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Un chaval de barrio

May 15, 2023 | 2 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería dedicado a la reciente biografía del líder de Primal Scream (Bobby Gillespie), Un chaval de barrio. El cual recomiendo leer escuchando la impresionante remezcla realizada por Andrew Weatherall de un tema de la banda escocesa («I’m Losing More Than I’ll Ever Have») que anticipó lo que sería el sonido del mágico Screamadelica: «Loaded».

Un chaval de barrio

Me ha gustado mucho la biografía de Bobby Gillespie. Sobre todo, porque como era de esperar, permite entender perfectamente el tránsito artístico llevado a cabo por Primal Scream para grabar una obra tan vitalista, lisérgica y revolucionaria como Screamadelica. Uno de esos discos que resumen toda una era y dan sentido y respuesta a todos los desvelos de quienes, durante una etapa de su vida, enloquecieron con el rock y la música de baile.

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Si bien es cierto que en la infancia se encuentra todo, la verdad es que suele ser la parte más farragosa de las biografías de rockeros. Conozco gente que tiende a saltarse esos capítulos y va directamente a la miga: aquellos momentos en los que el músico en concreto grababa y defendía en directo sus más conocidos discos.

Concretamente, de la infancia de Gillespie lo que me interesa sobre todo es saber que procede de una familia de izquierdas en donde fue gestando su ideología socialista que, más tarde, en cierto sentido, aplicaría al rock. Algo que explica, por ejemplo, el que aun siendo el líder, imagen y fuelle de Primal Scream, no le importara en absoluto colocarse en segundo plano antes del lanzamiento de Screamadelica. Dando el visto bueno al lanzamiento de singles en los que apenas cantaba donde primaba ante todo la creatividad colectiva de una banda que a principios de los años 90 era el reflejo perfecto del hedonista inconsciente de su tiempo.

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Probablemente, Gillespie aprendió a desaparecer bastante antes de Screamadelica. Cuando formó parte como batería de los primeros Jesus & Mary Chain. Sus testimonios de las giras y grabaciones realizadas con el grupo de los hermanos Reid son muy valiosos. Bobby tenía muy claro que Jesus no eran un anécdota del rock británico. Era sumamente consciente de estar tocando en un grupo que lograba sacar brillo del ruido, radiografiaba las neurosis occidentales con guitarras más afiladas que una sierra y reivindicaba el aislamiento de los artistas pop con su fría y distante actitud sobre los escenarios. Una mezcla de hielo y cal que, sorprendentemente, reflejaba también con agudeza la ensoñiscación adolescente y la confusión mental de los jóvenes.

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Formar parte de esa especie de cohete solipsista llamado Jesus & Mary Chain fue tan clave en la formación de Gillespie como asistir como espectador a la eclosión de las más importantes bandas de post-punk. De hecho, hay algo en la actitud de Gillespie que no se puede entender sin los peligrosos y cálidos efluvios sonoros que brotaron en los clubs británicos tras la explosión punk. Por cierto que el puzzle de la personalidad de Gillespie no quedaría tampoco completo del todo sin mencionar su amor por la estética del rock. En innumerables pasajes, describe con orgullo la ropa (casual pero muy cuidada y meditada) que vestía o hace referencia con admiración al look de tal o cual artista: desde su peinado o su camisa hasta sus pantalones y zapatos.

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Si algo queda claro a lo largo de su biografía es que los miembros de Primal Scream consumían drogas como otros beben agua. Lo probaron todo y en todas las circunstancias. Por eso mismo merece la pena escuchar lo que Bobby tiene que decir referente a la relación entre música y todas esas sustancias prohibidas: «Cuando vas de éxtasis tus preferencias auditivas tienden más a las frecuencias cálidas y redondas de los graves del acid  house y la música electrónica; el sturm und drang del rock and roll guitarrero y chillón de alto voltaje es más indicado para una cabeza llena de sulfato de anfetamina.  De la misma forma que el soul sureño suena fantástico cuando te metes caballo, o  la marihuana es perfecta para el reggae jamaicano y el dub. Distintas drogas para  distintos sonidos».

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Otro aspecto que queda claro en la biografía de Gillespie es cómo se fue forjando su amor por el rock. El fetichismo absoluto hacia el pasado de este movimiento, su adoración por los grandes cantantes soul. Los días que pasaba drogándose y escuchando discos o recorriendo tiendas para poseer en sus manos un álbum sin el que el Universo (su Universo) no tenía sentido.

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Obviamente, los pasajes que más he disfrutado de su biografía tienen que ver con la forja de Screamadelica. Por ejemplo, cómo conoció a Andrew Weatherall. Quien, en principio, se mostró un tanto tímido con algunas de las remezclas que Alan McGee (el músico al mando de la compañía Creation) y los miembros de Primal Scream le proponían. No se atrevía a destruir cada canción y hacerla suya. Hasta que le dijeron que por favor hiciera lo que le diera gana de una puta vez con las melodías, y lo que surgió de ahí es historia del pop y el rock. Una alucinógena pasada (para la que también hay que mencionar a un colaborador de Andrew, Hugo Nicholson) que aún suena completamente vigente, como si se acabara de grabar.

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Al parecer, el momento clave en el que Andrew y Bobby sellaron su amistad y colaboración para siempre, se produjo después de un concierto un tanto triste y apagado de Primal Scream. El segundo disco (Primal Scream) de la banda era mucho más rockero que el primero (Sonic flower Groove), un cañonazo indie que los había puesto en boca de los grandes popes de la música inglesa. Sin embargo, este segundo álbum había sido visto como un retroceso, una involución. Primal Scream no sólo no evolucionaban sino que parecían ir hacia atrás como los cangrejos. La banda había intentado recuperar la esencia del rock, mostrar su faceta más ocura y macarra, pero este pequeño giro provocó más indiferencia que admiración. Una decisión que luego se consideraría normal en su trayectoria (con giros continuos entre el rock más peleón y la electrónica más radical) pero que, en su momento, les provocó, sobre todo, incomprensión por parte de público y crítica.

En fin, al terminar uno de los conciertos de aquella gira, Gillespie se encontraba apesadumbrado porque apenas había público cuando, de repente, se le acercó Weatherall (que para entonces ya pinchaba antes o después de los recitales de la banda) y le felicitó entusiasmado por la versión de Thin Lizzy que habían realizado. Nadie lo hubiera dicho. Weatherall era el hombre que transformaba la música en droga, en píldora ácida bailable, en éxtasis, pero tambień tenía un conocimiento profundo de la música rock que a pocos mostraba. El momento en el que Andrew y Bobby sellaron sus manos en honor a la banda de Phil Lynott marcó un antes y después en Primal Scream. En realidad, Andrew no sería nunca un miembro oficial de hecho pero sin él la banda ni tan siquiera hubiera rozado los alargados techos a los que se encumbró.

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Está muy bien descrito en su libro el momento en el que Bobby cayó en las redes del acid house y las primeras y espontáneas raves. El ambiente de camaradería y confraternidad que se respiraba allí y cómo las pulsiones y latidos del corazón se aceleraban y contraían al ritmo del éxtasis. Bobby se dejó llevar en estampida como decenas de muchachos hacia esta carrera sin aparente final. Durante interminables madrugadas, la gente se abrazaba a ritmo de la electrónica y en su mente y cuerpo mezclaban con absoluta naturalidad bailables ritmos sensuales con masas de rock musculoso. El mundo se había convertido de repente en una enorme discoteca y el cielo en un compendio de nubes que servían de asientos a miles de jóvenes que gritaban que Jesucristo estaba vivo entre ingestiones de pastillas de colorines que semejaban hostias divinas. Primal Scream estaban destinados, parece, a ser los profetas de esa festiva locura. Los sacerdotes de la era acid.

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«Loaded» no fue un single sino una bomba de relojería. Una consagración mística. Fue la confirmación de que el segundo verano del amor había existido. La prueba de que la droga a veces tiene propiedades milagrosas. «Loaded» fue mucho más que una canción. Fue un himno. Un provocador incendio. Una locura salvaje. La más clara representación artística del estado mental provocado por el éxtasis. «Loaded» es baile y rock. Es música cinematográfica y soul. Es un par de pantalones vaqueros gastados. Es un muro lleno de graffitis. Es Marvin Gaye y es música de Chicago. Es LSD y dibujos animados. Es un tema imposible de imitar con el que Primal Scream reventaron las discotecas y clubs de Gran Bretaña. El principio de su éxito le pilló a Gillespie de gira por otros países y cuando volvió a su tierra, comprobó que la que se estaba armando era de aúpa. «Loaded» era el tema que había que escuchar y bailar en 1990 como en otras épocas lo eran las composiciones de The Beatles, The Rolling Stones o The Kinks.

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Tras «Loaded», apareció «Come together». Otra bomba de Weatherall. Otra alucinación celeste. Un aullido sexual. Bobby Gillespie la define en su biografía del siguiente modo: «Era un poderoso himno de soul y acid house,  un mantra de resistencia espiritual, una intifada electrónica, un baño de burbujas  analógico para la mente y el cuerpo, una sinfonía de éxtasis, un disco dub interplanetario, un himno para la juventud más desfasada, un verdadero testimonio».

Poco (o más bien nada) tengo que añadir. 

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Como todo obseso por la cultura pop, Gillespie intenta encontrar un sentido al orden de las canciones de Screamadelica. En realidad, no creo que sea necesario, pero me encanta que alguien como él no pueda evitar ese exceso interpretativo. Screamadelica es oro puro. Un diamante irrompible. Pero resulta muy divertido jugar con diversas interpretaciones sobre la obra. Fue el guitarrista, Andrew Innes, quien se encargó de poner orden al disco intentando que «fuera la banda sonora de un chaval que sale de  fiesta un fin de semana». Y esa era la idea. En los primeros temas, el chico emocionado llegaba a una discoteca, luego se drogaba y llegaba casi a tocar el cielo y, finalmente, vivía las últimas horas «en libertad» luchando con su bajón.

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Un chaval de barrio termina justo en el momento en que se publica Screamadelica. Justo un instante antes de la gloria total. Un hecho que indica que probablemente haya una segunda parte de esta biografía que merece ser leída fumando un cigarrillo de marihuana en la playa. Con cierta despreocupación pero también con sumo interés puesto que da cuenta de un momento (no tan lejano) en el que la música rock era la cultura más viva de todo el planeta. Era un estilo mutante que lo mismo se retraía sobre sí mismo que desplegaba sus alas como si fuera un colorido pájaro ebrio de felicidad. Screamadelica es uno de los mejores testimonios de ello. Shalam

الطبيعة دائمًا قوية جدًا بالنسبة للنظرية

La naturaleza es siempre demasiado fuerte para la teoría

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen…la sonrisa del amigo primal sonrisa es china….
    2imagen….estamos instalados en los años 67-68-69-en concreto simpatia the rolling stones , hey jude y los olores evidentes a bandas sureñas usa…..
    3imagen….por delante y por detras…(marcel duchamp)….
    4imagen….fuertes coros
    5imagen…..ojos del gato sylvestre cuando ve a la gata silvestra…jajaj
    6imagen….vasili kandinsky, clases-ejercicios de color en el curso preparatorio de la bahuaus……
    7imagen…..el necesario amor propio….
    PD….https://www.youtube.com/watch?v=BX1ljYx3g3k…bugs bunny director de orquesta….(primer scream)……

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    • Alejandro Hermosilla

      1) No sé ni cómo cojones pero voy a pasar a la historia del rock. 2) Estaba claro que Bobby dejaría Primal Scream. Los tres del frente llevan peinados afro indies y el con flequillo. No encaja. jajaj. 3) ¡¡¡Dios Salve a la Reina!!!. También «Perdidos en nuestra habitación». Canción de Mecano adaptable para esta situación 4) Psicodelía pop. La edad de la juventud. 5) Intentando competir con los grupos de garage de los años 60 y 70. Reminiscencias a Love. Arhtur Lee. 6) Un personaje delos Fraguel Rock dibujado por un tipo puesto de ácido hasta las patas. 7) Más chulo que un ocho. Pa chulo yo. PD: enial Bugs Bunny

      Responder

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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