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El fracaso y la constancia

Dic 6, 2021 | 3 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería que recomiendo leer escuchando «La mujer sin llave» de Coque Malla. Ahí va.

El fracaso y la constancia

Leyendo Toma de tierra, me encuentro con una breve referencia al primer disco de Coque Malla: Soy un astronauta más. Me pongo a escucharlo y se convierte en banda sonora de mi vida durante unos días. Y poco a poco me voy atreviendo con otras obras del músico madrileño. En algunas entro a la primera, pero en otras no lo consigo aunque lo intento en varias ocasiones. No importa. Reconozco tanto la honestidad como las ganas de crecer de Coque.

Los Ronaldos nunca fueron mi grupo favorito. Ni de lejos. Pero sí disfruté mucho en su momento con Sabor salado. Un disco que recogía la herencia del funk, los Stones, Tequila y el rock adolescente y los fundía en una batidora llena de frescura y descaro mediterráneo. No obstante, nunca he sido realmente un seguidor suyo.

Creo que a Coque le perjudicó un poco el éxito arrollador del segundo disco de Los Ronaldos: Saca la lengua. Muchos lo identificaron como un pijo un tanto arrogante y chulesco que presumía de rockero pero buscaba el éxito fácil. Ciertamente, pegadizos, brutales himnos adolescentes como «Adios papá» o «Por las noches» y su imagen a medio camino de un adolescente imberbe y un chuleta madrileño lo encumbró entre las quinceañeras pero no lo benefició a la hora de ganarse el respeto entre el público adulto y los clásicos seguidores de Burning, Lou Reed y los Stones. Así que no le quedó otra que convertirse en un corredor de fondo.

Soy un astronauta más fue su primer paso tras la disolución de Los Ronaldos. Su toma de contacto con su particular travesía en el desierto de la que, hace años, salió convertido en un rockero adulto al que muchos respetan y quieren y otros ignoran pero casi nadie odia.

……………………………………………

Con Coque Malla me ocurre algo curioso. Siempre lo vislumbro creciendo. En fase de aprendizaje. Trabajando en una nueva canción. Siento que llegará el día que componga el tema perfecto y que nunca termina de evolucionar. Que llegará con seguridad a más. Algo que no me ocurre, por ejemplo, con otros rockeros a los que soy bastante más afín, como es el caso de Josele Santiago.

Cuando escucho al carismático cantante de Los enemigos percibo que esa canción que toca podría ser la última. Que podría morirse interpretándola. Que lo ha dado todo en ella. No se ha guardado nada. Canta como si, de no poder hacerlo, fuera a suicidarse. Y, repito, con Coque no tengo esa sensación kamikaze sino la de evolución y crecimiento.

Josele muere cada vez que graba un disco. Se pega un tiro en la frente. Y Coque Malla crece. Madura. Tal vez esto es lo que los diferencia. Lo que hace que a uno, Josele, se lo ame desde el primer instante en que se lo ve. Y que a Coque lo vayamos estudiando. Conociéndolo poco a poco sin rechazarlo ni aceptarlo totalmente.

Josele es un artista intenso. Uno que muere un día sí y otro día también. Por más lúcido y sobrio que se encuentre, está siempe más allá que acá. En la otra orilla. Y eso lo convierte en un mito. Un personaje de ficción. Alguien a quien podemos imaginar brindando con Muddy Waters con absoluta naturalidad. Su genialidad parece más ser un fruto de la naturaleza o de las drogas duras que del trabajo. Al contrario que Coque, de quien no se puede poner en duda su constancia y entrega. Su esfuerzo diario.

Josele es un perdedor y eso nos enamora de él. Y por el contrario, todos sabíamos que Coque Malla, incluso en sus años de destierro, era un triunfador. Tenía unos cuantos ases en su baraja y, además, un comodín escondido en su casa. Pero eso no debería invalidar su obra.

Soy un astronauta más era, por ejemplo, un disco notable. Un compacto disco de rock lleno de inspiración, cierta tristeza, rabia y, como siempre, -es la marca de la casa-, descaro y frescura stoniana. No debería haber pasado tan desapercibido. Por más que probablemente sea la indiferencia con la que fue recibido la que lo convierte en un disco a reivindicar. La prueba de que Coque Malla era, más allá de gustos, un músico de la cabeza a los pies. Vivía en la cueva de soul y blues en la que se forjan los que llevan pegados el rock en la piel. Los que no se conciben sin una guitarra en las manos. Shalam

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3 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºiamgen…este coke malla es igual(aspecto) que su padre «gerardo malla» actor de teatro (estudios1s)…(incluso con la misma voz temblorosa y desvaida)……
    2ºimagen…..todavia, a veces, no se quien soy………………
    3ºimagen……esa «barbilla» y «bigotico» no pegan ná con la chaqueta «brilli-brilli» de escenario……sonrisa…..
    4ºimagen…..la camisa juro que no la elegi yo me la dejaron ahi encima………algo fea (etnico + flores no estampan
    5ºimagen…..me hubiera gustado tanto hacer esta capella del PD……
    PD:…..https://www.youtube.com/watch?v=ARWFDoADlqk…..i´ve got my music-marvin gaye…….ohhhh, uh-uh….
    maximo nivel…….

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    • Alejandro Hermosilla

      1 No le encuentro tanto parecido. Pero no digo que no lo tenga. ¿Cómo no lo va a tener? A) Lo echamos a cara a cruz o lo hacemos por la cara. 2) El caballero de Olmedo. Lope de Vega. 3) Lucharé para ser una estrella. 4) Sabor salado. 5) Ismael. Moby Dick. PD: La capella. ¿Qué pensarían los monjes gregorianos de esta interpretacion?

      Responder
  2. andresrosiquemoreno

    …que se hubieran hecho fans de los «marvinlicos»…..sonrisa….(mira si no lo que le paso al monje saltarin y acicalado en «simon del desierto»-1965)……mas sonrisas…..

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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