores puedan absorber la tremenda cantidad de novedades que se publican diariamente. Algo que, por supuesto, no invalida (en absoluto) el esfuerzo de estos escritores ni la calidad de su obra. Más bien, nos pone de manifiesto sin ambages una de las realidades de nuestra sociedad.
En fin. Por eso de intentar ser creativo (que es de lo que trata, al fin y al cabo, avería) haré algo que hasta ahora nunca he realizado. Algo muy sencillo. Destacar aquel cuento o poema de cada libro que más me ha tocado. Más me ha hecho pensar. O el que me parece mejor. También citaré alguna canción o disco que me parece adecuado para o bien recordar o bien leer el libro citado. Obviamente, como voy a hablar de muchos, dividiré este avería en dos partes. Hoy publico la primera y en unos cuantos días (tal vez una semana o dos) la siguiente.
Esos libros (1)
José Joaquín Bermúdez Olivares: Función de pérdida.
Desde que comencé a leer Función de pérdida, pensé (además de en ciertos cuentos de Sergio Pitol) en Vladimir Nabokov. Y, concretamente, en Habla memoria. Creo que esa es una de las claves para penetrar en un libro dividido en varias narraciones que podrían ser capítulos de una biografía enmascarada como novela. Una novela en la que se va en busca del tiempo perdido con la conciencia de que nunca se recuperará. También pensé en Mursogsky o en determinados músicos impresionistas, en la medida en que los sentimientos de los diversos narradores de estos relatos se imponen a los hechos. O al menos poseen idéntica importancia. De hecho, considero Función de perdida un libro musical en el que las frases, comas y, sobre todo, los paréntesis cumplen la función de los instrumentos (o las teclas del piano) en una sinfonía. Intentan crear un clímax, una atmósfera que es tan importante como lo narrado para empatizar y adentrarse en la historia.
Función de pérdida es, por supuesto, un libro poético. Poético en el sentido en el que lo son los libros de Nabokov. Una amalgama de anécdotas, historias y visiones del pasado que reviven tanto por la mirada como por la tersa prosa. También me ha recordado el libro a Amarcord. Aunque, en este caso, los relatos de Bermúdez dejan un transfondo de sinsabor que no se encontraba en el filme del italiano. De hecho, creo que eso queda bastante bien reflejado en todos estos textos: un aroma a desengaño que recorre todos esas narraciones que son, en gran medida, un adiós a la vida. A una parte importante de la vida. Tal vez la más intensa.
Cuento favorito: Astillas. Música: Paul Hindemith: Sonatas.
Ismael Orcero Martín: El fin del mundo.
Me han gustado bastante los cuentos de El fin del mundo. Se percibe que, aunque eran los primeros que Ismael publicó, ya existía en él una mirada adulta sobre la literatura. Una buena digestión de algunos de los clásicos autores de cuentos hispanoamericanos que es palpable tanto en el manejo de la atmósfera y de los tiempos como en determinados giros narrativos de las historias.
Me ha interesado, sobre todo, lo adecuadamente que Ismael maneja el mestizaje entre el mundo cotidiano y áspero diario con el fantasmagórico. Eso realmente lo hace bien. De hecho, el giro final de «El inquilino», por ejemplo, no parece en absoluto forzado sino que resulta realmente natural. Algo que también se produce en otros relatos de un libro que, a su vez, merece la pena leer para vislumbrar las raíces de un autor que, seguramente, sin pretenderlo se está convirtiendo en un forajido literario. Un escritor que planea libremente por la literatura de serie B, la alta, la de kiosco y la de entretenimiento. Algo que no es para nada usual al menos en España.
Cuento favorito: El inquilino. Música: una mezcla de rock urbano y una sinfonía espectral de Waldo de los Ríos.
Fulgencio Antonio López Agüera: Del tiempo y su miseria
Hace unos días Fulgencio vino a mi casa y me regaló su libro. Un gesto que dice bastante sobre su persona. No se quedó mucho conmigo. Apenas cuarenta minutos en los que el tema de conversación más importante fue la vejez. El paso del tiempo. También la enfermedad. La de nuestros ancestros. Durante unos instantes, nuestra charla parecía remitir a un filme perdido de Víctor Erice.
Lo cierto es que cuando se fue, tuve la impresión de que no lo vería más, que ese sería con bastante probabilidad nuestro último encuentro. Una percepción lógicamente equivocada (ambos somos aún relativamente jóvenes) pero que me parece muy válida para explicar la naturaleza de su libro. Un poemario adusto como un roble, con sabor a otoño y a canto de despedida. Un poemario conciso y seco, maduro, suave y breve en el que todo se encuentra muy bien medido. Los poemas con referencias culturales están muy bien logrados y los poemas con referencias personales son conmovedores y, en algún caso, estremecedores. La combinación de ambos es armónica y provoca una sensación de paz así como un halo nostálgico amplio y profundo.
Lo mejor, ya digo, es que tengo la sensación de que Pencho podría no escribir más y todo lo que tenía y necesitaba decir estaría ya dicho. Y además, bien dicho. Eso es, insisto, lo mejor de todo. Que le bastaría este libro para que todos comprendiéramos su mensaje. Que ha sabido explicarse en unas cuantas páginas llenas de, por lo general, adustos y hermosos versos que se enfrentan cara a cara con la muerte.
Poema favorito: «Jugar a ser Dios». Música: Gabriel Fauré, Requiem.
Lujo Berner: Windsurf
Creo que Lujo Berner ha crecido mucho como poeta y escritor desde su anterior libro, Home. Digamos que el primero era una ola. Era, en cierto sentido, una excursión a la playa. Veíamos el mar y de tanto en tanto nos bañábamos. Fumábamos algún canuto y volvíamos a casa. Pero aquí, en Windsurf, ha dado un paso más y directamente nos sumergimos en agua brava. Nos mojamos. Hay un momento en el que, debido a los flujos y reflujos de la escritura, sentí que me encontraba en medio de los océanos. Girando y girando entre imágenes de conciertos, enormes olas, fiestas y poesía. De hecho, si tuviera que definir el libro sería como psicodélico. Un trip. Un viaje en el que a veces no importa tanto lo que leemos sino las sensaciones que recogemos.
En realidad, el libro está editado en riguroso blanco y negro, pero yo por momentos percibía colores. Como si estuviera escuchando uno de esos temas de Animal Collective que se disgregan en disonantes bucles sonoros. Creo que en Windsurf se produce un suceso extraño. Que mientras leemos los poemas, visualizamos al mismo tiempo toda una serie de actos que precipitaron su creación. Yo al menos veía fiestas en la playa, escuchaba discos, percibía amaneceres y también sentía el golpe del agua sobre un traje de neopreno. Asimismo, por supuesto, vislumbraba audiovisuales en medio de los que aparecían versos de estos poemas y una vieja foto Polaroid de unos cuantos jóvenes haciendo bromas a la cámara.
Poema favorito: 1.066 KM (Secret Spot). Música: Animal Collective, Feels.
Trifón Abad: Quitamiedos.
Quitamiedos es un libro divertido. Es un libro urbano. Es un libro ligero y veloz. Trifón aplica perfectamente en todos sus relatos, el octavo apartado del célebre Decálogo del cuentista de Horacio Quiroga: «Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea». Algo que provoca precisamente que Quitamiedos sea un libro ágil en el que el desenlace de todos los cuentos nos resulte siempre lógico. De repente, las piezas encajan y comprendemos que el final no podía ser diferente al que leemos.
La verdad es que a Trifón lo visumbro como un guitarrista de AC/DC. Es muy regular y lo que escribe lo hace en función de la historia. No se decora. No busca el artificio. Hace algo tan difícil como rock a secas. Esto es; cuentos sencillos en los que, en muchos casos, se pone de manifiesto el absurdo de la realidad actual y en otros, el nihilismo. Y lo hace, repito, como decía Quiroga que había que hacerlo y tocaba la guitarra Malcolm Young: sin abusar del lector. Sin distraerse viendo lo que sus personajes no pueden o no les importa ver.
¡Uf! ¡He aquí un poeta!! Eso es lo que me he dicho a mí mismo tras leer Imago. ¡Un poeta! Un poeta cercano y distante. Un poeta de esos que convierten cada palabra en flecha y cada verso en rojizo sol. Un poeta sin apenas ego que logra que el enigma no sea tanto su personalidad sino el poema. Un poeta que logra que la relectura de cada uno de sus poemas sea una primera lectura. Porque sus versos son tan familiares como extraños, tan distantes como cercanos. Están escritos en español pero me creería perfectamente que, en realidad, lo han sido en una lengua extraña.
Creo que Carta astral, el anterior poemario de Óscar Navarro, era, por así decirlo, un viaje al fondo del océano. Un encuentro con la ballena. La bestia que anida en medio del mundo cotidiano. Sin embargo, Imago es mucho más lúdico. Tiene algo vanguardista pero a la vez es familiar. A veces vislumbro a Pizarnik y a Juarroz sonriendo en medio de uno o dos versos y otras a Huidobro y a viejos magos que convirtieron el lenguaje en cartas de tarot.
La sensación que tengo tras leer Imago es que, como Carta astral, necesitaría leerlo en dos o tres ocasiones para alcanzar a entender todo o parte de lo que desea transmitir. Pero que, en el fondo, nunca lograría descifrarlo. Porque Óscar Navarro ha logrado que los versos sean bebibles. Que sean cánticos. En un momento dado, pensé que me encontraba ante la poesía de un pájaro y en otras, en medio de un espejo. Lo que me queda claro es que no hay un solo poeta detrás de estos versos. O si lo hay se divierte tanto escribiendo que se permite el lujo de ser multitud, de ser varios sin dejar de ser él mismo.
Poema favorito: Los habré estado esperando. Música: Stranvinsky, Piano Sonata, k043.
………………………………………….
Elizabeth Barrett Browning: Doce sonetos de la portuguesa.
La verdad es que de todas las breves palabras que acabo de escribir, estas últimas son las que me resultan más fáciles de plasmar. Los clásicos y los autores muertos tienen esta virtud. No pueden rebatirnos. Y además, por lo general, suelen ser indiscutibles. No hay que explorarlos sino que para reivindicarlos es suficiente con leerlos.
Más allá de estos pormenores, tengo muy claro, tras leer estos doce sonetos de la autora, que la palabra clásico no se le queda corta a Browning. Supongo que no seré yo el único que desea conocer más de ella después de asomarse a estos deliciosos poemas llenos de cariciosas sinuosidades en los que el amor se convierte en brisa y bruma. Una campana que resuena gloriosa trayendo consigo la buena nueva del estremecimiento y el arrobo.
Me han fascinado, por otra parte, las concomitancias entre la escritura de Browning y la de Emily Dickinson. Algo que no debería sorprenderme demasiado porque ambas forman parte de la misma época. En cualquier caso, no deja de resultarme peculiar porque, en cierto sentido, ambas son cómplices. Las dos pernoctan en idéntico y misterioso lecho poético. Browning es, eso sí, más discursiva. Su escritura es más torrencial pero no por ello menos misteriosa y suave. Al contrario, cada una de sus palabras crea resplandores a su alrededor, como sólo los grandes y enigmáticos poetas lo consiguen.
Poema favorito: soneto séptimo. Música: Brahms, Symphony No 4 in E minor, Op 98. Shalam
andresrosiquemoreno
el febrero 23, 2023 a las 12:41 pm
1imagen…jugando al poker (me descarto)….
2imagen……..el suelo del rey del arte (en lugar de calaveras) sonrisa….
3imagen…una antena para ir a remo…..un remo y dara vueltas..el desagüe del sirope….
4imagen….»malditos bastardos»…
5imagen….carretera por la que circula «el discreto encanto de la burguesia»……
6imagen….cacharras geminadas de «aledo»(pueblo alfarero de totana) vs luis gordillo pintor sevillano……
7imagen….presion…alta presion..con aceite y pimenton…superior
8imagen….esta imagen va directamente a un escudo-espejo…
9imagen….serpiente pestañeando…….(sabeis lo que estais haciendo, mamarrachos)……
PD…https://www.youtube.com/watch?v=O2lHqRHr27k….jackson vs daft punk…….
Alejandro Hermosilla
el febrero 25, 2023 a las 5:12 pm
1) Genial la visión de tirada de poker. Yo veo un abanico. 2) Veo aparecer por allí el título de un libro llamado «Y mañana serán clones»y me llama realmente la atención. 3) Brújula esdrújula. 4) Un simio del Planeta mirando a los hombres antes de atacarlos. 5) Alicia de adulta justo antes de atravesar una nueva dimensión.
6) Boceto de portada para un nuevo disco de Panda Bear 7) Cómic. El hombre pulpo regresa de nuevo. 8) Holograma de vieja comiendo buñuelos. 9) ¿Es un espíritu? Sí. Todavía no sabe que está muerta.
PD: sigo el juego. https://www.youtube.com/watch?v=bps8wbqGiI4
1imagen…jugando al poker (me descarto)….
2imagen……..el suelo del rey del arte (en lugar de calaveras) sonrisa….
3imagen…una antena para ir a remo…..un remo y dara vueltas..el desagüe del sirope….
4imagen….»malditos bastardos»…
5imagen….carretera por la que circula «el discreto encanto de la burguesia»……
6imagen….cacharras geminadas de «aledo»(pueblo alfarero de totana) vs luis gordillo pintor sevillano……
7imagen….presion…alta presion..con aceite y pimenton…superior
8imagen….esta imagen va directamente a un escudo-espejo…
9imagen….serpiente pestañeando…….(sabeis lo que estais haciendo, mamarrachos)……
PD…https://www.youtube.com/watch?v=O2lHqRHr27k….jackson vs daft punk…….
1) Genial la visión de tirada de poker. Yo veo un abanico. 2) Veo aparecer por allí el título de un libro llamado «Y mañana serán clones»y me llama realmente la atención. 3) Brújula esdrújula. 4) Un simio del Planeta mirando a los hombres antes de atacarlos. 5) Alicia de adulta justo antes de atravesar una nueva dimensión.
6) Boceto de portada para un nuevo disco de Panda Bear 7) Cómic. El hombre pulpo regresa de nuevo. 8) Holograma de vieja comiendo buñuelos. 9) ¿Es un espíritu? Sí. Todavía no sabe que está muerta.
PD: sigo el juego. https://www.youtube.com/watch?v=bps8wbqGiI4