Este es el tercer párrafo de Transtorno; la novela de Thomas Bernhard:
«Mi padre era ahora el único médico de una comarca relativamente extensa y, por añadidura, «difícil» desde que el otro aceptó un puesto en la Universidad de Graz y se trasladó a la capital de la región. Según mi padre, las esperanzas de que viniera algún otro eran escasas. Abrir aquí un consultorio era casi una locura. Sin embargo, él se había acostumbrado ya a ser víctima de de una población básicamente enferma, propensa a la violencia y el desvarío. El que yo pasara el fin de semana en casa, decía, era para él un sedante cada vez más necesario. Parecía cansado. Sin embargo, cuando nos deslumbró el Ache al abrir yo los postigos de la ventana, dijo que iba a dar un paseo. «Acompáñame», dijo, «ven». Mientras yo me vestía, me habló de «un fenómeno de la naturaleza», de un castaño que ahora, a finales de septiembre, estaba floreciendo y que él había descubierto en las afueras, en las orillas del Ache. Quería aprovechar la oportunidad dijo, para hablar conmigo de una vez; probablemente, pensé, de algo relacionado con mis estudios en Leoben, en la Escuela de Minas. Ahora habría tiempo, dijo, antes de que se pasara el día dedicado a sus visitas. «¿Sabes?», me dijo, «a veces no puedo más».
Sé que sonora presuntuoso lo que voy a afirmar, pero para mí hay un elemento clave en este pequeño texto. Me refiero a la frase: «Parecía cansado». Son esas dos palabras las que demuestran que Bernhard era un genio y me animan a seguir leyendo vorazmente. Estoy seguro (aunque no pueda explicarlo) que un escritor bueno (incluso muy bueno) no colocaría esa sencilla expresión justo en medio del párrafo. No lo vería necesario. Incidiría en otros aspectos. Perseguiría una continuidad clara. Absoluta. Sin embargo, para mí es el factor determinante del párrafo. Es esa una estructura que no me esperaba, da aire y me prepara para cualquier cosa porque le aporta un matiz siniestro al texto. Rompe, sin fracturarla totalmente, la sintaxis y la lógica narrativa que podía aguardar y me prepara para ir penetrando en un territorio oscuro. Bernhard podía haber escrito perfectamente «estaba cansado», pero no lo hace. Escribe «parecía cansado» y hay un click que estalla en mi cabeza.
En ese «parecía cansado» yo observo el triunfo de un estilo. A un escritor imponiéndose al tiempo y a la literatura. A sus limitaciones. Para muchos no será más que una anécdota pero de verdad que no lo es, aunque no alcance a poder explicarlo; como tampoco lo son la palabra «difícil» en la segunda línea y ese inquietante final: «a veces no puedo más». Shalam
0 comentarios