Mis dos álbumes favoritos de Motörhead son el primero, Motörhead, y el séptimo, Orgamastron, porque creo que la banda británica consiguió sonar en ambos como el motor de una Harley antigua. Este par de rodajas de carne son una mezcla entre un bombardeo de la Segunda Guerra Mundial y un viaje en motocicleta por una pradera desierta. Huelen a aceite. A humo de bala. Son una cazadora de parches con sabor a caverna.
Amo la producción de ambos discos tan setentera, sucia y grasienta que prácticamente logra que la banda suene a garage. A punk, rock de los 50, blues crudo y Apocalipsis. No sé si Motörhead y Orgamastron son obras maestras pero sí que son dignas. Honestas. Que los dos Lps son locomotoras.Tanques. Abordajes de piratas. Homenajes al ruido y a la ira. Combates contra la cultura. Y que están llenos de alucinaciones guerreras que permiten que el alma descanse en medio de las batallas cotidianas. El mar de confusión diario. Si Lemmy y sus compinches hubieran grabado tan sólo esos dos discos, para mí sería suficiente para tenerlos en un altar. Considerarlos parte importante de la historia del rock. Imprescindible. Una gozosa invasión bárbara. Shalam
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