No sólo de rumba vive el hombre es una obra imperecedera. Un disco espectral y vicioso. Uno de esos que aparecen de tanto en tanto, por sorpresa, y,poco a poco, van ganándole la batalla al tiempo a base de navajazos.
No sólo de rumba es clásico e innovador a la vez. Albert Plá consiguió algo realmente difícil: mofarse de un sinfín de tópicos musicales y pasarse por el aro muchos de los preceptos de la rumba, el flamenco, el rock y la canción de autor en un puñado de composiciones que insuflaron aire y vida nueva a estos géneros. Porque el corrosivo artista catalán los llevó a pasear por parajes apenas entrevistos anteriormente por los cultivadores de estos estilos. Sin dejar de mostrarles respeto, les vaciló. Y consiguió con desparpajo y atrevimiento sacarlos de su zona de confort para que lo acompañaran a narrar sus historias de destierro, perdedores, fornicadores, asesinos y disidentes sociales. Una locura sobre el papel que sin embargo, terminó funcionando perfectamente por fuerza de la imprevisible genialidad de este anárquico rebelde.
Realmente, en manos de otra persona con menos inspiración, No sólo de rumba podía haberse transformado en una broma sarcástica de mal gusto realizada con más o menos ingenio, pero Plá fue capaz de dotar de trascendencia y dramatismo a sus ocurrencias. Y convirtió lo que llevaba camino de convertirse en una astracanada, en una de las obras más intensas y originales de la música popular española de las últimos años. Escuchando No sólo de rumba, de hecho, se siente el barrio, la suciedad, el retrete y el mercado. Se huele a vida pero también se vislumbran retazos de película de terror, y la muerte y las risas, las salvajadas y las depresiones crónicas conviven armónicamente.
Nada más difícil que definir este disco. Una de las más grandes odas a Caín y a los desheredados realizadas jamás en la música española. Una obra que consigue hacer trascender los ritmos más populares y los vicios sin dejar de ser irreverente. Un pedazo de música compuesta en una república ácrata que es lo más parecido a un escupitajo en el manual de buenas costumbres del arte popular pero es también una escultura llena de pasión y violencia. Un corte de mangas a la burguesía, al rey y a cualquier estamento burgués que vuela muy alto y consigue situarse en primera fila de la vanguardia sin abandonar en ningún momento su lugar entre el pueblo y la muchedumbre. Pues No sólo de rumba es a un tiempo bar y salón, calle y teatro. Una deliciosa locura que sólo podía haber salido de la mente de un genio inclasificable como Plá.
Con los años y el desgaste, Plá no ha perdido irreverencia pero sí capacidad de sorpresa. Su mensaje -sea el que sea- no ha perdido vigencia pero su éxito popular lo ha convertido muy probablemente a su pesar en un icono antisistema al que la sobreexposición no ha hecho demasiado bien. No obstante, Plá continúa siendo un enigma. Pocas personas tienen la capacidad de disparar frontalmente contra los símbolos sagrados de una nación y seguir caminando libremente como si nada. Pocos son capaces de continuar siendo difíciles de encasillar y clasificar tras haber conseguido el éxito y de decir tanto con tan minúsculos medios expresivos.
Plá, en realidad, no parece un hombre de este tiempo. Parece un bufón de esos que iban recorriendo los burgos durante la época medieval, se tocaban el culo cada vez que mencionaban el nombre de un conde y saltaban y follaban y comían sin cesar los días de carnaval. Y tal vez ese sea también el mérito de No sólo de rumba. Que, a pesar de ser un disco grabado en el siglo XX, posee un espíritu libre y revoltoso que sobrevuela el tiempo y puede uno imaginárselo sonando en las tabernas y patios de la España de distintos siglos. Es un manicomio musical que tiene visos de eternidad. Shalam
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