South of heaven es mi disco favorito de Slayer. Una obra que posee la violencia y la agresividad habituales en la banda pero, a la vez, es lo suficientemente contenida como para ser casi reflexiva.

Como todos los fans del grupo saben, tras el arrebato imparable de Reign in blood, Slayer se habían convertido en una de las cuatro o cinco referencias indiscutibles del thrash metal. Slayer sonaban demenciales pero amplios. Habían sido capaces de testimoniar su viaje al infierno con una contundencia inusual.

Rick Rubin, como siempre, había hecho maravillas. Había logrado sacar el sonido de la banda de las catacumbas y los había conducido a otra dimensión. Ahora Slayer no sólo sonaban peligrosos y demenciales. No sólo parecían brujos devorando ratones. Ahora parecían una banda capaz de plasmar el sonido de las entrañas de la tierra y derribar muros a base de guitarrazos y odas a la locura y a la sangre. Slayer podían, si así lo querían, codearse con las más feroces bandas de hardcore y mandarlas al limbo. Y además, le habían tomado el pulso a su tiempo. El zeitgeist de la era post apocalíptica no se entendía sin Slayer. El brazo ejecutor de las fuerzas oscuras. El nuevo brazo armado de las hordas del metal.

El siguiente paso después de Reign in blood se presentaba complicado. Las bandas como Slayer no suelen tener muchas más opciones que las de apretar el acelerador al máximo. Pero volver a repetir la fórmula, probablemente les hubiera convertido en un grupo muerto antes de tiempo, sin posibilidad de cambio. Slayer estaban en esto no sólo para triunfar y llenarse los bolsillos. También para profundizar en los amplios recovecos del ruido. Por ahí estaban comenzando a convertirse en leyendas. En suma, eran artistas. No kamikazes. No muñecos. Así que meditaron y dialogaron ampliamente sobre el nuevo camino que tomar y, sabiamente, optaron por el término medio. Ni se convirtieron en un grupo de heavy metal al uso ni tampoco se imitaron a sí mismos tirando de velocidad, locura y guiños satánicos.

Además, volvían a tener al lado a Rick Rubin. El responsable, bajo mi punto de vista, de que Slayer se convirtieran en puro granito. Una banda consistente más allá de estilos y gustos. Se podría decir lo que se quiera del trabajo de Rubin con Slayer pero no que no diera sus frutos o que no fuera efectivo.

Rubin es el responsable de dotar de profundidad y ecos ambientales a las obras de estos ángeles del nihilismo. Loable, desde luego, me parece su manera de capturar la atmósfera de algunos de los discos clásicos de Black Sabbath y de heavy metal y combinarla con la agresividad indomable propia de los pioneros del Thrash. Supongo que a alguno le sonará a guasa lo que digo pero yo incluso percibo el influjo de las duras, bizarras producciones de Twisted Sister en algunos surcos de South of heaven. Lo que habla bien a las claras del talento de Rubin para combinar clasicismo con modernidad del que se beneficiaron tantos y tantos grupos; The cult y su Electric a la cabeza.

En fin. South of heaven es el disco ideal para que un advenedizo se adentre en el mundo de Slayer. Es un disco difícil pero adictivo en el que la banda se contiene. La mayoría de temas están grabados en tercera y cuarta marcha y eso los hace más inquietantes y sugerentes. Es difícil escuchar otros discos de Slayer por la calle con los audífonos pero South of heaven es perfecto. Tal vez no sea el mejor disco de la banda pero sí el más equilibrado. Es árido y oscuro, es crudo y es duro pero también hiriente y cortante. A veces Slayer recuerdan a The Stooges y otras a Black Sabbath sin dejar de sonar a Slayer. Algo que hace de este disco una auténtica experiencia.

Por supuesto, South no debe escucharse cuatro o cinco veces. Para llegar a su centro hay que que hacerlo muchas veces más como en casi todas las obras que son un desafío. Y South lo es. Joder, South es un puto viaje por el barro lleno de ecos y de misterio, plagado de cuevas ocultas de las que brotan incendiarios demonios, ruedas de automóviles y flechas de fuego.

South es la vía justa que hay entre el purgatorio y el infierno. Muchas veces los miembros de Slayer caen en picado a los abismos y otras caminan en equilibrio por las colinas. No importa. Siempre lo hacen con talento y personalidad. South tiene, ya lo dije, su vena hard rockera al fondo. Pero también posee su vena punk y su vertiente Be bop. La templanza que posee en determinados momentos se complementa perfectamente con los amplios desarrollos de ciertos temas que, obviamente, se encuentran lejos del prog rock y del bop pero por lo menos permiten rememorar ambos estilos. Creo que Charlie Parker no despreciaría a Slayer. Se entendería bien con ellos. Si renaciera e interpretara un tema como «Behind the Crooked cross» al saxofón, muchos se darían cuenta de quiénes eran Slayer, de lo que estamos hablando.

South es un disco único porque Slayer pegaron sus habituales gritos, mataron cuando tenían que hacerlo y desplegaron todo su arsenal rítmico con la contundencia habitual. Pero se atrevieron a ser más reflexivos, explorar el desierto y salieron reforzados. Demostrando que si lo deseaban podían convertirse en columnas tradicionales y si los dejaban sueltos, en diablos sin freno. Alocados guerreros. South of heaven es una catedral. Otro de los grandes logros de Rubin. Sé que su producción no es perfecta. Ha habido quejas. Algunos instrumentos no se escuchan con la debida nitidez. Pero sí que es real. Muy real. Muy Raw Power. Muy Black Sabbath IV. De hecho, ya sea por el ritmo contenido de ciertos temas o por la sequedad del sonido extraído, pocas veces han sonado igual las guitarras en un disco de Slayer. Inquietantes, temibles, sugerentes, retadoras. Creando una atmósfera ideal para otear el estallido de la III Guerra Mundial. Los conflictos bélicos entre naciones con armamento nuclear. Shalam

مفتاح الفرح هو العصيان

La clave de la alegría es la desobediencia