Dejo a continuación un nuevo avería dedicado a los dos últimos discos de Saint Etienne. El cual recomiendo leer escuchando un tema de I’ve been triying to tell you: «Penlop».

He estado intentando decírtelo

Tanto en los 90 como en la primera década del siglo XXI, Saint Etienne era un grupo parecido a un caramelo, a un Sugus. Endulzaba, divertía y se digería con facilidad. Eran el grupo perfecto. Tenían un halo experimental, otro pop art, una vertiente bailable y también política. Remitían a las deliciosas bandas de chicas de los 60, al pop francés e inglés, al flower power pero, a su vez, entroncaron perfectamente con el europop, el costumbrismo, el techno más bello y feliz y las tonadas campestres y folkies.

Afortunadamente, en cuanto vieron que su fórmula se estaba agotando, daba señas de agotamiento, pegaron un parón. Odiaban repetirse y comenzaron a espaciar sus lanzamientos. Logrando que recibiéramos cada nuevo disco con agradecimiento, como un añorado reencuentro con un viejo amigo. Tal vez ya no emocionaban pero siempre era grato tenerlos de vuelta. Más que nada porque siempre cuidaban cada lanzamiento con mimo. Seguían entendiendo el pop como un objeto estético disfrutable a través de todos los sentidos y cuidaban a sus fans con diseños sofisticados y con encanto que remitían al pasado.  Pero a pesar de todo, no eran nostálgicos.

La pregunta que nos hacíamos unos cuántos era cómo serían capaces de atravesar este nuevo lindero. Dejar de ser jóvenes sin repetirse constantemente. Y, a decir verdad, su respuesta a este dilema me ha soprendido. Porque, desde hace unos años, Saint Etienne están comenzando a ser espectrales. Se han disuelto con la época. Han decidido sabiamente ser fantasmas para testimoniar el ocaso de una era.

A decir verdad, aún hoy en día, Saint Etienne siguen evolucionando. Caminando por rincones poco previsibles. I’ve been triying to tell you creo que era un disco que, en el fondo, hablaba del fin del pop, del ocaso de un estilo musical (o más bien de un modelo) que alumbró a la juventud occidental durante varias décadas. Era un epílogo no tanto a la discografía de Saint Etienne como a un modo de entender la música ya en declive. El álbum se grabó durante la pandemia y no podía evitar mostrar una pesadumbre, una sensación de aislamiento y agonía (a pesar de su aparente candidez) inédita en los Saint Etienne de toda la vida. Una banda que era como una flor cálida. Que era la Primavera. Una digna sucesora de Abba, Massiel y The Kinks parecida a un rayo de sol.

A decir verdad, I’ve been triying to tell you era un álbum lleno de samplers que, tal vez por ser una banda sonora, no era tan caústico como podría haber sido de ser grabado sin pensar en las imágenes del filme de Alasdair McLellan. Pero ya apuntaba maneras. El pop de la banda ya no era solar. A veces era opaco, difuso. Incluso había algún tema que apuntaba al trip hop. A los ritmos secos que flotan en inhumanas ciudades. En el transfondo de I’ve been triying se vislumbraba un pozo que su último lanzamiento, Night, confirma.

Night, de hecho, es un disco fantasmagórico, parecido a un sueño, que se encuentra mucho más cerca de Burial que de Debbie Harry o Françoise Hardy. Es, en cierto sentido, una obra que da una nueva vuelca de tuerca al dream pop. Un álbum onírico, fragmentado, parecido a una evocación, que nos habla de lo que queda después del fin del pop. Un Lp zombi, espectral, nocturno, basado más en texturas que en melodías, que explora sombríos paisajes apenas entrevistos hasta ahora por Saint Etienne. Night tiene incluso algo de cuento, de narración, casi de spoken word, sin perder sus tintes pop y melódicos que en este caso se decantan claramente por la melancolía y por la nostalgia.

Obviamente, hay fans que detestan estos dos últimos álbums. Unos cuantos seguramente tampoco estimaron los notables, coquetos, por momentos deliciosos, (más discretos, eso sí, que sus primeras obras) Words and music by Saint Etienne o Home Counties. No me encuentro entre ellos. Yo, desde luego, valoro que continúen evitando repetirse. Se atrevan a profundizar en el purgatorio del pop después de realizar discos que eran la mezcla perfecta entre el synthpop de los 80, el folk y el pop art. Discos que eran la quintaesencia del pop, recogían su jugo más puro y, al mismo tiempo, hacían evolucionar levemente el estilo, a base de samplers y antiguos sintetizadores, hacia un indefinido futuro que ya está aquí. Ha llegado. Y, desde luego, no era como imaginábamos a mediados de los 80 o de los 90. Cuando yo al menos no concebía un final para el rock y para el pop y pensaba que, constamente, continuarían apareciendo discos capaces de romperme la cabeza. Destrozar mi psique y mis cimientos personales. ¡Nada más lejos de la realidad! El futuro del pop ha sido la muerte del pop, el funeral del pop.

Otro asunto, claro, es que la música que se escuche en el entierro no tenga calidad. La tiene y mucha. Si tuviera que elegir un réquiem a todas esas dulces odas que nos hicieron soñar con vivir en los 60, estos dos discos de Saint Etienne serían una buena opción. Nos permiten rememorar el esplendoroso pasado y nos van poco a poco preparando a penetrar en el más allá y vivir como espectros. Son dos obras, por así decirlo, espirituales aunque esta palabra suene a herejía al utilizarla para describir las creaciones de una banda con la que tan bien encajaban en otra época los adjetivos hedonista y divertida. Shalam

الدين للناس الذين يخافون الذهاب إلى الجحيم. الروحانية لأولئك الذين كانوا هناك

La religión es para la gente que tiene miedo de irse al infierno. La espiritualidad es para aquellos que han estado ahí