Hace unos años, tuve la fortuna de poder entrevistar a la novelista vietnamita, Duong Thu Huong, a propósito de la publicación en España de su inquietante novela La tierra de los olvidos (Kailas, 2006). Una mirada sutil al Vietnam de finales del siglo XX a través de la historia de una mujer, Mien, que tendrá que hacerle de nuevo un hueco en su vida a su marido -dado por muerto en el transcurso de la guerra del Vietnam- cuando éste regrese a su hogar. Un hecho realmente problemático porque, durante su ausencia, ha tenido un romance con otro hombre, Hoan, que condicionará lógicamente tanto su vida como la relación con su esposo.
La novela lograba una eficaz y evocadora radiografía del vacío, el rencor y la pérdida de sentido que conlleva consigo toda guerra. Retrataba a sus tres protagonistas de forma frágil e inestable y ofrecía una mirada profunda sobre un país castrado por la guerra. Era en suma, una sutil reflexión adulta sobre la desidia, soledad y frustración pero también una hermosa exaltación del amor. Fuerza que ningún ejército ni gobierno podrá vencer jamás.
La entrevista fue realizada por mail, traducida por Rosa Isabel García y Ana Alonso Dorrego y publicada en la revista El coloquio de los perros. Ahí la dejo:
DUONG THU HUONG: la voz de la memoria.
EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Si no me equivoco, La tierra de los olvidos ha sido tu segunda novela traducida al español. La primera fue Los paraísos ciegos, que tuvo éxito en Estados Unidos, pero no tanto en España. ¿Por qué razón?
DUONG THU HUONG: No lo sé. Y lo mejor es que no hay que abordarlo como un problema, porque cada libro tiene su premio, exactamente como un ser humano.
ECP: ¿Qué relación hasta ahora has tenido con la cultura española? ¿Has visitado nuestro país? ¿Qué conocías de él desde tu refugio vietnamita?
DTH: Hasta hoy no he tenido la ocasión de visitar vuestro país, pero la cultura española nos ha atraído desde la infancia. Dos cosas que típicamente aportan la influencia cultural ibérica son el personaje Don Quijote y la tauromaquia. Don Quijote está encarnado, a mi parecer, por la bondad y el heroísmo infantil, que son compañeros perpetuos de la humanidad. Y la tauromaquia evoca violentamente el sueño más arcaico y más profundo en el alma de los mortales, porque más o menos, desde hace poco tiempo o desde antaño, cada uno de nosotros sueña con ser torero.
ECP: Aunque son narradas trágicamente, me he divertido mucho con aquellas escenas en las que Bon necesitaba de un reconstituyente para afirmar su virilidad e intentar tener un hijo que le una para siempre a Mien. En el libro mencionas varias recetas para reforzar la virilidad del hombre. ¿Son reales? ¿Las conociste en tu Vietnam natal? ¿Cómo te hiciste con ellas?
DTH: La actividad sexual era desde siempre el tema favorito y estimado por los humanos. Existe y existirá siempre para alimentar pamplinas, patochadas y también conversaciones serias. Los hombres especialmente se jactaban, discutían; se han hecho bromas, a veces graciosas, otras veces dañinas, hasta humillantes, para hacer rabiar o abatir a los demás (…) Las discusiones sobre este asunto han hecho desatar risas, lágrimas y sangre. Es porque la actividad sexual se convirtió en una cuestión crucial en la vida de la bella Lurette (…) El ser humano no tiene suficiente paciencia para esperar la Viagra de nuestros días. Al contrario, los hombres de antaño fueron unos buscadores fervientes de los beneficios de los productos afrodisíacos. No solamente los ciudadanos, que llevaban una vida rica o fácil, sino también los aldeanos, que vivían bajo duras condiciones. Todo el mundo deseaba, clara o tácitamente, poseer de manera maravillosa a su compañero en este combate especial (…) Yo pasé años viviendo en medio de los campesinos, en los caseríos montañeses, así como en los pueblos de la planicie. Yo escuché bastantes recetas tradicionales afrodisíacas. Son verdaderas. Existen hasta hoy en día; y entre las cuales hay un centenar que han sido seleccionadas en los libros para que los editores inventaran títulos muy sugerentes, por ejemplo, “Tonificante para el Yin y el Yan”, es decir, “Tonificante para los hombres y las mujeres” o “¿Cómo pueden alcanzar su felicidad?” O bien: “El medicamento milagroso y no costoso…” Pero es el oficio de otros, no el mío.
ECP: También me ha gustado mucho tu manera de implicarte y, al mismo tiempo, distanciarte de la historia. Me explico… Por ejemplo, el punto de vista no está a favor de ninguno de los tres personajes. Los tres nos son presentados como seres humanos dignos de ser amados, con sus problemáticas personales y sus defectos. ¿De cuál de los tres, sin embargo, guardas mejor recuerdo? ¿Con cuál te sientes más identificada?
DTH: Se dice que todos los libros son la metamorfosis misma de la vida, del autor. ¿Es verdad esto o no? ¡Yo lo dudo! Mis novelas han salido siempre de una historia real, mientras que las historias humanas son variadas. Por supuesto, el novelista tiene derecho a añadir sus ideas, sus análisis, sus deseos, hasta sus sueños… Es el feudo de una novela (…) A pesar de este privilegio, yo me esfuerzo por guardar al máximo una tranquila observación de los personajes y lo considero una norma indispensable. Sin embargo, la justicia y la equidad son siempre difíciles de conseguir. El ser humano tiene una tendencia a enfrentarse consigo mismo, con su psique. Si esto se considera un vicio, yo lo he tenido, ¡lo aseguro! Y mi psique se llama ¡Madame Mieu!
ECP: La crítica francesa ha destacado, sobre todo, las escenas solitarias de la guerra que protagoniza Bon. Sin embargo, a mí me ha atraído también cómo planteas el cambio de visión de los habitantes de la localidad al tiempo que Hoan promete crear la escuela. ¿Puedes incidir en esto dado que da una imagen del Vietnam real?
DTH: Vietnam es todo un pequeño país, que se parece a China. Normalmente tendría futuro, sería un gran territorio, sería una pequeña provincia china. Su fatalidad inexorable radica en que se encuentra sobre un territorio precario y amenazado permanentemente por un imperio invasor que es mucho más fuerte que él, el reparto es siempre desigual. Por mantener su independencia, dicho de otra manera, para ser él mismo, debe llevar una guerra milenaria. Esta guerra lleva este nombre, “La guerra del pueblo”. Esto significa su participación extremadamente mayoritaria. La guerra la provocan evidentemente las guerrillas con las gentes de allí. El canon de belleza como los criterios de los valores personales se focalizan en los combatientes, los héroes del país. En La tierra de los olvidos, con un placer implícito, apruebo el cambio de mentalidad de los montañeses cuando el protagonista Hoan promete crear la escuela. Porque este hombre encarna el nuevo canon de la belleza. Él es el héroe de la nueva vida. El héroe de la paz. Hoan es terriblemente inteligente, generoso, luchador, poderoso, elegante… Por lo tanto, es capaz de construir el futuro.
ECP: Uno de los temas recurrentes del libro es, sin duda, el dominio de la ley, cómo la ley condiciona nuestros destinos y no nos permite elegirlos. Este tema tan trágico —por poner un ejemplo, lo encontramos en Antígona de Sófocles—, ¿cómo te lo planteaste al escribir el libro? ¿El destino está en manos de la ley, los Dioses o de los humanos? ¿Qué piensas al respecto? ¿Podemos llegar a manejar nuestros destinos o siempre hay algo que se nos escapa?
DTH: Yo me acuerdo de una frase, que es al mismo tiempo antigua y moderna: «No hay nada nuevo en este mundo». Yo lo creo. Para que al ser humano le quede todavía algo de humanidad, debe aceptar una verdad insatisfecha: hay cuestiones que se esconden en el silencio absoluto para siempre. Esta verdad es muy poco halagüeña. Es porque algunos poderosos la niegan. Yo soy débil mientras que la acepte. La vida humana es para mí una lucha sin cesar para recobrar cosas que se nos escapan, aceptando una pérdida predestinada. Con calma y paciencia nos peleamos por subir una pendiente abrupta de la existencia que un Todopoderoso ha puesto sobre nuestro camino. Las vicisitudes y las adversidades pueden convertir al hombre en una roca o en un mortero, el resultado depende terriblemente de su combate.
ECP: ¿Cuáles fueron las escenas del libro que más difíciles te resultaron de escribir? Cuéntame un poco de dónde sacaste la inspiración e influencia para narrar las escenas en que Hoan se encuentra con prostitutas.
DTH: Ambas cuestiones coinciden casi sobre el mismo punto. Se escribe fácilmente sobre las propias experiencias, pero tenemos dificultades para describir situaciones ajenas. Según este dato me ha resultado embarazoso describir la escena en la cual Hoan se rinde a la Casa cerrada (…) Se sabe desde siempre que la prostitución era el oficio más antiguo de este mundo y éste atraía no solamente a los lujuriosos, los malos escabrosos con su líbido, sino también a los bandidos y los miserables que carecían de las condiciones rudimentarias para satisfacer su deseo. Entre los tres géneros precedidos yo me encuentro entre los bandidos. No soy una bandida por voluntad, pero debo alimentar una curiosidad necesaria con el fin de alcanzar las exigencias del oficio. Desde 1977 he sido guionista en un estudio de cine de ficción. Mis conocimientos sobre la vida rural y la guerra son bastante fiables, pero el acoplamiento más fácil es el de la vida de las grandes ciudades, sobre todo la parte lujosa o perversa de sus gentes (…) Yo era totalmente consciente de las limitaciones de la inteligencia, y buscaba pacientemente con el fin de aceptarlas. En principio pedí ayuda a un colega, guionista también, que trabaja para una revista de cine. Este hombre me concedió una cita en la cual me iba a adentrar en la casa de la tolerancia con la condición de que yo cuidara de su hermana pequeña. Acepté inmediatamente y la atendí con fervor, pero él ha retrasado en numerosas ocasiones esta cita por diversos motivos. Pasó un mes, después dos meses. Bajo mis presiones su mujer ha hecho por fin un esfuerzo copioso para invitarme. En mitad de la cena, la pareja intercambia miradas cómplices y comienzan a reírse. Después mi colega me insultó (¡por supuesto me insulta amigablemente!): «¡Tú eres realmente idiota! La Casa cerrada está totalmente prohibida para las mujeres, imagínate cómo se pueden alterar con la presencia de una mujer, aunque sea la amiga o la hermana. Y reflexiona también… ¿Cómo se molestarán las prostitutas delante de una mujer extranjera?». De ahí que existan proxenetas masculinos y femeninos como tú has leído bien en la historia de Kim Vân Kiêu (…) Aunque estoy totalmente habituada, me quedé con la boca abierta y encuentro esto totalmente estúpido. La mujer de mi colega añadió algunas palabras después de reírse: «Tú sabes que mi marido y tantos otros guionistas como escritores van muchas veces a la Casa cerrada con diferentes pretextos: investigar en los corazones de las “malas mujeres”, realizar búsquedas sobre este campo, practicar cosas necesarias para escribir bien, etc. En resumen, ellos dicen barbaridades. Yo leo sus pensamientos. A ellos les gusta hacer esto por naturaleza. Es algo habitual desde la prehistoria. Todo el mundo sabe bien que estamos juntos desde hace diecisiete años. Para mantener la vida conyugal ¡debo parecer tanto sorda como tuerta!» Esta divertida historia transcurre en torno a 1978 o 1979 si no me equivoco. Desde entonces debo resignarme a esta tentación. Pero 10 años más tarde, en una ocasión favorable, yo he tentado de nuevo a mi suerte. Los días que he pasado aquí, he participado en un grupo cineasta que tiene un pre-contrato con una empresa en una provincia alejada, en los límites del país. Minh Hai, el nombre significa el mar claro, es el lugar donde los inmensos manglares se expanden sobre la región litoral y es también el refugio de todas las salidas del pequeño pueblo. Marinos, mercaderes, pescadores, periodistas, traficantes de droga… Y por supuesto las prostitutas, esta mercancía indispensable. Mis colegas y yo hemos hecho una salida nocturna por la ciudad y hemos buscado el puente que lleva este nombre: Mercado de prostitutas. Este puente se forma en “Arco en cielo”. He planteado a mis amigos quedarnos allí, al pie del puente y sólo yo he subido arriba. He sentido rabia después de tantos años. Puedo mirar ahora objetivos muy importantes, unas prostitutas sentadas en sillas… Pero el momento de felicidad ha sido breve, he esperado justo al principio del puente, y muy bruscamente unas prostitutas han llegado hasta el lugar donde yo me encontraba y me han asaltado. En un abrir y cerrar de ojos, me encontré cercada por unas mujeres sureñas, unos rostros maquillados, unos ojos achinados, labios tan rojos como el color de la sangre… Ellas me han atacado violentamente con sus ojos feroces, con sus propósitos amenazadores que acompañan con olores desagradables: «¿ Que haces tú aquí? ¿Qué te ha traído hasta nuestro puerto? ¿Quién te ha dado el derecho a invadir el terreno de otros? ¿Eres una nórdica? Ya se ve. Tu piel es muy blanca, debe ser muy delicada. Vamos a destrozarla con facilidad…» El pánico me provocó frío en la espalda. Grité: «¡Socorro!» Mi grupo me rescató enseguida. Me salvaron. En el camino de regreso a nuestro hotel todo el mundo pudo ver una “bonita” marca sobre mi nariz, pero me quedé muy contenta tras el momento angustioso. Gracias a esta experiencia, yo sé bien que la prostitución no es solamente una esfera amoral sino también una tierra de perversidad y de crimen, en la cual el ser humano debe arrastrarse por el lodo para ganar su pan. La literatura clásica se muestra inmensa a las miradas bellas de las “gallinas de lujo”. Yo, en la dolorosa realidad de mi país, he visto bien a las prostitutas lamentables, que practican su oficio en oscuros rincones de los parques públicos o estaciones en las cuales ganan solamente el importe de su “silla”, pues el resto deben pagarlo al encargado y al policía.
ECP: ¿Cómo pudiste entender y darle forma al apego de Bon a su antigua mujer, a su antigua vida, su imposibilidad de seguir adelante si no es con Mien? ¿No nos habla este personaje de la imposibilidad de vivir sin recordar, pero la necesidad de olvidar para continuar? ¿Hasta qué punto memoria y olvido son puntos de encuentro o confrontación entre odio y perdón?
DTH: La vida es un barco que navega entre la obligación y la ausencia de ésta. La obligación da al mismo tiempo una fuerza para avanzar, como una negligencia desalentadora sobre sí mismo, así como en la relación con los demás. Y la ausencia de obligación refuerza el espíritu humano, pero es también una clase de yugo que guillotina y tortura a la gente. Es completamente incapaz de encontrar una fórmula constante para indicar las situaciones en las que la memoria muestre su lado positivo. Paralelamente es imposible enumerar los casos donde se puede aprovechar la obligación como la salvación. Las cosas funcionan después de forma real. Y la realidad es siempre fluida. Del mismo modo, se perciben unos puntos de encuentro y unos puntos de confrontación entre la lealtad y el perdón que forman algo semejante al fuego fatuo.
ECP: ¿Cómo has tomado el éxito de tu novela en Francia? ¿Te ha sorprendido?
DTH: En la tierra natal yo soy una profesional rebelde y una escritora diletante. La aprobación de esta novela me provoca una bifurcación decisiva. Escribo desde entonces de una manera oficial. Esto me produce alegrías, pero también una gran culpabilidad en la guerra contra la democracia. En mi vida no soy vanidosa, pero la responsabilidad me importa y pesa. No es fácil vivir con ella.
ECP: ¿Cuáles son las virtudes y defectos que encuentras en el modo de vida occidental respecto al de tu país?
DTH: Soy incapaz de resolver esta cuestión. No me siento bastante dotada para realizar comparaciones altivas sobre diferentes sistemas de valores. La vida humana es totalmente difícil de comprender. Es porque el acuerdo es siempre mejor que el yugo.
ECP: Creo que has trabajado un tiempo en cine también. ¿Qué opinas y cuál es tu película favorita de todas las que los norteamericanos hicieron sobre el conflicto bélico de tu país? ¿Podrías citarnos algún libro o película vietnamita de referencia para visualizar este conflicto?
DTH: Las películas americanas son absolutamente bellas. Son observadas por las miradas de los americanos. Demasiado bonito para ser verdad. Demasiado extranjero e impresionante para ser auténtico. La realidad pasa de una manera terrorífica y atroz, mil veces más rápido que las escenas de cine.
ECP: ¿Cuáles son tus escritores favoritos o los que más te han influido? Y teniendo en cuenta tus orígenes humildes, ¿me puedes indicar cómo te educaste en la cultura de los libros, cuándo nace tu vocación de escritora, de dónde nace esta necesidad?
DTH: Yo provengo de una familia que no es ni pobre ni rica. Mis ancestros han ejercido oficios diferentes: escritor, médico, propietario de tierras, funcionario y sobre todo militares mandarines… Sus carreras me han influido de forma periódica, cada uno a su manera. Desde mi infancia, yo era una pequeña deportista que soñaba convertirse en una campeona de ping-pong, un deporte libre, una acróbata o una trapecista. La literatura era en ese tiempo la compañía indispensable que tonificaba mis sueños: novelas de aventura, thrillers, entre los cuales el señor caballero andante Don Quijote y su fiel servidor, ocupan un lugar considerable. Y después la juventud me llegó al mismo tiempo que la guerra. Nosotros estábamos inmersos en una circunstancia siniestra. En lugar de disfrutar de una vida deseable, habíamos consumido libros para olvidar las dificultades reales. Antón Chéjov, Dostoïevski, Hugo, Balzac, etc. Estos nombres sonaban hasta el momento en el que yo he podido abandonar mi tierra natal para ir al frente. Desde entonces, la literatura ha ido desapareciendo absolutamente y toda clase de catástrofes la han reemplazado. Afortunadamente yo he sobrevivido hasta la liberación del Sur, el 30 de abril de 1975. La guerra victoriosa queda a mis espaldas. Y el camino de la rebelión se abre en el horizonte de enfrente, que me llama. Con la vida rebelde, la literatura renace de sus cenizas, y me fascina violentamente con todas las barras mágicas de su potencia. Quizá, sobre la línea de ascendencia, mi buen hombre escritor ha salido para atraparme.
ECP: ¿Cuál de tus otros libros que no conocemos en España nos recomendarías? ¿Cuál es del que te sientes más orgullosa?
DTH: Un libro para un escritor es como un hijo para una madre. No obstante, a pesar de ser madre de mis libros, soy incapaz de distinguirlos.
ECP: ¿Hacia dónde quieres llegar con los libros? ¿Cómo te gustaría ser recordada? ¿Concibes una separación entre literatura y vida o ves estas dos actividades unidas inevitablemente?
DTH: Yo vivía desde hace tiempo con este principio: perfeccionarse uno mismo, es la tarea más esencial para el ser humano. El resto es Dios quien decide. En nuestra vida cotidiana disfrutamos de vez en cuando de las cosas. Se sueña a veces, es normal. Pero si nos dejamos devorar por la ambición, será lo peor. En este caso se ha creado el infierno y su abismo interior. La segunda parte de esta cuestión evoca un problema a la vez obsoleto y moderno, pues no se encuentra jamás la última respuesta «¿Cómo es la relación entre la literatura y la propia vida de un autor?». Esta cuestión ha sido objeto tanto de aceptaciones como de controversias. En realidad, se han encontrado todas las escalas en esta relación. Por resumir un esquema muy simple se puede decir: para unos, una separación neta se plantea entre estas dos actividades. Para los otros, la literatura será un espejo que refleje la personalidad como la vida privada de su autor.
ECP: ¿Qué nos puedes decir de tu país en la actualidad? ¿Crees que está preparado para los retos de este nuevo siglo o que, por el contrario, sigue una línea involucionista?
DTH: Mi país pertenece a un grupo de naciones post-comunistas, la parte más involucionista de este mundo. Las gentes de poder buscaban mantenerlo intacto el mayor tiempo posible. Desde la debilidad o la fuerza, el pueblo cambia con el tiempo. Los nuevos medios de comunicación son su espejo. La radio, la televisión, el ordenador, son sublimes acompañantes de la democracia. Porque abre nuevos horizontes ante el ser humano. Bajo las influencias positivas, el espíritu civil se forma progresivamente. Hoy, una fuerte minoría ha osado luchar contra el abuso de autoridad. Pero la mayoría soporta todavía su vida frustrante con resignación. Como respuesta al pasado, es ya un progreso considerable. Para las exigencias de una evolución deseable, es todavía una realidad. En resumen, la situación actual queda confusa, entre perro y lobo, hay que ser paciente para espera.
ECP: Por último, ¿me podrías recomendar algunos novelistas, cineastas o pintores de tu país que consideres lo suficientemente interesantes como para que comiencen a dar el salto internacional que, en parte, tú ya has logrado?
DTH: Entre los escritores de antaño, teníamos un poeta, Nguyen Trai, el cual ha sido renombrado oficialmente por la ONU como un hombre célebre, de gran envergadura. Teníamos, además, una mujer escritora que se llama Hô Xuán Huiono, cuyos poemas han sido publicados en Estados Unidos bajo el título La esencia de la primavera y han tenido un gran éxito. Hay un escritor llamado Nguyén Du, talentoso, cuya obra, Kim Van Kiéu ha sido traducida por Huynh Sanh Thông en Estados Unidos también… Pero hay todavía tantos escritores sublimes como Cao ba Quat, la señora Thanh Quan, etc, que quedan en el silencio y deben esperar mejores ocasiones para salir. Por parte de los contemporáneos, aprecio al novelista Bao Nins, autor de La pena de la guerra. Y también aprecio al escritor Nguyen huy Thies, con sus brillantes novelas, de las cuales una determinada ha sido traducida al francés y a otras lenguas. Por supuesto hay todavía nuevos rostros, pero desgraciadamente he perdido el contacto con mis colegas desde hace dos décadas. Porque, como una rebelde, yo era al mismo tiempo prisionera y exiliada “in situ”. A causa de esta situación yo debía aislarme absolutamente y no tenía ocasión para contactar con ellos. Shalam
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