Supongo que no soy el único que tiene la impresión de que a la interpretación de Steve McQueen del teniente Frank Bullitt, únicamente le sobraron las palabras. Que su magnetismo era tan grande que le hubiera bastado con mostrar su rostro para llenar la pantalla. De hecho, únicamente parecía que sobreactuaba cuando hablaba. Algo entendible porque el film de Peter Yates tenía maneras de película de cine mudo. Podía haber sido perfectamente comprensible con dos o tres carteles resumiendo la trama y la banda sonora de Lalo Schifrin.
McQueen transmitía todo tipo de sentimientos con un solo gesto. Era un consistente hombre duro que no ocultaba una parte sensible de la que debía desprenderse muy a su pesar para sobrevivir en la selva moderna. En realidad, su determinación no era demasiado creíble. Lo que hacía humano a su personaje era el estoicismo con que cumplía su deber. El rigor con el que cumplía su trabajo y aguantaba las continuas decepciones.
Frank Bullitt aún sigue siendo nuestro contemporáneo porque sabe que su lucha es inútil. Es muy consciente de que su trabajo -no importa los éxitos momentáneos que coseche- está condenado a fracasar porque las instituciones se encuentran podridas. De hecho, si sus palabras -como dije anteriormente- sobran es porque, en cierto modo, camina ciego por la realidad. Dispara más a quien le dejan que a quien debe. Y, en este sentido, si la persecución automovilística que lleva a cabo por las calles de San Francisco ha pasado a la historia del cine no creo que sea únicamente por su pericia técnica sino debido a su sinsentido. A que, en realidad, es una metáfora de ese ser humano contemporáneo que no cesa de moverse, persiguiendo sombras.
Frank Bullit es, al fin y al cabo, el verdadero testigo de la película. El verdadero rehén. Nunca podrá decir aquello que sabe a fuerza de perder su matrimonio, hacer caer al sistema y perder su trabajo. Frank Bullit es cualquiera de nosotros. No importa lo bien que actuemos, sabemos que estamos condenados y el tema de fondo nunca jamás se resolverá.
Realmente, creo que más que un film policíaco, Bullitt es un film sobre el hastío. Estéticamente, su influencia ha sido muy comentada y puede encontrarse desde en Harry el Sucio hasta en Starsky & Hutch pero si ha superado el tiempo es porque su tema, en el fondo, es la indefensión de los ciudadanos ante el poder institucional. Razón por la que, con el paso del tiempo, en la era de la pos-verdad, se comprende posiblemente su temática de fondo mucho más que cuando apareció. De hecho, creo que Frank Bullit se encuentra más cerca de un héroe kafkiano que de uno de esos duros y recios detectives característicos de género negro. No es tanto un anti-héroe como un esclavo del sistema. Un peón más de esa partida de ajedrez eterna disputada entre el poder y los ciudadanos que estos últimos juegan con los ojos vendados y muchas veces, hasta con las manos atadas. Shalam
إنَّ الْهَدَيَا عَلَى قَدْرِ مُهْدِيهَا
Nada se olvida más despacio que una ofensa; y nada más rápido que un favor
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