No sé si nos hemos dado cuenta. Yo he de reconocer que hasta ayer no lo había hecho. Pero la pandemia ha logrado algo increíble. No sólo ha acabado con la fiesta y la noche española y, por tanto, ha contribuido a continuar destruyendo nuestra identidad sino que ha conseguido que el fútbol real comience por primera vez a imitar al de los videojuegos. A ir detrás suyo. Hasta hace unos meses, los ingenieros y técnicos que experimentaban diariamente con los avances del fútbol virtual se esforzaban incesantemente por lograr plasmar en la pantalla los regates y goles de jugadores físicamente palpables. Y ahora no es que esto haya cambiado completamente pero sí que se ha modificado mucho porque, sin público real, nuestro querido deporte ha perdido su carácter ritual. Ha dejado de ser una obra de teatro imprevisible y sin guión estipulado para convertirse en una simulación. De hecho, la mayoría de partidos parecen entrenamientos. Y con el ruido de fondo que le ponen en algunos programas más los monigotes que ejercen de aficiones, ya se han convertido prácticamente en un programa de computación.
Hace años, recuerdo un Napoles-Madrid sin público que alcanzó dimensiones colosales por extraordinario. Las gradas vacías retumbaban tanto como el eco de los jugadores al gritar en medio del césped. Sin embargo, las confrontaciones actuales son siniestras porque han convertido esa situación atípica en ordinaria. Una circunstancia anómala digna de un capítulo de La dimensión desconocida.
Ayer, por ejemplo, vi 20 minutos del Manchester City-Lyon en una cadena de televisión en la que los gritos del público se encontraban pregrabados y la imagen de las gradas era un holograma. Lo que provocaba que los jugadores reales parecieran ficticios (me atrevería a decir de hecho que era Kevin De Bruyne quien imitaba a su doble) y no al revés. Sí. Ante mí se estaba desarrollando aparentemente un partido de fútbol, pero si alguien me hubiera dicho que lo que estaba contemplando era un nuevo juego de la playstation que ofrecía una experiencia hiperrealista de lo que sucedía en el césped o una nueva versión del clásico Fifa, me lo hubiera creído. Lo que quiere decir que es el fútbol real el que comienza a imitar al virtual y no al contrario como tradicionalmente había ocurrido hasta ahora. Una circunstancia que no destacaría ni me resultaría preocupante ni curiosa de no ser porque, desde niño, estoy acostumbrado a que el antiguamente denominado balompié sea espejo y reflejo de los cambios sociales tanto del presente como del futuro. Todo lo que sucede en el, así llamado, deporte rey termina por plasmarse antes o después en la sociedad. Así que lo lógico es que, más tarde o más temprano, seamos nosotros los que imitemos a los videojuegos (como antes intentábamos hacerlo con los personajes de las series y las películas). Con una diferencia, eso sí, que me gustaría resaltar: que incluso en la más mediocre obra de arte existe un potencial catártico y transformador muy potente. Algo que es bastante más difícil de hallar en este tipo de pasatiempos electrónicos donde los personajes son más bien marionetas inertes controladas por yoysticks que caracteres con una importante y latente capacidad de reflexión, actuación e iniciativa. Pues siempre dependen de los demás y cada una de sus reacciones se encuentra previamente medida y programada. Shalam
andresrosiquemoreno
el agosto 18, 2020 a las 9:01 pm
1º-2º-3º imagen son iguales……en este caso las tres son «atom heart mother»-1970-pink floyd…….tambien vaca&pollo o vaca cafeconleche que tanto les gusta a los africanos septentrionales(sonrisa)….abrazo…..
de acuerdo contigo en que la calle esta llena de vacas…………………………..
1º-2º-3º imagen son iguales……en este caso las tres son «atom heart mother»-1970-pink floyd…….tambien vaca&pollo o vaca cafeconleche que tanto les gusta a los africanos septentrionales(sonrisa)….abrazo…..
de acuerdo contigo en que la calle esta llena de vacas…………………………..
jjjaja.. la foto de Atom heart mother. Impresionante fotografía que encaja perfectamente con el momento que vivimos.