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Oxígeno

Nov 6, 2023 | 2 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería dedicado a un inolvidable álbum de Jean Michel Jarre: Oxygène. El cual recomiendo leer escuchando su parte más conocida: la cuarta.

 

Oxígeno.

Oxygène es un disco que continúa emocionando. Creo que porque, en realidad, es una especie de ralo vals romántico. Es una composición clásica camuflada de oda espacial. En realidad, si fuera más minimalista, Oxygène podría pasar por una composición renacentista dedicada reverencialmente a una enamorada por parte de Jean-Michel Jarre. Pero el músico francés era un hijo de la tecnología y del siglo XX y, por tanto, en vez de dedicar su creación a Laura o Helena como hicieran Petrarca o Ronsard, se propuso ni más ni menos que realizar un poema instrumental sobre el planeta Tierra. Una carta de amor a nuestro mundo que sigue tan vigente como cuando se publicó a pesar de que aparentemente muchos de los trucos tecnológicos utilizados se encuentran superados o están demasiado supeditados a su época. Casi nadie (a no ser que desee ser voluntariamente retro) que trabaje con sintetizadores los utiliza ya como Jarre pero aún así los de Oxygène continúan en gran medida sonando modernos, contemporáneos, hasta el punto de que tengo claro que, de ser astronauta, elegiría este disco como banda sonora para un viaje espacial.

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Creo que para ubicar bien Oxygène hay que entender que, a pesar de estar en cierto modo adelantado a su tiempo, es un Lp prototipo de los 70. Su deliciosa ambición megalomaníaca que tanto choca actualmente era muy habitual en aquella época. De hecho, Oxygène es el reverso y el complementario de todos esos discos de rock progresivo (o sinfónico) que hablaban sobre razas extraterrestres, distintos sistemas solares o nuevos Universos. Es complementario en cuanto a que sus presupuestos temáticos no están demasiado lejanos a los de aquellos grupos que intentaban continuar el sueño hippy realizando largos desarrollos instrumentales al tiempo que buscaban en los cielos una respuesta al sentido de la vida. Pero es el reverso en la medida en la que en vez de utilizar instrumentos tradicionales para su búsqueda, se ayudaba de diversos sintetizadores, órganos y una caja de ritmos. Oxygène, de hecho, sonaba tan sofisticado y moderno que por momentos convertía en antiguos la mayoría de discos de su entorno. De algún modo, su presencia en el mundo de la música podía ser entendida como una amenaza para el rock. Bastaba escuchar varios compases de Oxygène para tomar conciencia de que tal vez las guitarras estaban demasiado apegadas a nuestro presente y antes o después podrían entrar en decadencia.

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Parece mentira pero Oxygène apareció poco antes de la eclosión del movimiento punk. Sin embargo, ambos, (Jarre y los punks), apuntaban a lo mismo: a la ausencia de futuro. Ocurre que si los punks se centraban en el aquí y el ahora, Jarre se inventaba el solito el porvenir. Y que si los primeros ponían el foco sobre todo en la disgregación social, el paro y la probredumbre, Jarre lo colocaba en la contaminación, el peso de la industria y del petroleo y la necesidad de acabar con la polución del planeta. Aunque, eso sí, lo hacía -y esa era su grandeza- de modo instrumental. Con una alegórica pero bien explícita portada y, sobre todo, con unos sonidos llenos de vibraciones, ecos y matices que eran casi un boca a boca a quienes escuchaban este disco en alguna de esas megalópolis modernas llenas de edificios, coches, humo de tabaco y supermercados repletos de comida envasada.

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Aún hoy día parece mentira que Jean-Michel Jarre fuera capaz el solito de grabar en la cocina de su apartamento esta inmensa obra maestra cuando ni tan siquiera había alcanzado la treintena. Algo que se entiende mucho mejor teniendo en cuenta que era el hijo de ni más ni menos Maurice Jarre. Uno de los mejores compositores cinematográficos de la historia. Un incalculable genio cuya huella estaba presente en muchos de los matices de Oxygène. Un disco que perfectamente podría haber sido banda sonora de un filme de ciencia ficción o de un documental sobre la conquista del espacio cuya sinuosa delicadeza ha permitido que sea utilizado tanto en sesiones de parto como de meditación.

Cuando publicó Oxygène, Jean-Michel ya había demostrado su talento en algún que otro disco de avant-garde. Desde el principio estuvo a la vanguardia pero no sé si habría tenido tanta tranquilidad para componer o hubiera mezclado con tanta sabiduría composiciones que trabajó lentamente durante años de no haber sido porque tenía detrás la sombra de su padre. Hay genios que nacen aparentemente por generación espontánea. Pero no fue este el caso de Jean-Michel. Por cierto que ahora que se habla tanto de fakes, no estaría mal escuchar cada una de las partes de Oxygène como si formaran parte de filmes imaginarios. Sería, desde luego, un ejercicio divertido e instructivo por más que tal vez se encuentre demasiado visto.

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Oxygène es una maravilla. Es puro clasicismo tecnológico. Pero por otro es en cierto modo vanguardista. Creo que su grandeza radica en su equilibro. En que es una obra armónica que bascula entre el futurismo y la experimentación y, como acabo de sugerir, el clasicismo. Es muy sofisticado y se encuentra muy estudiado pero también desprende naturalidad. Hay partes del disco que recuerdan a los primeros Kraftwerk y a los deliciosos mantras tecnológicos de Klaus Schulze y otros que podrían emparentarse con los gélidos viajes de Tangerine Dream pero hay algo sumamente personal en Oxygène que lo hace único. Tal vez porque Jarre supo bascular entre la experimentación y la comercialidad y dotar de un talante mágico a uno de esos discos que, como Tubular Bells, contribuyeron definitivamente a introducir la música electrónica en los hogares de medio Occidente. Muchos de los temas de Oxygène podrían perfectamente servir como sintonía de una vuelta ciclista o de un videojuego. A mí concretamente todas sus partes me gustan. Forman una sinfonía deliciosa. Pero si tuviera que quedarme con dos sería con la cuarta por razones obvias (una increible melodía que acompañó a un videoclip fascinante) y la quinta. Es cierto, por otro lado, que los efectos en los que se evocan los mares o el sonido de las estrellas tal vez hayan quedado un tanto desfasados pero ese detalle les ha hecho ganar en encanto. Oxygène tiene algo especial. Cuanto más moderno y futurista parece más enigmático resulta y cuanto más antiguos se sienten algunos de sus trucos, más carismático es. A este respecto, la utilización que hace Jarre del Melotron es mágica. Puesto que es capaz de convertir un instrumento que huele a fantasmagoría y evanescencia en un arma de futuro. Una insondable ametrallladora que evoca viajes abstractos y astrales cuya utilización podría servir tanto para ilustrar un episodio de Star Trek como otro de Battlestar Galactica.

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La verdad es que casi todo lo que Jarre hizo al comienzo de su trayectoria fue sumamente interesante y valioso. Tras Oxygène, aparecieron ni más ni menos que Equinoxe y Magnetic Fields. Dos discos que ampliaban lo escuchado en su obra maestra y, en cierto sentido, la complementaban. Ambos tenían, a su vez, dos singles de esos que logran que se detenga el tiempo y resumen una época. Una prueba de que durante unos años Jarre captó perfectamente el zeitgeist de su tiempo. No obstante, con los años y a medida que se convertía en un músico idolatrado por las masas, cayó en una especie de megalomanía que por momentos le condujo por los caminos de la ampulosidad o la new wave tecnológica y lo hizo dar demasiados pasos en falso. Jarre siguió haciendo discos interesantes como es el caso de esa maravillosa excursión cercana al ambient dedicada a Jacques Cousteau. Pero en parte perdió encanto y misterio. Resumiendo,  Jarre se convertió en un mago, el David Copperfield del techno europeo, a medida que la magia desaparecía de sus discos. Tanto es así que ha tenido que realizar dos continuaciones de Oxygène para insuflar nuevos aires creativos e interés a una propuesta que tal vez haya quedado un tanto desfasada pero aún continúa estremeciendo cuando recorremos aquellos tres discos publicados entre los 70 y los 80 que parecieran haber sido grabados en medio de un satélite artificial. Shalam

دع المجانين والحمقى يذهبون أولاً دائمًا

Deja siempre que los locos y los tontos pasen primero

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen….las gafas de la vida….
    2imagen..chico bueno bien peinado(camilo sesto)..interior japones..
    3imagen….una salida…..
    4imagen….la consulta del otorrino…….colores a combinar: negro, rojo, gris, azul, amarillo…..
    5imagen….esta noche iremos a la opera?
    PD…https://www.youtube.com/watch?v=-btzfQar2PA…perpetuum mobile…1980..penguin cafe orchestra…

    Responder
    • Alejandro Hermosilla

      1) La calavera de Hamlet. Ser o no ser. 2) Joven educado francés émulo de Alain Delon. 3) Una posible imagen del filme «El árbol de la vida» de Terrence Malick. 4) Jóvenes guapos a los que les gustaría haber formado parte de mayo del 68. Si lo hicieron pues chulean de haber participado. 5) Estatuas hiperrealistas encontradas en una exposición de arte en Alicante. PD: hermoso tema minimalista. Me imagino a Nyman abriendo sus oídos.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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