Escucho a un monje budista relatar una anécdota muy significativa. Es la siguiente: sus abuelos uruguayos tenían un pequeña granja en la que había un pequeño criadero de pollos. Cada vez que alguien accedía al pequeño corral con intención de agarrar un ejemplar se armaba un enorme revuelo. Los pollos corrían de aquí para allá y no cesaban de piar conscientes de encontrarse en una situación de riesgo inminente. Pero una vez que la víctima se encontraba en las manos de un ser humano y se cerraba la compuerta, todo volvía a la normalidad en cuestión de segundos. Minutos después, nadie diría que se acababa de producir una tragedia en aquel lugar. El resto de pollos continuaban su vida como si nada hubiera ocurrido.

El lama cuenta esta historia real para que tomemos conciencia de lo que probablemente sucederá cuando muramos. Durante varios días, habrá cierta excitación y revuelo en nuestro ambiente pero todo volverá a la normalidad, a la calma, mucho más rápido de lo que nos gustaría pensar. A mí al menos esta anécdota me ha hecho recordar lo ocurrido durante la pandemia. Una nerviosa agitación embargó a la humanidad durante unos meses que ahora no es más que un recuerdo. Vivimos, de hecho, como si nada hubiera sucedido y los muertos debido al coronavirus pudieran haber fallecido por otra causa cualquiera. Algo que no veo en absoluto negativo. Me parece completamente natural. Un hecho en total consonancia con la historia del lama.

En fin, si hoy he querido sacar a colación esta enseñanza en avería no es sólo porque piense que es una metáfora absolutamente certera sino porque me ha hecho acordarme de algunos de los escritores que admiré y leí con reverencia durante mi juventud u otros que acapararon la atención de unos cuantos televidentes y de la crítica como es el caso de Terenci Moix, Sergio Pitol, Gabriel García Márquez,  Juan Marsé o Fernando Sánchez Dragó.

En su momento, lo parecían todo. Estoy seguro de que llegué a pensar que tanto la literatura como la sociedad española e hispanoamericana sufrirían un impacto sin igual en el lamentable caso de que nos dejaran. Pero los cinco han muerto y la vida ha continuado con absoluta naturalidad, sin pausa, sin conferirles esa importancia que creímos merecían. Una enseñanza que entiendo que todos deberíamos tener interiorizada porque, me gustaría equivocarme, pero cuando nosotros nos muramos, el resto de seres humanos no tardaran demasiado en continuar su vida con absoluta normalidad. Incluso, (por mucho que nos recuerden de tanto en tanto), nuestros hijos también lo harán. Shalam 

إن العمل في السر أضعف من العمل في العلانية بسبعين مرة.

La acción hecha en secreto vale setenta veces más que la acción hecha públicamente