Dejo a continuación un pasaje de un estremecedor libro de Mark Baker (al que ya me referí en otro avería) donde se recogen diversos testimonios de participantes en la Guerra del Vietnam. Es difícil encontrar relatos de los efectos de un conflicto bélico más contundentes y esclarecedores que el de este soldado. En cualquier caso, si lo cito hoy en avería no es tanto por lo que nos indica de la guerra sino porque creo que posee un valor literario intrínseco. De hecho, podría pasar perfectamente, realizando ligeros cambios, por ser una breve narración (o estampa) compuesta por Robert Louis Stevenson o incluso, apurando su faz delirante, por Thomas de Quincey. También, claro, por Maupassant.

Ahí va:«Una vez, acababa de volver de la jungla de un operativo que había durado cincuenta y cuatro días. Después de las cervezas y los chuletones, me fui al barracón a charlar con el sargento de mi pelotón. Poder pasar el rato allí ya era increíble, te hacía sentir vivo. Eras tan consciente del tiempo que pasabas allí que lo saboreabas. Mientras charlábamos, miré por encima del hombro y vi que había otra persona en el barracón. Me sobresalté, porque no había oído entrar a nadie. Y entonces me di cuenta de que me estaba viendo a mí mismo reflejado en un espejo y que no me había reconocido. ¿Ese era yo? Tuve que sonreír para asegurarme. Era el reflejo de un desconocido. Había cambiado. Era la primera vez que me veía. Me había convertido en uno de esos tíos que había visto al llegar a Vietnam. Tenía la misma mirada que ellos». Shalam  

التفاؤل هو أفيون الشعوب

El optimismo es el opio del pueblo