No quisiera realizar muchas más reflexiones sobre las dos obras de Bester, El hombre demolido y Las estrellas mi destino, que he leído últimamente. Aunque sí me gustaría incidir en el humanismo en ocasiones revolucionario de muchos narradores de ciencia ficción. Algo que apenas se ha destacado. Escritores como Bester por ejemplo, no se encontraban tan lejanos en sus presupuestos de Henry Thoreau. De hecho, demostraron con sus obras que no se podía estar seguro que por conquistar el espacio, el ser humano alcanzara una mayor felicidad. Y a este respecto, me parece muy revelador uno de los pasajes con los que comienza Las estrellas mi destino: «Era un futuro de fortunas y robos, pillaje y rapiña, cultura y vicios… pero nadie lo admitía. Era una época de posturas extremas, un fascinante siglo de rarezas… pero a nadie le gustaba.Todos los mundos habitables del sistema solar estaban ocupados. Tres planetas y ocho satélites y once billones de personas llenaban una de las edades más interesantes jamás conocidas y, sin embargo, las mentes todavía añoraban viejos tiempos, como siempre. El sistema solar era un hormiguero de actividad… luchar, alimentarse, procrear, aprender las nuevas tecnologías que aparecían casi antes de que se hubiesen dominado las antiguas, prepararse para la primera exploración a las lejanas estrellas del profundo espacio; pero…»¿Dónde están las nuevas fronteras?», gritaban los románticos».
Realmente, aunque parezca lo contrario debido a sus constantes descripciones de ciudades futuristas y adelantos científicos, muchos de los autores de ciencia-ficción contribuyeron más a la realización de un viaje interior que externo. Pues al incidir en sus obras en que nada esencial cambiaría en el ser humano si no modificaba sus presupuestos existenciales por más que construyera nuevos inventos tecnológicos o colonizara el sistema solar al completo, colaboraron con las culturas alternativas. Participaron y se dejaron ver -aunque fuera a lo lejos- en la festividad de Woodstock. Poniendo su grano de arena para introducir las innumerables técnicas de meditación que comenzaron a proliferar en Occidente a medida que se hacía más plausible que la conquista del espacio podía llevar siglos, se hacía patente que, debido a la amenaza nuclear, iba a ser mucho más difícil que se realizaran guerras francas, directas, al estilo antiguo y se intuía además, que el deporte era un pasatiempo como tantos otros, destinado a sedar a los jóvenes.
Podría citar muchos títulos del género para ejemplificar lo que digo pero hoy me conformaré con referirme a uno de los primeros textos de uno de sus autores clásicos. Me refiero a Poul Anderson y su Cita galáctica (1956). Una obra subtitulada en España con el nombre Gitanos del espacio, que incidía en las tesis que acabo de apuntar. Ya que narraba la vida de un pueblo nómada que vagaba por todos los lugares permitidos del espacio, cuya existencia se contraponía a los pueblos sedentarios, mucho más numerosos en la galaxia. Una oposición que es una de las bases esenciales de la sociedad occidental, como pone de manifiesto la vieja historia de Caín (agricultor) y Abel (ganadero). Puesto que una vez que Caín mata a Abel, los hijos del asesino serán expulsados por Yahvé. Serán exiliados (nómadas) que buscarán refugio en distintas ciudades y se verán condenados a vagar por el mundo. Y a los hijos de Abel (sedentarios políticos y terratenientes), Yahvé los premiará con la tierra que cuidarán al abrigo de su todopoderosa ley.
Por lo que, en esencia, el viaje galáctico que es punto de partida del libro de Poul Anderson, en realidad, se encuentra totalmente conectado con el arcano pasado de la humanidad. Circunstancia que nos sugiere que los problemas humanos, más allá del siglo en que se desarrollen, seguirán siendo eternamente los mismos. Razón por la que los mitos no pierden su vigencia. Al contrario, se diría que cada día poseen más y más actualidad dado su sorprendente permeabilidad y esa enorme capacidad de resistencia que los caracteriza, la cual pone de manifiesto -y más en una época llena de incertidumbres como la nuestra- que algo verdadero, muy verdadero y profundo, arrastran consigo. Shalam
ما حكّ جْلْْْْْدك مثل ظْفرك
Quien se empeña en pegarle una pedrada a la luna no lo conseguirá, pero terminará sabiendo manejar la honda
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