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La joya rebelde

Ago 26, 2022 | 2 Comentarios

Ilie Năstase era un deportista sumamente carismático. En realidad, más que un deportista, era un showman. Alguien capaz de conseguir que todos las luces enfocaran su figura ya fuera por haber realizado o bien un habilidoso drive o bien por sus habituales travesuras y gamberradas en la cancha.

Năstase era un tenista insólito. Procedía ni más ni menos que de la Rumania de Ceacescu. Lo que lo convertía en una especie de rara avis. Tuvo la suerte, eso sí, de debutar cuando se encontraba en activo el bravo Ion Tiriac. Otro jugador rumano con quien alcanzó la gloria jugando como doblista y fue capaz de llevar a su país a las instancias finales de varias Copa Davis, pero con quien tuvo también una serie de encontronazos que terminaron por dilapidar su relación de amistad. Más allá de esto, la presencia de Tiriac en el viejo circuito tenístico sirvió como refugio en sus orígenes a Năstase. Tiriac fue el tronco en el que Năstase se apoyó para, poco a poco, despegar su ilustre carrera en solitario. Con Tiriac compartía un origen, unos códigos y una cultura. Una ayuda imprescindible para soportar las largas horas que Năstase debía pasar en ciudades extranjeras y fríos hoteles con el fin de integrarse definitivamente en el circuito profesional de tenis.

En cualquier caso, Năstase no tardó en volar por su cuenta. Algo lógico teniendo en cuenta que su tenis era realmente exquisito y que, como persona, era muy cabezón y obstinado. Por más que, eso sí, Năstase no era nada ortodoxo. Aunque para lograr dar el salto tenístico desde Rumanía, se había visto obligado a entrenar duro, era muy poco disciplinado. No disfrutaba de los entrenamientos. Una auténtica losa mental, un trámite que intentaba solventar lo más rápido posible. Sin embargo, en el campo de tenis se transformaba. Amaba competir, luchar. Disfrutaba de la competición. Y eso le hacía un rival realmente temible. Porque si bien su fondo físico (a excepción de cuando se encontraba en la flor de la juventud) no era su fuerte y no solía ser el adecuado, su talento como tenista era mucho. Sus golpes eran tan eficaces como elegantes. Era capaz de colocar la bola donde deseaba. Y si bien jugaba muy bien en el fondo de la pista, también voleaba con destreza. Prueba de ellos es que conquistó un Roland Garros y un Open Usa (cuando el torneo se jugaba en hierba) y disputó unas cuantas finales de su torneo maldito: Wimbledon. En este sentido, era un tenista muy completo. De hecho, alzó en varias ocasiones la Copa de Maestros, jugando sobre moqueta, una superficie sintética o cemento. Lo que demuestra que tenía una gran adaptabilidad a todos los terrenos. Producto tanto de su destreza al golpear la bola como de su carácter. Ese carácter que lo condujo a protagonizar excelsas remontadas como la realizada en la final del Open Usa 72 contra Artur Ashe y todo tipo de mamarrachadas que lo conviertieron en un auténtico showman. El terror de los jueces de línea y de los guardianes de las inveteradas normas de educación tenística y el vivaracho amigo de los buscadores de exclusivas periodísticas.

El  drive de Năstase era realmente de novela. A veces parecía que mimaba la bola. Que más que lanzar una pelota de tenis al campo contrario, estaba arrojando una joya. Cuando  golpeaba la bola lo hacía con la destreza de un maestro de esgrima. He estado observando algunos de los peloteos con varios de lo que fueron sus grandes rivales  (los tenista australianos, ingleses y norteamericanos) hasta la llegada de Connors, Borg y Mcenroe y es muy palpable la diferencia entre la manera de golpear y jugar de Nastase y la de sus rivales anglosajones.

Estos últimos, incluso los de mayor talento, parecían marcados por el mismo patrón. Eran jugadores de Academia, que golpeaban a la bola exactamente como había que hacerlo. Según unas normas de educación aprendidas en rígidas y eficaces escuelas y perfeccionadas en duros entrenamientos. Eran jugadores potentes, fiables y muy regulares cuyo juego era sin embargo muy fácil de leer. Frente a ellos, Nastase era un animal sagaz e imprevisible. Un alocado y excéntrico rebelde que lo mismo se marcaba un inverosímil globo o un revés de ensueño que devolvía varias pelotas desde el fondo de la pista sin aparente esfuerzo. Un hombre que cuando se encontraba inspirado y en forma era imparable, capaz de convertir cada campo de tenis en una caldera y cada partido en un juego de gladiadores manejado con mano dura por su ingobernable intuición.

Năstase, sí, fue el Hristo Stoichkov del deporte de la raqueta. A veces parecía que más que jugar al tenis, estaba o bien en el circo o bien en medio de una guerra. McEnroe tuvo en él la figura perfecta para aprender cómo convertirse en el niño airado del tenis. En su época, tan sólo Guillermo Vilas poseía el mismo carisma que él. Idéntica elegancia. Connors, por ejemplo, no llegó a desbancarlo como figura massmediatica. De hecho, era tan diferente a él que era imposible compararlos. Y por eso mismo, ambos formaron una compenetrada y excelente pareja de dobles tenística durante años.

Posiblemente, el principio de la decadencia de Năstase lo marcó la llegada de Borg al circuito. Al sueco fue capaz de ganarle en sus primeros enfrentamientos y durante los primeros años, pero en cuanto Borg maduró, Ilie comprobó que no podía hacer nada ante su destreza. Borg, sí, tenía más talento que Nastase. Por otro lado, Connors era mucho más cabezón. Y McEnroe podía ser más hosco y brutal. Si a eso le unimos el paso de los años, la escasa disciplina del tenista rumano, alguna lesión y varias sanciones deportivas, tendremos todos los puntos que fueron marcando lentamente el declive del primer número de la era moderna del tenis. Un tipo noble que sabía diferenciar perfectamente lo que ocurría en el campo y fuera del campo. Dentro de él, Nastase era un guerrero. Un hombre que lo mismo te arrojaba un cuchillo que gritaba desaforadamente si comprobaba que una bola mala había sido dada por buena. Năstase jugaba para la grada y para sí mismo. Era peligroso enfrentarse a él. Un reto mental y deportivo. Pero cuando terminaba el partido, el rumano solía chocar amistosamente las manos a sus rivales y, si se sentía bien, no dudaba en invitarles a cenar o al menos no tenía reparos en mostrar su afecto y respeto. En el campo de tenis, Nastase era un navajero. También un artista. Pero no cabe duda que era alguien hosco. Sin embargo, fuera de la competición, era un señor. El compañero de juerga perfecto.

Todos esos detalles son probablemente los que hacían del tenista rumano, alguien diferente. Un jugador que no sólo era un artista con la raqueta en las manos. Tenía magia y un carisma abrumador. Porque su elegancia, repito, no era ortodoxa sino animal. Casi agreste. Algo que le valió el apelativo de tenista imprevisible y que cautivó a múltiples mujeres incapaces de resistirse a un hombre que, como tenista, mostraba idénticas dotes de sensibilidad que de salvaje exotismo. Era, sí, uno de esos pocos deportistas por los que valía la pena pagar una entrada independientemente de la forma física en la que estuvieran o del grado de implicación con el que afrontasen el encuentro. Shalam

أعظم كبرياء ، وأكبر مكروه ، أعظم جهل بالنفس

La mayor soberbia, y la mayor abyección son la mayor ignorancia de sí mismo

 

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen…remate de plancha….
    2ºimagen….de rumania mi preferida es simona halep y constantin brancusi que de tanto pulir se quedo sin piedra (como en el chiste de «la ventana indiscreta»…sonrisa….(en la sombra plantamos las flores)…..
    3ºimagen…..i want you…..
    4ºimagen…..lo veo un poco antonio gades…sonrisa…
    5ºimagen….verde horizontal el verde es arbol yo pondria un arbol largo tumbado y lo titularia «la frontera»
    PD….27 años despues la cantante «nada» interpreta «il cuore e uno zingaro» mas desenfadada mas autoafirmada que en 1971….https://www.youtube.com/watch?v=TnTmr5ivQwA……»nada» no tuvo la fortuna que merecia por eso la cogeria paolo sorrentino para su papa joven…..un bombon…..

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Vestido de rojo total y sin manga corta se convertiría en superhéroe 2) Me encanta el amarillo color de su camiseta blanca. Aquí parece un jugador del Steatua Bucarest. 3) Polo típico lacoste. Caballero de los 70. Rollo Alain Delon. A pleno sol. 4) Camarero en una película de Polanksi. Lo imagino en «El baile de los vampiros». 5) Un artista gitano. PD: Vaya. Desconocía toda esta historia. Me ha encantado saberla. En el 71, una joven muchacha aspirante a hippie. Varias décadas después, una bomba pop y melódica irresistible.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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