AVERÍA DE POLLOS: Inicio E Biografia E Sexo

Sexo

Mar 3, 2018 | 0 Comentarios

La radiografía de una persona también puede hacerse teniendo en cuenta las revistas que lee. Durante mi adolescencia, mi revista era Popular 1. Y desde hace varios años, ha vuelto a serlo. Desde 2012 aproximadamente. Lo que me atraía del magazine musical, además de los espectaculares artículos de César Martín, era su carácter transgresor. Yo estudiaba en un colegio de curas y allí no sólo me informaba de las salvajes andanzas de grupos de rock sino de comediantes, actrices porno, cine basura, novela negra.

La Popu era un mundo prohibido revelado al instante. Una dosis de adrenalina impagable. Y sobre todo, un arma destructor de moralistas e hipócritas. Con el tiempo, sin embargo, y por mi necesidad de buscar otras rutas, Rockdelux se convirtió en mi revista de cabecera. Me encontraba en la Universidad. Estaba fascinado por Borges y la revista dirigida de Santi Carrillo -con su léxico dirigido a intelectuales, licenciados y futuros profesores de la ESO- era el exponente ideal de la España «moderna».

Realmente, disfruté leyéndola pero algo de mi yo interno se perdió allí. Porque Rockdelux no era una revista salvaje. Era snob. Civilizada. Ilustrada. Cerebral. Racional. Moderna. Progre y socialdemócrata. Era una revista feminista. Socialista. La revista perfecta para un abogado, un sociólogo o un filósofo. Durante un tiempo, me pareció un proyecto excitante y necesario. Anti-fascismo musical. Pero he de reconocer que, con el tiempo, me resultó castrante. Mientras la Rockdelux continuaba haciendo artículos para lectores «inteligentes» -futuros votantes de Podemos y la vieja guardia del PSOE, redactores de sesudas tesis, nerds directores de empresas y pijos de diseño indiePopular 1 se encontraba en una caverna. Un abismo lleno de hardcore, videoclips de Van Halen y continuas rememoraciones de Bogart. Lejos de todo. Y es eso precisamente, lo que me atrajo de nuevo a la revista. Recuerdo encontrarme un día dudando sobre cómo comportarme, qué decir, para qué y de repente, abrir una Popular 1 y decir: «A la mierda».

Volver a leer Popular 1 me abrió la cabeza. Me la destrozó. Y en parte, me salvó puesto que sólo la pasión salva. Me sacó de esa indefinición perpetua, esa ambigüedad socialdemócrata donde todo es gris. No existe el bien y el mal. Todo es opinable. Todo son medias sonrisas. Flacidez. Y no hay certezas. Sólo dudas. Sumisión a la actualidad. Porque esa revista continuaba siendo una orgía. Un puñetazo contra lo políticamente correcto. Aire auténtico frente a tanta dictadura de plástico. Un raquetazo de John McEnroe al suelo. Un pisotón de Hristo Stoichkov al árbitro. Juanito escupiendo a un alemán en Munich y luego, haciéndole un corte de mangas.

Allí se sentía pasión. Odio. Sin puñaladas traperas. Si a alguien le parecías estúpido, te lo decía. Y si alguien te tenía que romper la cabeza porque tú decías preferir Pet Shop Boys a Queen, lo hacía. Y sin remordimientos. No existía el cálculo. Esa forma de hablar a las espaldas de los demás para luego tender manos flácidas e hipócritas. Allí no había censura. Esas páginas olían a sexo. Era una revista donde se podía escribir con faltas ortográficas. Algo realmente liberador para un académico como yo, harto ya por aquel entonces de la policía intelectual. Sabedor de que la corrección gramática trae consigo la corrección política (sino es que son ambas una consecuencia de la otra). Esta dictadura global que vivimos y que yo alcanzo a explicarme porque, entre otras cosas, son mayoría los que leen Rockdelux frente a los que bucean en la Popu.

En fin. ¿Qué puedo decir? Desde entonces, y ya hasta el día que me muera, la seguiré comprando. Es, de hecho, la única revista a la que estoy suscrito. La única que me hace sonreír cuando la leo. La única que parece estar lejos de la actualidad y todavía, por tanto, tiene capacidad de hacerme feliz. Hubo un momento, en que prácticamente, sólo veía rostros agrios a mi alrededor. Rostros de personas que sólo sabían follar en la postura del misionero. O que apenas tenían relaciones sexuales. Y yo no estaba de acuerdo en convertirme en alguien así. Yo estoy dispuesto a llegar a los límites para disfrutar de mi sexualidad. Parecerá exagerado lo que digo. Pero creo que si ahora gozo de una relación plena con Susana, se lo debo en parte a la Popular 1. Porque la revista me impulsó a seguir buceando en lo oscuro. Me continúa enseñando lo importante que es disfrutar. Que es preferible arder en el infierno a la seguridad. Puesto que donde todos los demás dicen «cuidado, piensa lo que vas a hacer. Calcula. Calcula.», la Popu grita, «lánzate y ya veremos qué pasa. Recuerda: sólo se vive una vez». Shalam

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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