¿Qué es lo que haría si mañana fuera el último día de mi vida? Creo que abrazaría a mi madre durante más de diez minutos sin pronunciar una sola palabra. Sólo sintiendo su corazón y su cuerpo. Y más tarde, probablemente abriría un libro oriental al azar buscando una máxima o aforismo para insuflarme fuerzas.
En cualquier caso, las últimas horas me agradaría pasarlas junto al mar Mediterráneo. En mi casa de La Manga. Estoy seguro de que volvería a fumar pero no inmediatamente. Compraría una cajetilla de Camel y me encendería un cigarrillo en la playa. Probablemente, bebiera un whisky. Tal vez diera un pequeño paseo y volviera a escuchar algunas de mis canciones favoritas. Sería muy difícil escoger el tema último con el que me despediría de este mundo. Tal vez fuera la sintonía de los dibujos animados que veía de niño. Tal vez simplemente pulsara un botón y dejara que el destino decidiera por mí. También, claro, hablaría con Susana. Agradecería haberla conocido y los grandes momentos vividos. Querría que estuviera a mi lado cuando llegara el instante fatal pero le pediría que me dejara solo durante unas horas.
No creo que llamara a ninguna persona. Pero sí escribiría mensajes muy breves y concisos en los correos electrónicos y teléfonos de mis conocidos. A ninguno de ellos le diría que voy a morir pero sí intentaría resumir nuestra amistad en una frase. También enviaría tres o cuatro de mis libros sin publicar a distintas editoriales. En el mensaje pondría que probablemente, cuando abrieran el mensaje, estaría muerto pero que igualmente, me sentiría muy honrado de que pudieran publicar ellos en concreto ese libro tras mi fallecimiento. De no haber hecho testamento, volvería a hacerlo. Pero no puedo imaginar mayor pérdida de tiempo que pasar bajo esas circunstancias, una o dos horas en una notaría.
Rezaría en la playa y pediría a dios que me acogiera en su seno. Supongo que también haría recuento de mis peores y mejores actos. Y escribiría un último avería programado para publicarse en las redes sociales 24 horas después de mi fallecimiento. ¿De qué trataría ese avería? Puede que fuera muy sencillo. Imagino ahora que estaría compuesto por una sola palabra: amor en mayúsculas. Pero también puede que estuviera compuesto de una infinidad de nombres. Los de los artistas que hicieron que mi vida tuviera sentido. Algún recuerdo personal muy íntimo. O varias palabras que me daría alegría poder escribir antes de morir.
En realidad, no creo que hiciera nada especial el último día de mi vida. Tuve muchos años antes para viajar o realizar innumerables actividades. ¿Por qué hacerlas precisamente ese día? Básicamente, intentaría serenarme y estar en paz. Seguro que leería algún pasaje del Libro tibetano de los muertos, por si pudiera orientarme ante la nueva experiencia que debería vivir. Y supongo que pasaría horas mirando fijamente al mar. Puede también que intentara escribir un poema. Hacer recuento de mi vida en unos pocos versos. Creo que, sin dudas, masticaría unos frutos secos. Pero me costaría mucho elegir el último plato de comida. Seguramente disfrutaría de una ensalada y unas patatas cocidas con mayonesa y atún. O tal vez unos jugosos Espaguettis Carbonara. ¿Quién sabe?
Lo más probable es que dejara un mensaje de aliento para Boca Juniors en un foro de fans del mítico equipo de fútbol. Y que cerrara los ojos y le pidiera a Susana que me hablara al oído hasta que llegara el momento. Puede que volviera abrir un libro de Paul Auster, El Quijote o Crimen y castigo sin otra intención que pasar mis dedos entre sus páginas o captar una frase al azar. Y supongo que, minutos antes de morir, pondría varios nombres de personas queridas en un papel. Y pediría a dios encontrarme con ellas de volver a reencarnarme. Supongo que, llegado un momento, empezaría a pronunciar palabras desconocidas que no puedo imaginar, cada vez más y más fuerte sin ton ni son. Y que horas más tarde, en la habitación vacía de un lugar remoto, se escucharían las risas y los llantos que emití durante esta vida en alud y alternativamente. Shalam
إِنَّ الْحَدِيدَ بِالْحَدِيدِ يُفَلُّ
Es más fácil reprimir el primer capricho que satisfacer los otros que le siguen
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