Es difícil trabajar en fechas como Año Nuevo y Año Viejo. Pero confío volver a retomar mis ocupaciones en breve. Mientras, dejo a continuación otro borrador de Ruido del arte. Así era como empezaba el libro hace unos meses.
Ahí va: «El artista es el responsable de pudrir la madera. Destrozar los cimientos que mantienen una casa en pie. Cada una de sus obras debe ser una gota que contribuya a humedecer las paredes y a que el vapor penetre en la celulosa haciéndola expandirse y replegarse. Obligándola a crujir como un renacuajo. Despedazarse con ansiedad y mezclarse con los restos de hierbas, polen y el polvo que como si fuera semen, se aprieta en torno a las tablillas y huecos vacíos. A veces, el artista debe atreverse a soltar una patada pero en otras ocasiones, le conviene ser paciente. Sentarse frente a la casa y esperar tranquilamente a que se derrumbe. Aunque pasen años o siglos. Porque, al igual que el águila, los animales de la selva o dios, los artistas no conocen el tiempo. Razón por la que no acostumbran a cumplir reglas, creen que no deben rendir cuentas de sus actos y la mayoría de ellos son sumamente destructivos. Hacen arder los bosques, traicionan a sus amigos y clavan puñales en la espalda que se les presente para dar a conocer sus obras. Que por lo general, a nadie interesan. Ni siquiera a ellos mismos. Porque no tienen nada, absolutamente nada interesante que decir desde hace muchos siglos. Acaso desde el mismísimo origen del arte. El primer discurso de Platón. La primera ocasión en que un actor interpretó Edipo sobre un escenario, o en la que alguien se atrevió a esculpir la figura de un dios o quien sabe qué. Algo que hubiera sido mejor que nunca hubiera sucedido por el bien de la humanidad que, en mi opinión, sí, estaría mucho mejor sin artistas. Como una casa se encuentra sin maderas ni ventanas. Al descubierto. En la jungla. Sin necesidad de enmascararse bajo una cubierta o en el caso de las obras de tantos pintores y escritores, esa telaraña de colores y palabras que, en el fondo, son escudos. Cicatrices sentimentales que no han sabido ni podido esperar a que cierren porque todos ellos son una manada de puercos golosos». Shalam
كُنْ ذكورا إذا كُنْت كذوبا
La gente se arregla todos los días el cabello, ¿Por qué no el corazón?
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