Motorpsycho es la estatua de sal del rock contemporáneo. Un grupo capaz de hacer rememorar algunas de las facetas y aspectos más ocultos y sagrados del heavy metal y de mezclar con absoluta naturalidad a Black Sabbath con Grand Funk Railroad y a Steppenwolf, Iron Butterfly y Grateful Dead con el black metal.
Tengo la sensación de que para Motorspsycho cada uno de sus discos es un combate y de que, aunque son prudentes y no dicen una palabra más alta que otra, conciben cada una de sus obras como una batalla contra la muerte (y que en eso son tan o más serios que Manowar). Sin haber abierto caminos son obsesivos en hacerlos continuar de la mejor de las maneras.
Motorpsycho son un eterno epílogo al heavy rock. Un homenaje a sus discos más clásicos y una continua rememoración de las sensaciones que produjeron cuando emergieron del más allá golpeando los espíritus de cientos de muchachos. Motorpsycho es el encuentro entre un grupo hippie y otro de heavy clásico en el túnel del tiempo. Una mirada continua al pasado que, de tan profunda y respetuosa que es, termina siendo sobrenatural.
Tengo la impresión al escuchar sus discos de que Motorpsycho son chamanes. Son de esos músicos que, de haber nacido en otros tiempos, conseguirían con sus rugidos hacer que lloviera agua de un cielo despejado y que brotaran rayos de sol en paisajes nublados. Porque más que discos, hacen rituales y magia. A veces estarán más inspirados que otras o atravesando una etapa más arisca, comercial o experimental, pero son de esos grupos que llegan al abismo y se arrojan al vacío; de esas bandas que hacen pensar en los tiempos en los que el ser humano batallaba con sus manos contra bisontes y las más de les veces comía la carne cruda; de esos artistas que logran que dibujemos alces, ballenas y desiertos llenos de restos de animales a medida que interiorizamos sus obras.
Llevo escuchando varios días el penúltimo LP de Motorpsycho, Here be monsters, y he de reconocer que me ha llevado a un estado mental diferente porque lo que algunos llaman lentitud o repetición de fórmulas, yo lo denomino profundidad. Brutalidad. Obsesión por volver a poner una bandera en territorios conquistados hace ya demasiado tiempo. Deseos de escalar una montaña como los antiguos pioneros.
Motorpsycho consiguen algo increíble: hacer que, tras varias décadas de rock y sin inventar nada nuevo pero tampoco copiando ni repitiendo, simplemente insistiendo en cavar la misma fosa e intentando extraer un poco más de arena, escuchar un disco vuelva a ser una experiencia emocionante y trascendente. Logrando hacernos sentir como quienes tuvieron en sus manos la carpeta de Piece of mind tras comprarlo en una tienda de discos hace años o como si estuviéramos accediendo por primera vez al castillo construido por Black Sabbath varias décadas atrás. Probablemente, porque Motorpsycho son animales; visionarios; profetas del ruido que logran que el viento siga soplando en la dirección adecuada.
Here be monsters, de hecho, es una auténtica gozada. Una creación que es más setentera que la mayoría de las creadas en aquella década. Una mezcla imposible entre un disco de terror y otro psicodélico. Un viaje por un impenetrable bosque lleno de monstruos en compañía de guerreros dispuestos a dejarse el pellejo por aquello en lo que creen. Shalam
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