No sé si he hablado alguna vez sobre la cultura de la cancelación (un eufemismo de censura) en avería. En realidad, nunca he creído que merezca la pena referirme a ese disparate (un enorme apagón del sentido común) que nos deja en tan mal lugar. Pero por una vez, hoy lo haré. Aunque tampoco me explayaré en profundidad. Simplemente desearía recalcar uno o dos aspectos de la misma.
Tengo muy claro que, desde luego, la cancelación es fruto del posmodernismo. (Aunque lo justo sería decir que se aprovecha del posmodernismo para hacerse fuerte). De un tiempo en el que los valores son movedizos y la voluntad de las personas se impone a hechos objetivos. Y también tengo bastante claro que su lógica prospera, sobre todo, cuando se aplica a las obras artísticas. La cancelación (manipulación de la opinión pública al fin y al cabo) se aprovecha precisamente de que el gusto en el arte es (supuestamente) subjetivo y de que consideramos el cine, la música o la pintura actividades distintas al resto de trabajos. Lo que, consecuentemente, nos hace juzgar a sus intérpretes de un modo diferente al resto de trabajadores.
Es así que se repite constantemente una frase que sería totalmente innecesaria en otros ámbitos: hay que separar la obra del creador.
¿Alguien entendería, por ejemplo, que se le quitara una medalla de oro a un atleta tras descubrirse que fue infiel a su mujer, traicionó a su mejor amigo o participó en una estafa? Creo que no. Todos tendríamos claro que por un lado está el rendimiento deportivo de una persona y por otro su vida privada. A nadie se le ocurriría retirarle la medalla a un esquiador o a un saltador de pértiga por haber roto su matrimonio o haber tenido conductas impropias. Pues bien, de algún modo, eso es a lo que se nos alecciona en el arte. A que no veamos las películas ni leamos los libros de seres humanos que posiblemente, en algún caso, cometieron graves errores personales (por los que merecerían ser juzgados y condenados). Lo que no invalida en absoluto su trabajo.
Otro ejemplo. Imaginemos que nos vemos obligados a llamar a un fontanero para que repare una tubería en nuestra casa. Viene, la arregla, le pagamos y punto. Ya está. ¿No es así? No juzgamos si ese fontanero se ha separado, es divorciado, es infiel, es soltero o hace unos días ha tenido un conflicto con su socio. Lo que nos importa es si hace su trabajo bien. Tal vez, si siga viniendo a casa o frecuentamos los mismos lugares, terminemos con el tiempo por entablar una amistad con él. Y poco a poco podremos saber más aspectos de él o de su persona. Intimaremos o no. Pero de ninguna de las maneras eso debería afectar a nuestra valoración de su trabajo. Lo esencial en este caso es que el fontanero reparó nuestra tubería. Lo que nos importa es su profesionalidad y no su vida personal. De hecho, supongo que todos tendremos claro que si juzgamos al fontanero por su estado civil, el partido al que vota, si sabe hablar varios idiomas o es más o menos simpático, estamos equivocándonos. Estamos condenándonos a la frustración y al caos.
Básicamente, eso es lo poco que tengo que decir sobre la cancelación. Todos entendemos a la primera qué hacer tanto en el ejemplo del atleta como en el del fontanero. Sin embargo, por algún motivo (en el que sería un poco más extenso y complejo profundizar) no lo tenemos tan claro en el caso de los artistas ni en el de los periodistas. De hecho, convendremos que, a día de hoy, no sería difícil imaginar a un desconocido imprecándonos porque estamos viendo Manhattan o La semila del diablo. En fin.
Todavía hoy me pregunto cómo es posible que alguien considerara que el célebre vídeo íntimo de Pedro J. Ramírez podía, de algún modo, desacreditar su trabajo como periodista. ¿Por qué toda la opinión pública no forzó al Estado a condenar al encargado de llevar a cabo la operación?
Bueno, la respuesta está más o menos clara. Porque era precisamente el Estado el que la planificó. Lo que aún deja más claro lo peligroso de la cultura de la cancelación. Pues basta que el político o el empresario de turno apreten el gatillo y encarguen al mercenario que prepare el consabido artículo de prensa para que el trabajo (más o menos duro, más o menos concienzudo) de toda una vida de cualquier artista salte por los aires.
Eso es en el fondo (se camufle como se camufle, ya sea con ayuda teórica o ética) la cultura de la cancelación: un misil fabricado por el poder que apunta directamente contra quienes más pudieran hacerle daño (o al menos molestarle) -periodistas y artistas- con el apoyo irreflexivo de las multitudes. Los tontos útiles de esta jugada maestra. Shalam
andresrosiquemoreno
el julio 23, 2024 a las 3:22 pm
1imagen…polanski y el ardor….
2imagen….mira que tener que saltar lo de estos blanquitos por su competitividad(dinero)……
3imagen….atico «in»…..»bajarse a new york»….sonrisa…..
4imagen….el descubridor de «primera plana»1974
PD…polanski & el ardor…https://www.youtube.com/watch?v=bAGbI_mDbK8….negra…y no usa laca….
PD2…https://www.youtube.com/watch?v=JFJScaNisTM….la urss….
Alejandro Hermosilla
el julio 23, 2024 a las 7:40 pm
1) Cómo hacer una película de época típica y atípica al mismo tiempo. Yo te digo la forma 2) Podría estar dándole caladas a un porro de maría pero estoy rompiendo records. 3) ¿Se puede ser más trendy sin ser trendy? 4) Me paso más tiempo con el teléfono en la oreja que escribiendo. PD: Qué genial este grupo al que no había prestado atención hasta ahora. Son la ostia. Geniales. Entre los 80 y los 90. El eslabón perdido. Locura y vicio.
1imagen…polanski y el ardor….
2imagen….mira que tener que saltar lo de estos blanquitos por su competitividad(dinero)……
3imagen….atico «in»…..»bajarse a new york»….sonrisa…..
4imagen….el descubridor de «primera plana»1974
PD…polanski & el ardor…https://www.youtube.com/watch?v=bAGbI_mDbK8….negra…y no usa laca….
PD2…https://www.youtube.com/watch?v=JFJScaNisTM….la urss….
1) Cómo hacer una película de época típica y atípica al mismo tiempo. Yo te digo la forma 2) Podría estar dándole caladas a un porro de maría pero estoy rompiendo records. 3) ¿Se puede ser más trendy sin ser trendy? 4) Me paso más tiempo con el teléfono en la oreja que escribiendo. PD: Qué genial este grupo al que no había prestado atención hasta ahora. Son la ostia. Geniales. Entre los 80 y los 90. El eslabón perdido. Locura y vicio.