Llevo escasos minutos en la librería Pynchon & co pero ya percibo sensaciones especiales. Puedo equivocarme porque es una primera impresión e intento no emitir opiniones de un lugar o persona hasta que no los conozco durante un tiempo prudencial, pero siento que no es un espacio donde se venere la cultura ni tampoco se trafique con ella. Más bien, se percibe que en Pynchon & co son cómplices de la literatura. Que son conscientes tanto de que cualquier libro puede convertirse en un regalo, una puerta o un espejo como de que la cultura es un capricho de los nobles y los dioses al alcance de los seres humanos. Y, por tanto, leer puede ser un acto tan lujurioso como contemplar los mosaicos acristalados de un jardín árabe, dejarse masajear la espalda por manos anónimas en un club nocturno asiático o fumar opio en una habitación cerrada decorada con los colores del cielo.
En realidad, Pynchon & co parece más un museo de arte contemporáneo donde poder interactuar con las obras que la clásica librería. Es un espacio lúdico donde uno puede imaginarse jugando con los libros como si fueran muñecos. De hecho, lejos de crear respeto o asfixia, la acumulación de volúmenes sobre sus anaqueles, genera agradecimiento. Da la impresión de que los autores que los han escrito nos hablan desde las estanterías como si fueran nuestros amigos. Nos invitan a sumergirnos en la lectura no tanto como indagación intelectual sino como parte de un misterio que jamás se solucionará. Algo lógico porque, al fin y al cabo, ¿qué es una librería? Un delirio hecho realidad. Un muro lleno de fantasías. Un opúsculo imaginativo. Un océano incontrolable de pulsiones, miedos y sueños. Una muestra de todos los deseos de los seres humanos. Un concierto de partitura desconocida. La necesidad de destruir lo cotidiano para cimentar un mundo nuevo que nunca llegará porque es irrealizable y utópico. Y además, brota y emerge de las neurosis a través de la que se han forjado la mayoría de grandes textos que ha dado el ser humano.
Hay algo andrógino y neutro en esta librería. Cierto toque gélido que genera esa ambigüedad connatural a la obra del escritor de la que toma su nombre. Realmente, nada parece casual en ella. A los libros, por ejemplo, no se los siente agolpados en anaqueles como si fueran mercancía. No. En Pynchon & co pareciera que cada libro es el rey de un jardín industrial que pudiera transformarse en cualquier momento en un palacio encantado. Que cada libro es una joya cuyas serenas reflexiones no opacan ni contradicen las del resto. Al contrario, se complementan perfectamente, formando un tejido de vibraciones, un alud sonoro de samplers y ecos de voces que resuena por la atmósfera, contribuyendo a acrecentar el hedonismo que caracteriza la ciudad donde se encuentra: Alicante.
Pynchon & co da la impresión de ser el útero de una ballena domesticada. Un castillo donde las diferencias entre sexos son abolidas y reinan únicamente las palabras. Lentos orgasmos, vibraciones sensibles que contribuyen a crear un diálogo infinito con la cultura.
Para Bataille, el silencio era probablemente el propulsor de ruido más amplio. Y en Pynchon & co parece que lo saben puesto que el silencio que reina en el espacio da miedo. Es casi irreal. Genera pensamientos vacíos y permite a nuestra mente comenzar a soñar. Dejarse mecer por las palabras de cientos de escritores que han intentado a través de sus lamentos y frustraciones, traer felicidad a la humanidad. O al menos demostrarle que «el otro mundo» no es únicamente una posibilidad sino una realidad. La librería alicantina, en suma, es la prueba de que el mundo se ha convertido en una infinita performance artística y los libros en pliegues desdoblados a través de los que los lectores podemos carcajearnos de la psicosis del capitalismo. Shalam
إنَّ هَذا الشِّبْلَ مِنْ ذَلِكَ الأَسَدِ
Si golpeas tu mano contra una piedra, no esperes más que dolor
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