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Cobra kai (1)

Abr 22, 2022 | 2 Comentarios

Dejo a continuación la primera parte de un nuevo avería dedicado a Cobra Kai. El cual recomiendo leer, escuchando un delicioso tema de Leo Birenberg & Zach Robinson perteneciente a su banda sonora: «Slither».

Cobra Kai (1)

Cobra Kai es una webserie adictiva. Un batido de fresa. Un puto sábado noche en la discoteca. Un disco de Van Halen sonando a todo volumen en un descapotable. Una maravillosa golosina televisa que ha dado una vuelta de tuerca más al concepto de «placer culpable» al convertir su visionado en una necesidad. Ante todo, porque es un producto sumamente divertido. Y si de algo están faltos nuestros tiempos es precisamente de diversión, de desparpajo y de sano hedonismo.

En medio de un mundo que se debate entre el nihilismo más feroz, el atolondramiento, la acidez crítica, el culto al cuerpo, lo políticamente correcto, la angustia cotidiana, la queja continua y la estupidez más inane, aparece Cobra Kai y, ¡qué cojones!, es inevitable sonreír y tomarse una pausa. Volver a ser niño. Dar una voltereta en la arena e intentar ponerle un parche y darle aire a esa rueda de bicicleta pinchada que guardamos en el trastero desde hace años.

Cobra kai posee esa incuestionable virtud: logra que los adultos regresen a su infancia sin tratarlos como amebas ni descuidar todo tipo de guiños cómplices a las nuevas generaciones.

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A estas alturas, supongo que todo el mundo sabe de qué estamos hablando, pero por si no es así, haré un breve resumen de las premisas argumentales de la serie.

Cobra Kai es una continuación de la saga Karate Kid en la que, treinta años después, nos reencontramos con la mayoría de personajes que aparecieron en las tres películas que se rodaron. (La cuarta, sí, no la cuento)

De todas formas, los protagonistas son, sobre todo, el par de karatecas que mantuvieron una encarnizada rivalidad en la primera parte: Daniel LaRusso (quien se ha convertido en un exitoso hombre de negocios y padre de familia) y Johnny Lawrence (quien, desde su derrota en el mítico torneo de Al Valley se ha convertido un perdedor que ha ido dando tumbos por la vida sin rumbo claro y, además de estar divorciado, tiene innumerables problemas con su hijo).

Todo comienza cuando por una serie de casualidades, ambos se encuentran en el concesionario automovilístico que dirige Daniel LaRusso y, tras unas cuantas peripecias, Johnny Lawrence decide reabrir (aunque en principio únicamente tiene un alumno) el dojo de Karate al que perteneció: Cobra Kai.

Desde ese momento, el viejo fuego de la competición, las heridas no cicatrizadas y los traumas no resueltos son reavivados y asistimos a una deliciosa confrontación entre dos formas (aparentemente irreconciliables) de entender la vida y el karate.

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Obviamente, Cobra kai es un producto irregular. Que nadie espere aquí tomas metafísicas, misterios sin resolver que remiten tanto a Verne como a Flann O’Brienn ni tampoco ínfulas artísticas. Cobra Kai es mucho más simple que eso.  Esto va de malotes de escuela. De bullying. De estudiantes de instituto con las hormonas revueltas. De triunfadores y perdedores. De tíos y tías que molan y de tíos y tías que no molan. Esto va de Twisted Sister, Poison y Ratt y de Boston, Chicago y Paul Young. Esto va de pegar patadas defensivas u ofensivas. De hacerlo con estilo o sin estilo. Pero pegar.

Cobra kai es un puro festival porque es intrascendente. Convence porque no se exige mucho ni a ella misma ni al espectador. Cobra Kai busca si acaso cómplices y poco más. Es puro rock and roll. Un chandal fardón. Un aperitivo de cerveza y Doritos. Un gigante donuts de chocolate ochentero. Uno de esos productos que provocan que, al terminar un capítulo, comencemos rápidamente a ver el siguiente y, si alguien nos llama, pensemos que puede perfectamente esperar.

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Resultan deliciosos los continuos encuentros y confrontaciones entre Daniel LaRusso y Johnny Lawrence así como el juego de perspectivas entre ambos que se produce en la serie. Un enfrentamiento lleno de tópicos que se encuentra tratado con tanta ironía y cariño que, finalmente, además de creíble, resulta sumamente divertido.

En cierto sentido, Lawrence es hijo de la filosofía norteamericana. Es una víctima (sin saberlo) del capitalismo. Es agresivo y siempre golpea primero. Su objetivo (aunque esto irá variando a lo largo de la serie) consiste en ganar del modo que sea. Por contra, Daniel, aunque se encuentra perfectamente adaptado al estilo de vida norteamericano, es hijo de la filosofía oriental que le transmitió su maestro: el señor Miyagi (el Yoda de la saga). Es un clásico triunfador capitalista. Apuesta por defenderse antes que atacar en primera instancia. Y su objetivo (aunque esto también variará leventemente a lo largo de las temporadas) es triunfar siguiendo pautas equilibradas y reglas justas.

En realidad, la lucha y amistad entre Lawrence y LaRusso remite a la de Apolo y Dionisos, Oriente y Occidente, Spandau Ballet y Duran Duran, Beatles y Stones, New Order y Twisted Sister y, en última instancia, también a la de Caín y Abel.

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Johnny Lawrence es un personaje interesantísimo. De hecho, por momentos se come la pantalla. Es él quien sale mejor parado de las cuatro temporadas hasta ahora estrenadas de la serie. En gran medida, Cobra Kai versa sobre la redención de Lawrence. Explora su fracaso. La dureza de la vida de cualquier perdedor en Norteamérica. La fortaleza interior del karateca.

Lawrence demuestra poseer un código y un rigor que apenas entreveíamos en la primera parte de Karate Kid. Pero no por ello deja de ser un malote. Son geniales todas sus deliciosas alusiones al heavy norteamericano de los 80, a las guitarras guarras, a las cervezas o a los coches estruendosos así como su completa desconexión de la tecnología actual.

Alguien dijo que parecía alguien cuya mente se hubiera quedado en blanco a mitad de los 80 y hubiera aparecido de repente en nuestra década y, obviamente, estoy de acuerdo.

En cualquier caso, Lawrence muestra hasta tal punto su lado humano (oculto o escasamente apreciable en Karate Kid) que, por momentos, (sobre todo, en la temporada inicial de la serie) llega a caernos mejor que Daniel LaRusso. A quien en principio casi detestamos por pijo y repelente. Aunque es cierto que conforme pasan los capítulos, volvemos a enamorarnos de su alma pura.

Uno de los puntos fuertes de Cobra Kai radica en que, sin dejar que le tomemos aversión a Daniel LaRusso, (cuya imagen al principio de la serie, repito, es casi una parodia del triunfador capitalista) nos permite, a su vez, comprender perfectamente las motivaciones de aquel antipático y agresivo muchacho de Karate Kid: Johnny Lawrence.

En este sentido, la serie demuestra ser mucho, mucho más adulta de lo que su tono de ligero producto adolescente hacía previsible. De hecho, Cobra kai crece gracias a las contradicciones y no tanto por sus simplificaciones. Aunque necesite de estas últimas para despegar y romper la pantalla con una imparable patada. Shalam

الرجل الذي يعمل من أجل الشغف سيكون دائمًا أكثر ثراءً من الشخص الذي يعمل من أجل المال

El hombre que trabaja por pasión, siempre será más rico que quien trabaja por dinero

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen….el sueño del luchador………….
    2ºimagen…..cuando quieran empiezan a «arrearse pá el pelo»……..
    3ºimagen……»ojo a la virule»….sonrisa…..
    4ºimagen…..siouxie and the banshees………….
    5ºimagen……prolegomeno…..
    6ºimagen….puedo matar, prudencia…………….
    7ºimagen…..coche blanco, coche blanco….chicano blanco, chicana roja….»rebelde sin causa»..1955…nicholas ray..
    PD…..https://www.youtube.com/watch?v=066ZhVlK1mQ…jd.macpherson…scratching circles….0:24 camiseta los indios conviviendo con sus bufalos………..

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  2. Alejandro Hermosilla

    1) Ensayo de poster Star Wars pero adaptado al mundo del karate. 2) Juego de ajedrez. Blancas contra negras. Bien y mal se confunden. 3) El ejército. Chaqueta metálica. 4) Grupo de punk o rock tipo Korn 5) Caín y Abel 6) El colegio. ¡Formen filas! 7) Combate entre alces en medio de parajes forestales. PD: muy bueno el tipo. La banda me recuerda a lo mejor de los Stray Cats. Muy Elvis y Charleston. También bluegrass. Suciedad cool.

    Responder

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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