Se me acumulan cada vez más libros que pienso leer cuando termine de escribir El jardinero. Acaso exista alguna persona que le interese saber cuáles son estos textos en los que confío sumergirme pronto. Por lo que dejo a continuación una lista con sus títulos. Eso sí, antes me gustaría hacer un inciso. Como casi siempre se habla del poso que los libros nos dejan tras su lectura, en este caso, yo lo voy a hacer -por variar un poco el rumbo- en relación a mis expectativas previas a su lectura: qué es lo busco al introducirme en sus páginas y qué me sugieren previamente a mi desembarco en sus territorios. Confío además, que este ejercicio me oriente para saber con más precisión cuáles debo adquirir y cuáles tengo ya. Porque hasta que me he puesto a redactar la lista, algunos de ellos apenas eran una nebulosa, una intermitente luz que aparecía y desaparecía aleatoriamente en mi cerebro. Y de no haber realizado este ejercicio, corría el riesgo de olvidarme de su existencia, cuando se trata de que la iluminen siempre.
En cualquier caso, dividiré este escrito en dos partes para no aturdir demasiado. Dedico este a los que ya poseo y el próximo a los que caerán en mis manos, sin falta, antes o después; como piojos en la cola de un caballo muerto.
Libros adquiridos.
1. Neal Stephenson. Criptonomicon: Una incógnita. ¿Cómo casan H.P. Lovecraft y la tecnología? Cientos de dudas. ¿Libro famoso y decepcionante o realmente fascinante a pesar del éxito? ¿Merece una oportunidad?¿Me arrepentiré? Aún estoy a tiempo de escoger otro. Ni me acuerdo cómo he llegado a anotar en mi cuaderno esta visión monstruosa del nacimiento de Internet.
2. Juan Benet. Volverás a región: ya va siendo hora de introducirse en el mundo de este escritor. Una de mis grandes fallas. ¿Me fascinará? ¿Entrará en mi santoral de autores españoles? ¿Llego a él demasiado tarde? ¿Lo hago a su tiempo? ¿Cómo es Región?
3. Poul Anderson. Cita galáctica: ciencia ficción clásica. Caminos interestelares. Dicen que no es de los libros más recomendables de su autor, que es de los primeros, que todavía estaba empezando, pero aún así, ¡Qué ganas de perderme en el espacio leyéndolo!
4. James G. Ballard. Compañía de sueños ilimitada: Alfonso García Villalba la recomendó y esto es ya para mí suficiente garantía. Diseccionando un poco más la América infantil. Mirando de frente el monstruo. Sociedades consumistas destrozadas bajo el peso de una pluma aguda, certera, post-apocalíptica. Una visión caricaturesca y extrema del capitalismo.
5. J M. Coetzee. Verano: Muchas ganas de terminar esta trilogía biográfica. Cerrar el círculo con buen pie. Reencontrarme con una escritura amena, muy consciente de sí misma. Seguir la senda de sus otros dos entrañables libros que deberían concluir ahora a lo grande. Haciéndome comprender más y mejor quién es este escritor. Menos máscaras.
6. Bryce Echenique. Un mundo para Julius: si el libro continúa como lo hacen sus diez primeras páginas -que no he podido evitar leer- estamos ante una obra maestra. Ganas de perderme en un gran soliloquio y seguir la pista de un, más allá de polémicas, gran escritor ¿o sería mejor decir escribidor?, ¿genio loco disperso y distraído?.
7. Charles Robert Maturin. Melmoth el errabundo: una novelapara esos días en que llueve o no queremos salir de la cama. Terror. Cuadrados góticos. Errancias. Persiguiendo el rastro de vidas pasadas. Bajo el estigma del diablo. Un clásico que quiero ya mismo conocer, absorber.
8. Arkadi y Boris Strugatsky. Picnic extratarrestre: tras la raíces de Stalker, una de las películas más fascinantes que jamás vi. Saldando deudas (en este caso de amor). Y cerrando círculos. ¿Se abrirán otros nuevos? ¿Se contarán más detalles de La Zona? ¿Que sensaciones tendré al reencontrarme con esos enigmáticos personajes descritos por Tarkovski? ¿Decepción? ¿Nuevos y grandes estímulos? ¿Estará el precursor a la altura de su adaptador?
9.Terence McKenna. La nueva conciencia psicodélica: filosofía de la nueva era. Tiempos alternos y oblicuos en espiral. Libro de cabecera de Kevin Shields (My bloody Valentine). Inspiración de su concepto del arte. Sólo por eso ya merece la pena echarle un ojo. Para seguir indagando, soñando, recorriendo el sendero. En espera no de una sino de varias iluminaciones. Asistir a una colisión entre el mundo tribal y el occidental.
10. Joseph Roth. La leyenda del santo bebedor: ¿Será un gran escritor, un imprescindible o no más que uno muy bueno? ¿Qué hay detrás del vino, del cerebro de un borracho? ¿Por qué tenemos que crecer? ¿El texto definitivo sobre el fracaso o tan sólo uno más? ¿El principio de un romance duradero o un simple flirteo que no irá a más? ¿Es Joseph Roth un grande o no lo es? La impaciencia me corroe.
11. Kenneth cook. El koala asesino: ¿Por qué compré este libro? ¿Quién me lo recomendó? Sin saberlo, siento deseos de introducirme en sus frondosos bosques y azules océanos. En la selva del humor. En busca del absurdo. ¿Kafka paseándose por Australia y hablando con animalitos? ¿Cómo coño ha llegado hasta mí este libro? Convencido de que voy a amarlo. Precisamente porque sigo sin entender qué hace aquí.
12. Jhon Cheever. El nadador y otros relatos: otra mirada más a la América profunda y oculta. De esas que duelen, dejan poso y se recuerdan. Un hábil observador. Descripciones de un mundo en descomposición tras su aparente tranquilidad. ¿Me estoy pasando de adivino? Alguno de sus relatos me va a tocar la fibra. Tal vez me entren ganas de volver a fumar. El mundo es imperfecto. Siempre gana el arte. Y también, Jhon Cheever.
13. Thomas Pynchon. Vicio propio: una novela para leer de tripi, entre raya y raya, como tantos Pynchon. Parece un libro divertido ¿Será el cruce entre Miami Vice y Mulholland Drive que espero? ¿Hasta que límite me llevará esta vez? ¿Estará cerca o lejos de David Lynch? Shalam
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