Hace una semanas tuve el placer de realizar un prólogo al nuevo libro de Natxo Vidal, Así termina, que publicará la editorial Frutos Del Tiempo dentro de su colección Fif%ty. Su presentación se llevará a cabo el próximo sábado día 27 en el Teatro Principal de Monóvar. En el mismo acto también se dará a conocer Los confinados de Eduardo Boix. Obviamente, animo a quienes se encuentren cerca a que asistan al evento y a quienes no les sea posible a que adquieran cualquiera de las obras. Por si le puede servir a alguien, dejo a continuación el texto que he redactado como introducción al minimalista experimento poético de Natxo. Ahí va:
Así termina
Comienzo a escribir este prólogo escuchando Jazzuela. Dado el contenido de Así termina, debería -supongo- iniciarlo pinchando «Abide with me», la letánica melodía con la que Thelonious Monk abría Monk’s Music, pero prefiero hacerlo acompañado por los temas del delicioso disco (que acompaña al ensayo de Pilar Peyrats) publicado por la editorial Satélite K. Ante todo, porque no entiendo un libro como el escrito por Natxo Vidal sin la existencia de Julio Cortázar. Su primer poema por ejemplo comienza haciendo referencia a conejos y resulta inevitable no pensar al momento en «Carta a una señorita de París«; el famoso cuento del escritor argentino cuyo personaje vomitaba este tipo de animales. Toda una declaración de intenciones que se amplía en el resto de fragmentos de este texto parecido a una jam session lleno de apuntes, reflexiones y versos parecidos a migas de pan y notas musicales.
En realidad, lo mejor de Así termina es que no tiene vocación de libro ni tampoco aspira a ser un obra acabada o concluida. Es más bien un bosquejo jazzístico que crece y mengua constantemente, se enrolla a mitad de su recorrido y se despliega inquietamente a los costados. A su manera, sí, es parecido a un grafiti situado en las afueras de la ciudad cuyo mensaje se escapa a la mayoría de las personas que lo observan. Es el ensayo de varios temas musicales y poéticos llevado a cabo por Natxo junto a varios escritores en una habitación literaria convertida en Universo musical. Aunque me parece mucho más apropiado definirlo como una set list donde se encuentran anotadas un conjunto de melodías más o menos hilvanadas. Puesto que, además, en su interior encontraremos versiones (y reescrituras) de otros poemas que no tienen tanto que ver con una voluntad apropiacionista como con una mentalidad libre y tabernaria; con ese espíritu colaborativo y juguetón del que participaban los viejos bluesmen, las orquestas antiguas y los artistas del bebop a cuyo resguardo reinterpretaban las melodías compuestas por sus colegas y maestros amplificando sus resonancias creativas. Algo que, asimismo, ha llevado a cabo otro de los referentes de Natxo, Andrés Calamaro, durante sus excéntricas, peculiares y atípicas apariciones en facebook en medio del confinamiento global, de las que sus fans podían esperar cualquier cosa; tal y como ocurría en un tiempo ya lejano en el que el rock era sinónimo de peligro. Algo imprevisible y salvaje.
Supongo que a varios de sus lectores les parecerá extraño que este libro con vocación de diario, autorretrato artístico y medley haya surgido durante varias de las semanas de obligado aislamiento experimentadas por los españoles a causa de la pandemia del coronavirus. Sobre todo, debido a su enfoque libérrimo. Pero no es ese mi caso en concreto. Más que nada porque entiendo que el encierro al que nos hemos visto sometidos tenía forzosamente que causar sensaciones extremas y reforzar nuestra necesidad de libertad. Y por eso Así termina es un texto que aspira al diálogo múltiple en momentos de aislamiento total. Es, entre otras muchas cosas, un grito de auxilio pero también un aullido ácrata y anárquico. Una invitación a convertir la literatura en una fiesta. A transformar el ruedo literario en plaza pública donde los escritores alcen sus voces en conjunto como probablemente lo hagan los músicos cuando la pesadilla termine. Es decir; precisamente porque Así termina refleja con sutileza la crudeza de la situación que acabamos de vivir (y, de paso, el nihilismo de nuestra época) es un estornudo alegre que mira con nostalgia a otras épocas y proyectos del pasado donde la realidad tendía a ser utópica y no distópica como lo es actualmente; por ejemplo, la era del blues, el swing y el bebop tan bien reflejada en la literatura de Julio Cortázar. Un escritor que, como intenta hacer Natxo en su cuaderno de gira, convirtió su máquina de escribir en un saxofón y muchos de sus libros en conciertos de música incidental y aleatoria en los que dialogaba con decenas de iconos culturales como acostumbrábamos a hacerlo, antes de la pandemia, con nuestros colegas en los bares y, de no haber seguido nuestra sociedad un derrotero tan individualista en las últimas décadas, posiblemente hubiera sido deseable que hiciéramos muchos escritores en nuestros libros y blogs.
En realidad, -esto no lo sabe Natxo- pero el creador de Rayuela también fue muy importante para el germen de averíadepollos; blog que tengo el honor de que cite en variadas ocasiones en Así termina. Dos libros suyos que el mismo Sergio Pitol me confesó con una deliciosa sonrisa en su casa de Xalapa que también adoraba, me sirvieron de inspiración y referencia para crearlo. Me refiero a Último round y La vuelta al día en 80 mundos. Cofres artísticos en los que se mezclan recuerdos de viajes, semblanzas sobre libros y pequeños ensayos entre los que se halla «La vuelta al piano de Thelonius Monk». Un mágico recuento de un concierto de Monk en Ginebra llevado a cabo por Julio Cortázar que me dio a conocer la genialidad del músico norteamericano. Por lo que, aunque no lo cite expresamente, es a esa inolvidable semblanza a la que debo el germen de la entrada Globo negro que tanto inspiró a Natxo y que, inesperadamente, comenzó a principios de abril (la había publicado en febrero) a recibir varios likes y comentarios en facebook sin que yo hubiera hecho nada para ello. Algo que, obviamente, achaco a una de esas lindas sorpresas que los espíritus de los cronopios nos dan de tanto en tanto.
Me llama también la atención que Natxo cite bastante a Rodrigo Fresán no sólo porque siempre -aunque no se suela insistir en ello- me ha parecido un escritor muy cortazariano sino porque mientras él interpretaba las canciones que componen su disco, yo estaba releyendo algunos textos suyos (Mantra y su última trilogía) pensando en hacerle alguna entrevista. Idea que finalmente deseché porque creo que es mucho más interesante escribir unos cuantos averías sobre otros escritores que abordarlos personalmente. En gran medida, porque entiendo que la literatura es siempre mucho más fascinante que la vida. Siempre, como demuestra Así termina, se impone a nuestra existencia y la condiciona de manera secreta a base de estallidos y apagones.
En cierto sentido, creo que el libro de Natxo es exactamente eso: un resplandor jazzístico interpretado en medio de la oscuridad. Es un queso gruyer en cuyos agujeros se producen cientos de reflejos y estallidos artísticos; algunos de los cuales se apagan inmediatamente y otros se iluminan como llamas minutos después, del mismo modo que hay círculos que se abren y nunca se cierran y otros que se cierran y no se vuelven abrir sin un motivo claro. De hecho, aunque estoy terminando el prólogo, escuchando una de las canciones, («The dreaming moon»), del disco que más pinchaba cuando releía entusiasmado La vuelta al día en 80 mundos y Último round –Get lost de The Magnetic Fields- no puedo asegurar que este flujo musical y vital se cierre definitivamente como tampoco que se abra posteriormente. La única certeza que poseo es que la vida -con o sin pandemia- continúa. Al fin y al cabo, el mensaje que considero central en el libro-disco de Natxo Vidal. Shalam
عليك أن تأخذ الناس كما هم ، لا يوجد آخرون
Hay que tomar a las personas como son, no existen otras
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