Vi ciudades con torres derruidas llenas de hombres besando los pies de estatuas sin cabeza. Vi cientos de caballeros armados caminando por los pasadizos de castillos antiguos persiguiendo animales y adolescentes atrapados en la maleza de bosques cuyos árboles tenían todas sus ramas rotas. Vi a una princesa morena asomándose a una azotea para observar el lento vuelo de un gavilán y a varios nobles con sus ojos inyectados en sangre planeando cómo conquistar un reino enemigo. Vi dioses destruidos. Bellas mujeres abiertas de piernas esperando ser penetradas por un jabalí. Un guerrero ciego atravesando desnudo un río con un cuchillo entre sus manos. Una reina cortando las manos de tres de sus súbditos. Ancianos riéndose a carcajadas en la sala de un enorme palacio festejando el fin del mundo. Y ciudades llenas de cuerpos muertos e iglesias ardiendo por las que los zorros se desplazaban en total libertad.
Vi un muchacho solitario caminando herido por una flecha. Y a un poeta divirtiéndose con las perversiones de furiosos condes. Vi a una doncella besando un Cristo antes de clavar un puñal de bronce a su marido. Vi a un avaro comiéndose las manos y a diez perros persiguiendo a un tropel de niñas en una cueva repleta de arena. Vi cómo el mundo se destruía y los filósofos convertían sus libros en muros infranqueables y a los mejores amigos de un joven pintor arrojándolo por un precipicio. Y también vi a decenas de escritores destrozando las páginas escritas por otros escritores. Y después de todo aquello que vi, no quise ver más, y un ángel oscuro selló mis ojos y labios. Y en la tumba donde era enterrado, escuché decir a los súbditos que echaban tierra sobre mi cuerpo: «¡Asesinad a este hombre que está ciego y no es testigo del rostro de satisfacción que tenemos cuando sufre!» Shalam
çنَّ الطُّيُورَ عَلَي أَشْكَالِهَا تَقَعُ
No pretendas que las cosas salgan como deseas. Deséalas como son
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