Por cierto que no me gustaría dejar sin citar El gran experimento Keinplatz de Arthur Conan Doyle -que, en parte, comparte temática con El posible camino, de Edward Bellamy- no sólo por la jugosa anécdota a la que se refiere -en el transcurso de un experimento telepático la mente de un profesor pasa a la de su joven alumno y viceversa- sino porque da pie a todo tipo de jugosas anécdotas y divertidas situaciones que recuerdan a los equívocos de la comedia del siglo de Oro. Y demuestran lo gran escritor que era el creador de Sherlock Holmes. Un artista capaz de hilvanar tejidos narrativos inverosímiles para dar consistencia a historias fantásticas como esta que, a su manera, no se encuentra tan lejos de la que un siglo más tarde desarrollaría David Cronenberg en Scanners y recuerda vagamente a El resplandor de Stephen king. Pudiendo, a la vez, leerse como una reinterpretación irónica del famoso relato de Stevenson Dr. Jeckyll y Mr.Hyde que, de alguna manera, siguiendo los criterios de Asimov, podía haberse incluido en este libro que con sutileza e inteligencia explora los territorios del terror, la fantasía y ciencia-ficción y permite comprender mejor las raíces de muchas de las sagas narrativas más populares de nuestro tiempo así como los cruces genéricos que se producen en bastantes de ellas. Shalam
ما حكّ جْلْْْْْدك مثل ظْفرك
El corazón en paz ve una fiesta en todas las aldeas
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