Es realmente un placer leer a Nikolái Berdiaev. Se esté más o menos de acuerdo con él, siempre se aprende algo. Su visión del arte y la vida religiosa era renovadora y profunda. Transmitía absoluto entusiasmo. Y su manera de desentrañar cualquier ideología o teoría filosófica, también. Su concepto de la libertad interior me parece muy loable. No tanto el de la formal porque su visión crística de la existencia no le permitió probablemente calibrar con justicia los mecanismos y conceptos que distintos teóricos del cariz de Montesquieu, Thomas Paine o Marsilio de Padua habían puesto sobre la mesa para garantizar esa misma libertad externamente. Hecha esta salvedad, sus análisis me parecen gloriosos. Adjetivo que creo que se ajusta perfectamente a los libros de uno de los hombres que con más agudeza y profundidad vislumbró la importancia del cristianismo y la figura de Cristo en la historia.
En cualquier caso, no lo cito hoy aquí por este motivo sino porque mientras leía El sentido de la historia, me he encontrado con una reflexión suya, a propósito de la Historia del pueblo de Israel de Ernest Renán, sobre el judaísmo que me parece además de lúcida, certera y que se complementa muy bien con algunas de las emitidas por John Gray en La religión Apocalíptica y la muerte de la Utopía. Ahí la dejo:
«Dice Renán: «El verdadero israelita es un hombre atormentado por la insatisfacción, poseído siempre por una inextinguible sed de futuro». Esta sed inextinguible es la sed del advenimiento del reino de Dios sobre la tierra. «A diferencia del cristiano, el hebreo no es capaz de someterse a la Providencia. Para el cristiano, la pobreza y la humillación son virtudes, para el hebreo son lacras que hay qué combatir. Los abusos y las violencias que el cristiano soporta con docilidad, indignan al hebreo». Esto traza una línea divisoria entre la conciencia hebrea y la cristiana, la cual resulta inaceptable e incomprensible para aquellos hebreos que no han superado su hebraísmo. Aquí se funda el carácter revolucionario de la conciencia religiosa del hebraísmo. El hebreo se hace fácilmente revolucionario y socialista, los hebreos defienden el falso mito de que, en la base de la historia, está la explotación del hombre por el hombre. Con esto no nos referimos al sentido concreto que tiene tal expresión en nuestro tiempo; aludimos a una característica tipológica, a un desafío al destino y a las pruebas y sufrimientos que forman parte de él, a una exigencia insistente, tensa, apasionada de que la verdad y la beatitud sean realizadas ya en este destino terreno.
Para los hebreos, esta idea del reino terrenal no era laica, secular, sino religiosa, teocrática. A esto va ligado el hecho de que los hebreos tenían un sentido relativamente débil del estado en el sentido laico del término, del estado secular. Aquí nos encontramos con una contradicción. Mientras que ningún otro pueblo deseó con tanto apasionamiento el advenimiento de su reino nacional terreno, al pueblo hebreo le faltó precisamente a lo largo de su historia una posibilidad elemental que tuvieron todos los demás pueblos: la de tener un estado propio. El deseo apasionado de tener un estado propio condujo, en definitiva, al resultado opuesto: a diferencia de los demás pueblos, su deseo se vio defraudado. Se trata de una de las paradojas ligadas al destino del mesianismo hebreo. La vida espiritual de este pueblo debía llevar a la aparición de Cristo y a su crucifixión. Cristo no colmó las esperanzas del pueblo, no se convirtió en un rey terrenal ni creó el reino de Israel. Este hecho trajo consigo una contradicción radical: el pueblo hebreo, que rechazó al Crucificado, terminó por experimentar él mismo la crucifixión a través de su propio destino. Es esta la contradicción fundamental de su destino religioso. Este sueño apasionado del pueblo hebreo, es decir, el de poseer un reino terreno nacional, anticipa el sueño de la época más reciente de realizar un reino social terreno, no ya del pueblo hebreo, sino de toda la humanidad, el sueño socialista del paraíso terrestre, realizado no a través del Mesías, sino de la clase mesiánica, que es el proletariado». Shalam
المتعصبون والجبناء يخافون دائمًا من المواجهة اللفظية للحقيقة
Los fanáticos y cobardes siempre tienen miedo al enfrentamiento verbal de la verdad
andresrosiquemoreno
el febrero 25, 2021 a las 7:46 pm
1ºimagen:….me gusta esta tecnica de pintura la veo entre renoir y lucien freud…ni tan dulce como el frances ni tan fuerte-diferente como el aleman…….no se quien es el autor……me lo dices?……..
2ºimagen:….inmediatamente «andrei rublev» el pintor de iconos……desconocimiento de la formula y procedimientos de la fundicion del metal……..maximo riesgo de la realizacion de algo que no se sabe como va a salir…..maxima experimentacion……….
3ºimagen:…..una escuela con todas las etapas……niño-joven-adulto y viejo…………
(la vieja de la esquina parece una revolucionaria francesa con su gorrico…….sonrisa……….)
1) Es el polaco Leopold Pilichowski. XIX.-XX. La sinagoga representada como un bar de sacerdotes malditistas. El encuentre entre Rimbaud y el Mesianismo. 2) La sangre y el cuerpo de Cristo. El amor total exige respeto. No sólo admiración y sumisión. Yo soy vosotros. 3) Agotamiento por la espera del Mesías. También por las discusiones sobre esa espera. El porvenir destruido.
1ºimagen:….me gusta esta tecnica de pintura la veo entre renoir y lucien freud…ni tan dulce como el frances ni tan fuerte-diferente como el aleman…….no se quien es el autor……me lo dices?……..
2ºimagen:….inmediatamente «andrei rublev» el pintor de iconos……desconocimiento de la formula y procedimientos de la fundicion del metal……..maximo riesgo de la realizacion de algo que no se sabe como va a salir…..maxima experimentacion……….
3ºimagen:…..una escuela con todas las etapas……niño-joven-adulto y viejo…………
(la vieja de la esquina parece una revolucionaria francesa con su gorrico…….sonrisa……….)
1) Es el polaco Leopold Pilichowski. XIX.-XX. La sinagoga representada como un bar de sacerdotes malditistas. El encuentre entre Rimbaud y el Mesianismo. 2) La sangre y el cuerpo de Cristo. El amor total exige respeto. No sólo admiración y sumisión. Yo soy vosotros. 3) Agotamiento por la espera del Mesías. También por las discusiones sobre esa espera. El porvenir destruido.